En 1888 el maestro Joseph Rudyard Kipling, inglés nacido e iniciado en las logias en Bombay, India, colonia británica de ese entonces, escribió entre muchos cuentos «El hombre que pudo reinar» el cual, trata de un viaje simbólico de dos ex soldados ingleses con conocimientos en la francmasonería que en medio de una aventura, se trasladan de forma osada desde la India a las tierras profundas de la escarpada Afganistán, fundando un ensayo de reino, gobernado por las mentes de estos dos compañeros que en base a ceremonias, grados, hábitos y tradiciones iniciáticas, intentan consolidar un gobierno dinástico, gobernado por preceptos de la organización, lo cual naufraga en su propia tragedia.
Este relato febril que puede resultar inverosímil es una de las mil razones para emigrar, más no es la razón principal por la que se dan los espantosos éxodos de trabajo forzoso, de segunda mano, trata de blanca, esclavitud y toda clase de atropellos, que hoy y en todos los tiempos ha sido así, como lo declaran las crónicas de la historia; como por ejemplo el desierto del Sáhara, los balseros en el Atlántico, pateras en el Mediterráneo o en el Caribe, el éxodo de largas caravanas de migrantes hacia el norte, rebasando la selva del Darién o hacia el sur, atravesando la cordillera andina a pie hasta el frío desierto de Atacama, entre otros periplos del milenio, que mantienen dispersos a millones de almas en la carrera por la supervivencia.
Sino que la razón es más profunda, descansa en la escala de valores morales que vienen degenerando, sustituyéndose por antivalores delirantes que irrumpen en las corrientes de la ideología global del milenio; tradiciones de antivalores en la religión, la ciencia, la política, la economía y los principios legales, que viene construyendo un mundo de caos, donde todo se degrada al nivel de poco menos que el de humanoides para travestirse en los patrones psicológicos de simples comportamientos banales, propio de criaturas irracionales.
En el mismo orden hay que recordar los desplazamientos de la fauna silvestre que se traslada desde el norte al sur y viceversa, huyendo de climas extremos estacionales que suceden cada ciclo del cinturón solar en los 365 días del año; así migran aves, insectos, peces e incluso mamíferos; sólo que en los seres humanos, la gran mayoría no es por causa del clima extremo, desastres naturales, fenómenos geológicos, la aventura, mucho menos, las intenciones de fundar un reino o destruir una nación, sino por la acrecentada política de autocontrol social que soportan poblaciones en las naciones de origen.
Lo medular es que estos huyen de las políticas públicas en materia económica, social, y por consecuencia humana, que se traducen en políticas de auto control poblacional, desplazándose a otras naciones, donde se soportan similares mecanismos de seguridad de forma más atenuadas, observando los mismos hechos de ver migrar almas a Estados nacionales donde los hilos invisibles del poder, no los fustigue, yendo contra las libertades morales o siendo menos invasivos en la vida de las personas.
Hoy por hoy a través,de los medios de comunicación se sabe que quedan muy pocos lugares en la gigantesca burocracia donde reposan el sistema de las Naciones Unidas, donde se pueda migrar, ya que todo está bajo la intervención del Nuevo Orden Social, buscando precisamente la salvaguarda efectiva de las libertades y los derechos morales en los cuales se sustenta el sistema garantista de los derechos naturales, razón de existir de los Estados nacionales.
La carrera de los humanos siempre ha sido por la búsqueda de mejores oportunidades y beneficios para el desarrollo de las potencialidades del ser; resultan absurdas las autodefensas nacionales de los derechos fundamentales, cuando los Estados circunvecinos del sistema integrado a las Naciones Unidas están siendo presa del socavo de los derechos naturales, ya que todas las naciones componen un cuerpo de órganos necesarios y potenciales con cualidades y características que los identifican.
En consecuencia, al no estar conscientes de las políticas públicas destructivas de las libertades y derechos humanos de todo el sistema integrado de las Naciones Unidas, se corre el inminente riesgo, como viene sucediendo en las múltiples naciones bajo la mirada de las ONG, observadores y demás Estados con responsabilidad moral, hasta penal, ya que es un delito tipificado el que por omisión no de señal de alarma ante un crimen o destrucción de una nación; tener además que ser garantes del derecho natural a la migración, propia de las naciones donde se arremete en forma revolucionaria y tecnocrática, bajo el auspicio de la degradación de los derechos fundamentales.