La protesta recorre Venezuela de un lado a otro. El Observatorio Venezolano de la Conflictividad Social registró 43 marchas y concentraciones en la conmemoración del 23 de Enero, fecha simbólica de la democracia venezolana que comenzó ese día de 1958, tras el derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez.
La misma organización no gubernamental lleva contabilizadas en los primeros 17 días de este año más de 400 protestas tan solo de trabajadores del sector de la educación ―maestros y profesores―, a las que se han sumado otros gremios y sindicatos.
El denominador común es el reclamo de remuneraciones dignas. El salario mínimo permanece estancado en una cifra irrisoria: 130 bolívares, que equivale a menos de 7 dólares. Eso es lo que recibe de pensión un trabajador en compensación a su vida laboral.
La imagen de un hombre ―en la concentración realizada en las intersecciones de las avenidas Bolívar y Cedeño en Valencia― con una olla vacía en una mano y un hueso en la otra refleja lo que ocurre en millones de hogares de toda Venezuela.
No es para nada una exageración: en Venezuela hay hambre. El informe «Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional de América Latina 2022», elaborado por varias agencias de Naciones Unidas y conocido la semana pasada, registra que en Venezuela 6,5 millones de personas están subalimentadas ―el eufemismo de hambre―, lo que equivale a 22,9% de la población.
En la actualidad se requieren 60 salarios mínimos para adquirir la canasta básica de alimentos ―calculada en un valor de 400 dólares― que cubre las necesidades nutricionales de una familia.
Por eso la gente ha estado saliendo a la calle desde los primeros días de este año y aseguran en cualquier rincón del país ―El Baúl en los llanos de Cojedes, Guanare, Valera, Ciudad Guayana (corazón de las empresas básicas), San Felipe, Cumaná, Barquisimeto, Maracaibo, Caracas y muchas localidades más― que la protesta persistirá hasta obtener un salario justo.
El régimen que entre 1999 y 2016 dilapidó 1 billón de dólares dice sin remordimiento alguno que no tiene recursos para atender las necesidades del pueblo que dice representar. Culpan a las sanciones ―también en eso copia Nicolás Maduro al anquilosado modelo cubano― de la carencia de fondos, sin explicar qué hicieron con los gigantescos ingresos provenientes de las exportaciones petroleras del país con las reservas de hidrocarburos más grandes del mundo.
No hay obras a la vista que justifiquen el uso de esos recursos. No hubo ahorros. No funcionan los servicios de luz y agua. Los hospitales están en los huesos y las escuelas a la intemperie. Alguien en Miraflores debería explicar por qué insisten en que “Venezuela se arregló” y más de 6 millones de venezolanos pasan hambre. ¿Dónde están los reales, señor Maduro? ¿Será por ese acto de desaparición que su hijo considera que usted es un mago de la economía?