“Todas las dictaduras, de derechas y de izquierdas, practican la censura y buscan el chantaje, la intimidación o el soborno para controlar el flujo de información. Se puede medir la salud democrática de un país evaluando la diversidad de opiniones, la libertad de expresión y el espíritu crítico de sus diversos medios de comunicación”. (Mario Vargas Llosa).
Siempre he defendido, desde mi punto de vista de habitual usuario, la utilidad para mí incuestionable de las redes sociales. Bien utilizadas, son una herramienta poderosa, ya que permiten la difusión de las ideas, de las opiniones, no siempre políticamente correctas, es cierto y, en lo que a mí me atañe principalmente, de la creación. Somos muchos los creadores, de toda índole, que nos hemos beneficiado de la inmediatez y de la globalidad que proporcionan las redes, llegando a miles de personas que, de otro modo, nos serían inaccesibles.
En mi caso, no me cuesta reconocerlo, me permitieron pasar de la afición a la profesionalización en este mundo tan bello y tan complicado del periodismo. Fue, como ya he contado en numerosas ocasiones, a través de las redes que la persona correcta me conoció en el momento preciso y me dio mi primera oportunidad de empezar a escribir en un medio público. Después, vinieron otras publicaciones, la radio, y diversas oportunidades de desarrollo que, de otro modo, hubieran sido mucho menos accesibles.
Desgraciadamente, no es menos cierto que, como todo aquello potencialmente poderoso, las redes mal empleadas han sido fuente de desinformación, en numerosas ocasiones y herramienta de los totalitarios para orientar opiniones y tendencias de todo tipo. Pero esto no es óbice para reconocer que la esencia de redes como Twitter, en principio pensadas para fomentar la diversidad de ideas, así como el debate entre personas con diferencias ideológicas, políticas, religiosas y sociales, es o era, en un principio, ser un foro que pudiera propiciar la libertad de expresión, en países donde supuestamente esta libertad es un derecho fundamental, reconocido en su ordenamiento jurídico y en otros en los que, desgraciadamente, esta libertad se encuentra cercenada por diversos motivos, principalmente políticos y religiosos.
Así, pues, es muy lamentable comprender, desde el punto de vista del usuario y del observador, la deriva que esta red en concreto, Twitter, está tomando en los últimos tiempos, tiempos estos que ya duran demasiado. Concretamente, desde que Ana Pastor y su sosias, la empresa Newtral, han pasado a auditar los contenidos de la red, decidiendo, de manera unilateral, lo que es correcto y lo que es incorrecto expresar en ese foro.
Desconozco si Jack Dorsey, fundador de esta red, o Parag Agrawal, actual CEO, son conscientes de lo que ocurre en Twitter España, donde el sectarismo se ha adueñado de la red, pervirtiendo completamente aquella función para la que fue creada y promoviendo la censura de la ideas que no concuerdan con ciertos idearios. La censura ideológica, en las redes sociales y en cualquier otro medio de comunicación es la mayor sinrazón que puede darse, al menos en democracia.
No obstante, la intoxicación alcanza parámetros nunca vistos en nuestro país, hasta el punto de que uno llega a cuestionarse si realmente vivimos en una democracia o en una dictadura, al menos ideológica, encubierta. O no tan encubierta.
El control de los medios de comunicación siempre ha sido una de las principales premisas y obsesiones de los dictadores, de los totalitarios y es muy peligroso que los propios miembros de las instituciones reconozcan en público la importancia que tiene el control de estos medios para perpetuar ideologías y gobiernos. En este sentido, y siendo vicepresidente del gobierno de España, el propio Pablo Iglesias, fundador de un partido que hoy por hoy gobierna España en coalición, se permitió expresar, en un medio público su pesar por la no existencia de “ningún tipo de elemento de control democrático sobre los medios, a pesar de que tienen una gran influencia en la formación de la opinión pública”.
El enunciado en sí da para una reflexión profunda. Pocas frases tan expresivas del totalitarismo inherente al comunismo. A Pablo Iglesias no le preocupa que los medios de comunicación sean, como así debería ser, veraces y neutrales en su tarea de informar, sino que tienen una gran influencia en la opinión pública. Al señor Iglesias no le preocupaba la información veraz y neutral, sino la opinión que esta genera en el electorado. Puede decirse que este tipo de ideologías persiguen a todo aquel que no sea de su opinión, anulando de una manera o de otra a todo aquel que disiente de sus preceptos.
Es muy normal que se tema aquello que se conoce, ya que estos partidos pseudo comunistas saben muy bien cual es el poder de las redes, de las cuales se sirvieron en su día para irrumpir en las instituciones.
Desgraciadamente, en la España actual nada está al margen de la política. Se ha politizado y manipulado la libertad de expresión, el derecho de culto, el derecho a la vida, el derecho a la información, el derecho a la educación e incluso el derecho a la propiedad privada. Todo esto da para otro artículo, así que les pido una reflexión.
Un pueblo que pierde su libertad de expresión y de pensamiento es un pueblo subyugado. Es verdad que ha habido en nuestra historia otros períodos así, pero no nos olvidemos que entonces vivíamos en dictadura. El escenario debería ser otro, completamente distinto. No obstante, mientras la manipulación campe a sus anchas, estamos condenados. No hay que olvidar que una gran parte de nuestra sociedad prefiere que le digan cómo tiene que pensar, lo que tiene que hacer, y dejarse arrastrar en la comodidad de su diván, mientras su bolsillo reciba la subvención adecuada.
Pero en el caso de Twitter, que no depende supuestamente de estos fondos, es muy lamentable que se haya pervertido de tal modo, traicionando completamente su naturaleza, por haber caído en el error de dejar entrar en su maquinaria a los censores, a los sectarios, los que tratan de acallar, como han hecho conmigo esta semana, a aquellos que no concuerdan con su ideario. Desde mi nueva cuenta, que figura al pie de página, me veo en la obligación de demostrar que la red es nuestra, de los usuarios, los que la llenamos de ideas, de polémica y discusión y, por supuesto, de creación y de arte. Si quieren ayudarme en esta labor, tan necesaria, síganme en Twitter. Mis alas no se han caído, han intentado cortármelas, pero desde el mismo momento en que lo hicieron, empezaron a crecer las nuevas. No nos rindamos; es una lucha común. No permitamos la muerte de las ideas.
¡Síganme en Twitter! @elvillano1970