En shock hemos quedado después del tercer capítulo de Succession, en su última temporada. Los creadores cumplieron con su palabra, incluso con creces. Han ido directamente al grano de la dramaturgia, al plasmar una escenario posible, pero no menos surreal y  sorpresivo dentro de la trama: matar al padre, de una vez, como en un tragedia de Shakespeare.

La pregunta es siempre: ¿falleció de causas naturales o lo asesinaron? Montones de teorías circulan para responder a la interrogante de todos.

En mi caso, descubro algunas similitudes inquietantes con la historia de Julio César, según el punto de vista del autor de Hamlet y Rey Lear.

Logan figura en una lejana profundidad de campo, siendo el eje de la acción, más por su progresiva extinción que por su imponente presencia.

Agregar que solo en el episodio anterior se le vio exultante y algo rozagante, quién sabe si como canto del cisne antes de perecer, o en realidad como expresión de su fortaleza real, que se temía por consolidar una monarquía empresarial, una especie de despotismo, a la usanza del retratado en Julio César, con sus ansiedades acerca de la falta de alternabilidad en el juego de tronos.

En efecto, al estilo de la obra mencionada, Logan no se da por técnicamente fallecido, hasta bien entrado el tercer acto.

Las coincidencias son muchas y aterradoras en su contexto.

De ser así, debe existir un complot, guiado por la mano del algún Bruto. Es algo que tendremos que dilucidar en el desenlace de la temporada. Sospechosos y candidatos no faltan, para adelantar una conjura silenciosa.

Fíjense que nos enteramos, como espectadores, desde la posición de los “chicos”, de Shiv, de Ken, de Connor y Roman. Ellos van recibiendo la información a cuentagotas, a través de las llamadas erráticas de Tom, que serán evidencia para la investigación posterior. Porque debería existir una autopsia, como mínimo.

De hecho, la estética y la concepción audiovisual del episodio, suponen un trabajo de perfección compositiva, como la Ronda Nocturna de Rembrandt y La Soga de Hitchcock, al detonar el misterio, el suspenso y la presunción de alguna culpabilidad, de cierta negligencia, tratándose nada menos que del dueño de una de las empresas más importantes en el negocio de los medios.

Apenas vemos un pecho, una elipsis enorme, una junta de transición que de broma celebra con un whisky en las alturas, el fin del emperador.

Si pensamos como Agatha Christie o el Benoit Blanc de Knives out, la tranquilidad pasmosa de los consejeros de Logan, resulta curiosa, por decir lo menos.

Puede ser una reacción paradójica y absurda por el estrés traumático. Nos ha pasado que soltamos una risa nerviosa, cuando deberíamos llorar. Sin embargo, tanta naturalidad y frialdad burocrática, mueven a que se apersone cualquier detective con dos dedos de frente de Sherlock Holmes.

Elemental, mi querido Watson, que la querida de Logan tiene toda la pinta de ser una viuda negra, de una clásica mujer fatal que los directores exhiben con una normalidad de chica de la mafia corrupta, al límite de la ausencia de tacto, de la indiferencia, del respiro y el gozo.

Tom sí luce bastante preocupado, porque su futuro pende de hilo. Nada más por ello, pues su agenda de ser la mano de Logan se esfumó.

Por tal motivo, busca estratégicamente recomponer las cosas con su exesposa, pero ella lo rechaza elegantemente, después de aceptar su abrazo de consuelo.

Del mismo modo, los chicos pisan tierra por vez primera, y se muestran humanamente desconsolados, en shock, incorporando los sentimientos encontrados de tristeza e incomprensión, de llanto y auténtico vacío, que sufrimos como espectadores.

He recibido cantidad de mensajes de amigos, que me dicen que no lo pueden creer.

Al igual que yo, valoran que Succession nos haya brindado una lección de libreto y puesta en escena, como aquellas famosas de Game of Thrones.

Recordé, por ejemplo, el impacto de «La boda roja» o “La caminata de la humillación”, genuinos giros de 180 grados que necesitan las series, para avanzar y afianzarse en nuestro subconsciente.

Connor huye hacia adelante y decide dar el paso, posiblemente como un acto de afirmación de la vida, de Domingo de Resurrección, tras el calvario del patriarca mesiánico.

Los chicos elaboran el duelo, en horas, se limpian las lágrimas y asumen el liderazgo que les corresponde, evitando que la junta aproveche el terreno, para dar una suerte de golpe de Estado.

¿Qué pasará en adelante? Todas las cartas están sobre la mesa.

Mi tesis es que ahora es que viene lo bueno, la guerra civil a cuchillo, por la sucesión. Obviamente, como en Julio César.

Por eso, el capítulo 3 ya es histórico, merece estudio pormenorizado y promete nominaciones al Emmy.

Agradecido por ser testigo de uno de los eventos televisivos del 2023.


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