En el ámbito de la medicina, a menudo se crean sustancias que carecen de acción terapéutica con el fin de generar una predisposición favorable para la recuperación de un paciente. Este proceso se conoce como el efecto placebo, donde el paciente recibe un tratamiento bajo una falsa premisa, convencido de que la sustancia que está tomando tiene propiedades curativas. El propósito del placebo es demostrar cómo la atención y el cuidado, a través del engaño, pueden contribuir a una mejora en la salud del paciente.
Sin embargo, en el mundo de la política, también encontramos lo que podríamos llamar «placebos», aunque su efectividad no es tan marcada. Esto se debe a que el cuerpo social no siempre es receptivo ni tan noble como el cuerpo físico. Desde mi perspectiva, el proceso de negociación política a menudo se convierte en un placebo que busca satisfacer o apaciguar a una pequeña parte de la sociedad, mientras la mayoría continúa experimentando las mismas dosis de inestabilidad y condicionamiento social a diario.
Un ejemplo reciente de esta dinámica es la negociación de Barbados, que parece ofrecer una solución aparente a los problemas políticos, como si fuera una opción viable para un régimen autoritario. Sin embargo, en realidad, las cláusulas de esta negociación ya están estipuladas en nuestra Constitución, y los gobiernos anteriores las han violado abiertamente.
Es cierto que los placebos a menudo brindan un sentido de satisfacción y esperanza, pero no se puede ignorar que intentan ser algo que no son. Un placebo puede funcionar como un paliativo en ciertos casos, pero no es efectivo para todos, especialmente en situaciones políticas críticas o en presencia de complicaciones.
En resumen, posiblemente a un año de las elecciones presidenciales, las negociaciones de Barbados parecen un esbozo mal concebido, una propuesta poco convincente, un remedio que alivia síntomas, pero no aborda las causas subyacentes.
Cuestiono la rapidez e improvisación con la que se llevó a cabo esta negociación y la supuesta solución política que se plantea, sin suscitar reacciones negativas de las partes afectadas. Por ejemplo, quienes aseguraron que la Unión Europea no intervendría en Venezuela. Aunque mi escepticismo puede ser evidente, eso no significa que mi análisis sea incorrecto. La atención mediática y la amplitud superficial de los aspectos presentados intentan hacernos creer que solo las propuestas de estos actores son viables, cuando la mayoría de la población no se siente representada por quienes están negociando.
Los placebos políticos se diseñan para influir en la moral y proponen compromisos que dependen de la voluntad y el interés de las partes involucradas. En otras palabras, se firman acuerdos sin garantías sólidas para su cumplimiento. Es precisamente esta falta de garantía lo que permite que el gobierno, una vez obtenidos los beneficios inmediatos, incumpla los acuerdos. Seis meses son suficientes para obtener recursos económicos y dejar de lado todo lo demás un mes antes de las elecciones de 2024.
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