OPINIÓN

La Navidad está madura

por El Nacional El Nacional

Como Nicolás Maduro recibió su amoroso regalote el 29 de julio, como su corazón es un músculo con la textura de los barrotes de los penales de Tocorón y Tocuyito, como se llama Nicolás, como en este país hay una asamblea oficialista y otra que no lo es, puede decretar que haya una Navidad oficialista, sustituta de la de siempre, que añorará en su momento, el de siempre, los abrazos apretados y las risas y lamentará las ausencias. Millones de ausencias.

Venezuela es un país de sustituciones endógenas. En 2009 por decreto de Hugo Chávez se creó la Autoridad Única del Distrito Capital adonde fueron a reposar las competencias de la Alcaldía Metropolitana de Caracas que Antonio Ledezma había ganado en elecciones al candidato oficialista Aristóbulo Istúriz. Ledezma los volvió a derrotar en 2013, el candidato oficialista fue el ahora ministro de la Cultura, Ernesto Villegas, y no solo no dejaron gobernar a Ledezma sino que lo metieron preso.

La Asamblea Constituyente de 2017, que tuvo la generosa presencia y remuneración de 545 acólitos, se tragó a la Asamblea Nacional de 2015 -surgida de una elección que fue una paliza semejante a la del 28J- con la venia del Tribunal Supremo de Justicia. La Constituyente de Maduro y Cabello no llegó ni siquiera a redactar un texto constitucional, lo que evidencia que ese no era su cometido muy a pesar de su nombre. Y en este 2024, una “cartica” del Consejo Nacional Electoral es la sustituta de las 30.000 actas del escrutinio de votación. 

La ventaja de la Navidad decretada es que no son necesarios acuerdos en Barbados ni en Belén, tampoco convocar incómodas elecciones, ni que Jorge Rodríguez se disfrace de un inocente José y mucho menos que Nicolás se ponga una barba blanca que esconda su bigote, símbolo de una campaña con algunos pastores en busca de dádivas y poquísimos fieles. Se puede evitar, además, los oficios ante embajadas. Se trata de un complot feliz que exime la intervención de cualquier fiscal enfurruñado contra estadounidenses, checos y dos desprevenidos turistas españoles seducidos por los secretos del Amazonas vernáculo.

Celebrar en octubre lo que siempre, según Dios manda, con el perdón de Nicolás y Diosdado, ocurre en diciembre ofrece la sensación de que a la vuelta de la esquina espera enero cuando llegan los Reyes Magos Melchor, Gaspar y Elvis, otro sustituto,  y por muy proclamado y muchas carticas el hombre sabe que de votos nada que ver y, no hay ley, por mucho que se vocifere el asunto, que suprima de un carpetazo el calendario y la ilegitimidad.

Maduro, a pesar de las prisas, aún tiene tiempo para una cartica más, dirigida al Niño, en la que le cuente lo bien que se ha portado. Puede obviar el resto de años de su mandato y referirse solo al 2024. Con eso basta para ver si merece una recompensa -no confundir con otras, por Dios- o si está en deuda con los deberes contraídos. Al CNE habría que sustituirlo por algo en lo que creen con fe absoluta las almas más puras y buenas.