Imposible olvidar la pataleta de quien ocupara el Ministerio del Trabajo cuando la mayoría de los países del mundo aprobaron el avance de la Organización Internacional del Trabajo en Venezuela, cuando el señor pedía a nombre de su «gobierno» un año más de «gracia». Esta votación equivale a una condena mundial. Por otra parte, debemos agradecer a los empresarios su enjundia para llevar a Ginebra el caso de nuestro país y procurar así el adelantamiento de las acciones del organismo mundial, o sea: obligar a que se sienten a discutir los asuntos laborales esquivando la imposición. Como lo harán, el lunes 30 de este mes, los representantes del régimen, los mismos empresarios y los trabajadores.

Haber acabado con el valor del trabajo y de la moneda, por las políticas económicas y las muy malas relaciones internacionales es solo imputable al régimen de Nicolás Maduro. A más nada ni más nadie. Él y su régimen macabro acabaron con el bolívar y tienen a los trabajadores en mísera situación laboral que nos ha llevado a la calle por nuestros derechos conculcados a propósito por quienes buscan controlar a la sociedad por hambre, en este Holomodor caribeño. Pero el tema de la llegada de la OIT posee muchas aristas. No del todo halagüeñas. El régimen está obligado a responder a quienes trabajamos, a jubilados y pensionados, al país y al mundo. Por eso la tripartita obligada por la organización mundial ante el régimen renuente.

Maduro se escudará en las cuentas que no le dan. Fedecámaras revisará esas cuentas, según ha dicho su presidente luego de proponer un monto mínimo que a nadie agradó y desdecirse. Otro señor, también vinculado a la federación de empleadores privados, pide una declaración de emergencia y acciones inmediatas que anulen -más- las prestaciones sociales. Los representantes de los trabajadores nada han dicho. Mientras en las calles de todo el país educadores, personal de salud, empleados públicos de toda índole y de las empresas básicas se han lanzado a reclamar lo que les corresponde: sueldo digno, seguridad social, condiciones de trabajo. Todo lo que el régimen ha negado y conculcado.

En Venezuela no ha habido guerra declarada, pero se han ido más de 7 millones de compatriotas en busca de un destino imposibilitado aquí. Tampoco ha habido un desastre natural de tal magnitud que afecte a toda la población. La guerra y el desastre natural son quienes se han aferrado al poder imponiendo el hambre y el abandono de la producción como política con dos fines: enriquecerse y mantenerse pegados, solidificados, al mandato. Habrá más huidos. Cundirá más miseria impuesta. Ni la OIT, ni los empresarios y menos aún los trabajadores podrán hacer nada. Habrá otro tentempié y mucha monserga evitadora de cargar con las culpas. Cosa que debemos restregar en la cara del régimen del terror permanentemente, la culpa.

No hay fórmula aplicable en este momento para satisfacer las legítimas demandas de quienes trabajan o están pensionados o jubilados. Nadie le va a prestar o a regalar nada al régimen a sabiendas de que estos tipos se van a quedar con todo lo que les den, por algo Venezuela está entre las primeras naciones en materia de corrupción también. El régimen esconderá todas las cifras económicas que pueda y llorará por las sanciones indispensables para la presión que permita negociar su salida en elecciones libres. El cambio de régimen es la única alternativa para vislumbrar un verdadero avance para el trabajo y la economía productiva que nos falta. Entre delincuentes no habrá transparencia ni crecimiento económico ni estabilidad laboral ni reconocimiento del valor del trabajo, del ciudadano, de la moneda, ni de la vida. En definitiva, la OIT viene de nuevo a pasear, limitada y carente de oportunidades, como no sea un amago de diálogo social. Lamento el pesimismo en esta nueva venida de la Comisión de Encuestas. El optimismo está en el efecto de las presiones internas y externas que nos lleven a elecciones. Incluyendo la laboral interna e internacional, desde luego. Por eso no puedo compartir la posición de algunos políticos opositores acerca de eliminar las sanciones por parte de Europa o Estados Unidos o Canadá. Presión y más presión dentro y fuera es lo indispensable en procura de los comicios que nos encaminen a la libertad.


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