Es innegable que la realidad nos apabulla, pero lo peor que podemos hacer ante ello es caer en negación. La clave será buscar la fórmula para enfrentar esta “nueva normalidad” que se nos ha impuesto, y eso tiene considerables consecuencias en la movilidad humana y la vida en ciudad en general.
Ante la crisis sanitaria –y económica– se plantean nuevas formas de abordaje de la política, de los negocios y de la propia participación ciudadana. Según comenta Andrew Steer, presidente de World Resources Institute, “en este momento, la pandemia mundial de infección y el miedo que enfrentamos están causando enfermedad, muerte y dificultades económicas en todo el mundo, y seguramente empeorará antes de mejorar. También nos recuerda a todos lo profundamente vulnerables que somos ante las amenazas que están fuera de nuestro control. Es posible que esto lleve a cuestionar suposiciones y comportamientos previos, y a tener una nueva apertura hacia los argumentos y comportamientos previos, y a tener una nueva apertura hacia los argumentos que están a favor de la acción colectiva y la gestión eficaz de los riesgos”. A mi parecer, esta es una opinión que abarca contundentemente el panorama actual al que nos enfrentamos.
Sin pensarlo, hemos estado haciendo cosas que posiblemente estaban “predestinadas”, por los gurús futurólogos, a que las asumiéramos en unos cuantos años: el teletrabajo, trámites en línea, compras masivas aprovechando el “delivery”, entre otras prácticas. Estamos operando de manera virtual, en casi todos los ámbitos esenciales, lo cual no está mal si vemos las ventajas que a la larga tendrá esa nueva faceta en nuestras vidas; lo malo es que nos tocó asumirlo de golpe, sin tener toda la preparación que ello requiere. Y todo esto, ha sido posible gracias a la tecnología… ¡voilá! Descubrimos que es necesario, cada vez más, ver a la tecnología como aliada para el cambio, y vaya que nos ha sacado de apuros, porque imaginemos que no pudiéramos siquiera comunicarnos en tiempo real en este momento, o que no nos enteráramos de la evolución de la pandemia día a día. Sería una calamidad mayor, porque hasta hubiera interrumpido los suministros vitales a nuestros hogares. Punto supra de mencionar: el transporte de carga, qué importante ha sido y será, y es al que menos importancia le damos generalmente en un análisis de ciudad; no somos nada sin suministros y sin logística.
Ahora bien, creo que después de esta experiencia debemos autoevaluarnos. Qué es lo que debe afinarse para que esta “nueva normalidad” sea más parecida a lo que nos parece normal –¿existe tal normalidad?–, y nos habituemos a una situación cada vez más llevadera, que no represente un problema en la calidad de vida de quienes habitamos este planeta, sino un ajuste a los estándares hasta ahora conocidos. Y es allí donde la acción de los gobiernos, en todos los niveles, debe estar enfocada, porque finalmente deben asumirse nuevos parámetros de evaluación de lo que vendría a ser la planeación y el diseño de cada uno de los proyectos y servicios que se requieren, para que nada se detenga, aun y con la presencia del covid-19 como algo endémico. Por ahí se dice, que el ser humano se acostumbra a situaciones específicas luego de transcurridos 21 días continuos, lapso en el que está siendo sometido a ciertos factores diferenciadores, y se crea hábito; pero aplica para lo bueno y para lo malo. Sin embargo, esto debe ser tomado como una teoría, porque la creación de nuevas neuronas en nuestro cerebro tarda entre 21 y 66 días; la realidad es que depende de la insistencia, la perseverancia y el interés por mantener un hábito. Entonces, debe gestarse un plan de desarrollo urbano, de acuerdo a cada dinámica urbana –y de realidad país–, que pueda ser implantado y que propicie un cambio conductual en los habitantes de cada territorio, para que se su asimilación sea progresiva, cuidando todos los detalles en favor de la salud de las personas, pero también del resto de los componentes que no podemos dejar a un lado, de acuerdo a lo que se había venido trabajando hasta ahora.
En este sentido, valdría la pena hacer una revisión de la tendencia mundial del desarrollo urbano, que se traza en torno a la Nueva Agenda Urbana y a los Objetivos del Desarrollo Sostenible 2030 (Hábitat III, Quito 2016), considerando lo que al respecto se plasmó en la Agenda de Desarrollo Sostenible (ODS11: Objetivo 11) en cuanto a las metas en las que debemos trabajar para alcanzarlas, las cuales se articulan para lograr ciudades y comunidades sostenibles en aspectos físicos como: vivienda, servicios básicos, sistemas de transporte -seguros, asequibles y accesibles-, zonas verdes y espacios públicos –seguros e inclusivos-, y el patrimonio cultural y natural, entre otros aspectos. ¿Cómo todos estos objetivos deben ajustarse a la nueva normalidad? He allí una tarea que toca asumir lo más pronto posible, para que realmente esta “nueva normalidad” sea lo más normal posible, como se dijo antes, que considere los riesgos asociados y la capacidad resiliente de las sociedades.
Lo cierto es que con covid o sin él, el objetivo es conseguir que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Más de la mitad de la población mundial vive hoy en zonas urbanas, por lo que no es posible lograr un desarrollo sostenible sin transformar radicalmente la forma en que construimos y administramos los espacios urbanos.
Para esto, se hace imperativo considerar algunas medidas, para anticiparse y planificar una nueva normalidad en cuanto a la movilidad en las ciudades:
- Debe haber coordinación entre las administraciones gubernamentales de los servicios y las empresas operadoras –y sus similares-, para que se fijen normas y protocolos de ejecución, que prevean dos escenarios: el temporal y el posterior a la pandemia.
- Hacer una evaluación económica del nuevo modelo de movilidad para servicios esenciales y sus costos asociados.
- Plantear una revisión y adaptación de las normas en las que aplicarán ayudas o subsidios para los sectores vulnerables, que deben sumarse a la transportación cotidiana, para que también esta porción de la población se le inyecte dinamismo en la retoma de sus actividades económicas. Esto implica la creación de fondos de contingencia o como se le quiera llamar a esta figura.
- Generar un plan que declare como vitales e imprescindibles a los siguientes elementos: transporte no motorizado, motocicletas, transporte de carga, transporte compartido, transporte público colectivo seguro (vial, público y sanitariamente), aplicación de nuevas tecnologías para evitar pagos en efectivo (minimiza la insalubridad, evita inseguridad, facilita acceso a modos con menos retardo), accesibilidad universal y asequibilidad.
¿Es difícil plantearse este escenario? Siempre lo ha sido, pero es innegable que esta es la mejor oportunidad para viabilizar la implementación de todo lo que ha estado pendiente, pues las condiciones de necesidad se hacen más evidentes y de ello, dependerá que la economía urbana se retome y que la calamidad se reduzca a su mínima expresión. En caso contrario, el retorno a la nueva normalidad será cuanto menos caótico y seguramente, conllevará siguientes recaídas y cuarentenas.
Por cierto, el escenario pospandémico debe orientarse -ahora sí- al transporte del futuro. Pero eso será materia de un próximo artículo. Espero haberles proporcionado información relevante y de interés. ¡Hasta la próxima entrega!
@juzcategui29