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La muerte del petroestado en Venezuela

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Construido a partir del régimen de Juan Vicente Gómez desde la década de 1910 y consolidado plenamente hasta llegar a su máximo esplendor en los gobiernos de Hugo Chávez (1999-2013), la industria petrolera permitió la creación de un país en una forma asombrosa, siendo  un hecho evidente que durante al menos 100 años se logró construir una infraestructura moderna  y una sociedad de altos estándares educativos, que hubiese sorprendido mucho a quienes conocieron la Venezuela rural y que desafortunadamente, parece haber tenido un final inesperado y dramático, sin lograr articular una transición ordenada hacia un nuevo modelo de país que sentara sus bases en un nuevo patrón económico y tecnológico.

Hoy en día, es un hecho dramático la caída operativa de Pdvsa y con ella, la caída de todo el edificio institucional construido con todos los recursos financieros que el Estado obtenía de la exportación petrolera, para quienes piensan que estoy exagerando, comparto 2 de muchísimas referencias que pudiesen conseguirse en las más mínimas investigación documental:

  1. En cuanto a producción petrolera, cito lo siguiente: “En junio, la producción diaria de barriles cayó por debajo de los 300.000. Según los datos de la consultora S&P Global Platts y el reporte de Baker Hughes, que sigue las operaciones de los equipos de perforación activos en el mundo, Venezuela también tuvo que apagar el último taladro, ubicado en el oriente del país. “La producción de petróleo está llegando a la que teníamos en 1929 y, per cápita, a la que teníamos hace casi 100 años… El país sudamericano tuvo su pico en operación de taladros durante la llamada apertura petrolera de los años noventa, cuando Pdvsa, la petrolera estatal, se abrió trabajar con empresas extranjeras. Entonces hubo 119 equipos de perforación. Para mantener la mínima producción que tiene Venezuela actualmente necesitaría tener sus taladros activos, que en 2019 llegaban a la veintena”. (Francisco Monaldi, director del Programa Latinoamericano de Energía del Institute Baker en Houston).
  2. En cuanto a recursos humanos y clientes, que son la base y fin principal de cualquier organización, basta con reseñar lo siguiente: Iván Freites, dirigente sindical de técnicos y profesionales de PDVSA, ha sido testigo del colapso. Si llegáramos a recuperar las refinerías no tendríamos el crudo suficiente para ponerlas en funcionamiento. No se está produciendo nada y si se produce no tenemos quien lo quiera comprar, dice. Otra caída es la de las nóminas. La semana pasada se hizo viral en redes sociales un video en que los trabajadores petroleros echaban sus carnets al suelo y amenazaban con una renuncia masiva por la disminución de los beneficios que recibían a través de las empresas mixtas, que empezaron a cortar relaciones con el Estado por las sanciones. En los años de bonanza, la plantilla de la compañía estatal creció hasta 143.000 trabajadores. A principios de año estaban asistiendo a trabajar unos 7.000 trabajadores, actualmente no consigues ni 2.000 en las instalaciones. Están huyendo”. (Florantonia Singer, «El siglo perdido de la industria petrolera venezolana»).

No es necesario ser demasiado inteligente, para comprender que si este es el Estado de Pdvsa, el resto de las empresas básicas (CVG), Elecentro, Hidrocentro, entre las más de 600-800 empresas públicas y miles de unidades de producción en todo el país, están paralizadas o muy deterioradas en su funcionamiento, a lo que hay que añadir los centenares de institutos autónomos y fundaciones de asistencia social de todo tipo, desde la escala nacional a la municipal.

Se guarda con especial recelo, casi que un secreto de Estado la cantidad de funcionarios públicos, que aun laboran con sueldos tan alejados de la canasta básica calculada en su forma más conservadora, más lo cierto es que basta cualquier investigación de campo superficial para descubrir que un número importante de empleados con cargos fijos se han ido del país y que una gran cantidad de cargos contratados han desaparecido en su práctica totalidad en muchas instituciones, especialmente las que no tienen capacidad de generar ingresos propios.

Es un misterio para muchos el funcionamiento de estas instituciones en la vida real con estos niveles salariales, habiendo desaparecido las prestaciones sociales y los seguros privados de HCM, pero no para quienes están dentro de dichas instituciones, sean universidades, gobernaciones, alcaldías o ministerios.

Simplemente, muchas instituciones se han convertido en simples edificios vacíos, que solo son el “carapacho” que queda del pasado institucional de las mismas, donde las actividades operativas se han reducido al mínimo o desaparecido por no poder financiar cualquier evento, mucho menos imaginar plantear un POA (Plan Operativo Anual) excepto que se desee cumplir un requisito burocrático, ante la escalada exponencial de costos materiales, tecnológicos y financieros que implica la hiperinflación y la devaluación continua de la moneda nacional, no disponiendo mi persona hasta los momentos, información creíble de que ningún organismo público que esté elaborando sus presupuestos de funcionamiento en dólares estadounidenses a objeto de lograr una estabilidad contable  en la planificación de sus objetivos organizacionales.

Esta hecatombe institucional termina arrasando todas las instituciones de la sociedad civil  sin excepción, que también crecieron a la sombra y alimentación de la renta petrolera, siendo a su vez un secreto muy bien guardado la cantidad de haciendas, industrias, locales comerciales, hoteles y empresas de servicios que han cerrado en los últimos años. Si existiera transparencia informativa a nivel de los sectores económicos, la gente común se asustaría mucho por la cantidad y cualidad de las empresas desaparecidas anualmente, lo que incluso parece ser negado por el mismo Seniat, que anuncia año tras año, récord de recaudación fiscal, a pesar de la crisis económica, lo que no me sorprendería incluso anunciaran en pleno año 2020, a pesar de la cuarentena que ha cerrado múltiples sectores económicos de la vida nacional.

En el área cultural, religiosa, sanitaria, deportiva, se puede deducir el mismo desgaste, aunque no se puede corroborar en forma analítica por el mismo fenómeno de la falta de registros confiables, tan propia de muchas organizaciones con la finalidad de simular logros o resultados.

Lo que sí no se puede negar es que por primera vez en generaciones, es el sector privado quien está moviendo la economía y la sociedad venezolana hacia cauces de supervivencia biológica, apoyada en sus propios recursos y las remesas de los millones de emigrados que manda con sus mayores esfuerzos hacia sus familiares en el país.

La irreversibilidad de este fenómeno es objeto de discusión entre los especialistas. “Aun con toda la incertidumbre mundial por la transición energética, decir que estamos en una Venezuela pospetrolera no es estrictamente cierto. Ya no somos el país petrolero que fuimos, pero todavía tenemos una ventana de oportunidad de dos décadas. Se necesita dinero para llegar otra vez a 1 millón de barriles diarios, los niveles de Colombia alcanzados con todos los esfuerzos del mundo y un ambiente de inversión favorable”, apunta Monaldi. Subir a 2 millones de barriles en la próxima década costaría 120.000 millones de dólares, un monto casi similar a la deuda externa del país, según el cálculo del equipo de Juan Guaidó, jefe del Parlamento y reconocido como presidente interino por casi 60 países.

Lo que si no es discutible es que será muy cuesta arriba reconstruir un Estado basado en prácticas político-clientelares que al día de hoy, tiene un cada vez más elevado rechazo cultural en la sociedad actual y poca disponibilidad financiera para su restitución…

 

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