OPINIÓN

La ofensiva de bombardeo de 1943 (I)

por Carlos Balladares Castillo Carlos Balladares Castillo

 

La campaña de bombardeo estratégico de los aliado durante 1943 se caracterizó por una gran ofensiva, siguiendo lo aprendido hasta el momento y las directrices de la Conferencia de Casablanca (Marruecos, 18 al 24 de enero de 1943, leer nuestro artículo «Conferencia de Casablanca»). La decisión del presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, y el primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill (y sus respectivos asesores y máximas autoridades militares), para los Mandos de Bombardeo de la Eighth Air Force y la Royal Air Force fue la siguiente: “El objetivo es el desmembramiento y progresiva destrucción del sistema industrial, económico y militar alemán, y en minar la moral del pueblo germano hasta que su capacidad de resistencia armada se debilite de forma definitiva”. El número creciente de aviones y tripulaciones que se pudo dedicar a esta meta obligará a la Luftwaffe a concentrar gradualmente la mayor parte de sus cazas en la “defensa del suelo patrio”.

El resultado de tal política para Alemania será la pérdida de la superioridad aérea sobre Europa al finalizar el año. Sus ejércitos dejaron de tener cobertura sobre sus cielos en los diversos frentes, y en su espacio aéreo se darán cruentas batallas que producen bajas mayores que en el Frente Oriental y en el caso de Estados Unidos que en los Marines que luchan cuerpo a cuerpo, tal como señalamos en el artículo anterior. Una perfecta descripción la hace Cajus Bekker (1964): La Luftwaffe, basado en diarios e informes militares al relatar la experiencia de Erich Handke, radiotelegrafista de un Me-110 ante una incursión de sesenta B-17 el 4 de febrero de 1943:

«El que lo ha vivido no podrá olvidarlo jamás: cómo desencadena una tormenta de bombas un enjambre de fortalezas volantes (B-17). (…) ¡Nos veíamos tan pequeños y ridículos ante aquellas impresionantes naves! 8 Me-110 contra 60 B-17, o lo que es lo mismo: 16 cañones de 20 mm y 40 ametralladoras por nuestra parte contra 720 ametralladoras pesadas de 12,7 mm de los aviones estadounidenses». 

En 1943 solo Estados Unidos construía 10.000 aviones mensuales mientras que Alemania llegará a las 1.000 unidades mensuales en otoño. Esta fuerza descomunal por parte de los Aliados, será dirigido primero contra los astilleros de submarinos (para terminar de vencer en la Batalla del Atlántico, tema al cual le dedicaremos dos artículos a partir de la semana que viene) lo cual se venía haciendo desde octubre de 1942, la industria aeronáutica, los transportes, las plantas de petróleo y el resto de las fábricas dedicadas al esfuerzo de guerra. Pero lo central siempre será destruir a la Luftwaffe tanto en los cielos, aeródromos y fábricas que producen los aviones ¡y dejarlos sin combustible! Era prioritario lograrlo en 1943, porque de esa forma el éxito del desembarco en Europa para el año siguiente (tal cómo se había planificado en Casablanca) estaría garantizado.

En Casablanca se consolidó la idea de dividir el trabajo entre la RAF y la Octava Fuerza Aérea, la primera se mantendría de noche y la segunda de día, cómo había probado desde su llegada a Gran Bretaña en agosto de 1942. La RAF seguiría con la destrucción, no solo de las industrias (tal cómo explicamos con el ejemplo de los “rompepresas” la semana pasada) sino también de las ciudades, para lograr el debilitamiento del pueblo alemán. Un nuevo bombardero se incorporó, aunque ya tenía tiempo en la guerra siendo usado por la RAF y también en el Pacífico, nos referimos al B-24 “Liberator” que iniciaría sus operaciones en enero de 1943 con el Mando de Bombardeo de la USAAF. Al final este cuatrimotor superaría en número al B-17, aunque nunca en fama.

La Luftwaffe se adaptó rápido y descubrió que los ataques frontales a los B-24 y B-17 eran más eficaces, de modo que las pérdidas de los Aliados aumentaron. La respuesta fue la táctica de “la caja”, en la que una mayor cercanía entre los bombarderos hacía que se pudieran defender unos a otros. La Octava se dedicó a atacar las bases navales de la costa alemana, además de las tradicionales bases submarinas de Francia; solo en el verano comenzaría a entrar en el interior de Alemania con mayor frecuencia. Desde el 5 marzo al 28 de junio la RAF pudo concentrarse en el bombardeo de la zona industrial del Ruhr (contexto de los “dambuster” o “rompepresas”), para abril habían devastado la famosa fábrica Krupp en Essen gracias a ataques continuos entre 300 y 600 cuatrimotores guiados por radar. Los cazas nocturnos alemanes y los cañones antiaéreos (“Flak”) generaban graves pérdidas cercanas en los peores casos al 10 %, los cual sumó más de 600 aviones al final de la Batalla del Ruhr.

En agosto retomaremos el tema por darse importantes bombardeos. Nuestras fuentes son las mencionadas en las series de años anteriores dedicadas al tema: Enciclopedia Ilustrada de la Aviación (1982-86) de la editorial Delta; Noble Frankland, 1970, Bombardeo de Europa: Su devastación; Richard Overy, 2013, The bombing war: Europe 1939-45 y el “Capítulo 12. La ofensiva combinada de bombardeo 1941-1945” de Williamson Murray y Allan R. Millett, 2000, La guerra que había que ganar. Una nota final, como adelanto de lo que hablaremos en agosto: el 22 de mayo de 1943 el as de la Lufwaffe: Adolf Galland, prueba el jet Me 262, y señala que si se produce en masa puede cambiar la situación en los cielos de Europa a favor de Alemania.