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La Metropolitana y los límites del saber

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Benjamín Scharifker | Foto Unimet

No hay duda de que Benjamín Scharifker es un rector estupendo (vale por magnífico). No solo un científico muy destacado aquí y más allá sino un tipo que sabe de universidades, ya fue rector aplaudido de la Simón Bolívar en tiempos de cielos azules, no en el degredo que vivimos. Pero, como si fuera poco es un tipo valiente que como pocos dirigentes universitarios, los hay, se ha enfrentado a la dictadura y le dice lo que hay que decirle mientras otros callan. Pero no quiero obviar que, como suelo decirle, es el rector menos rector que he conocido, es decir, sin las mínimas o estridentes galas que suelen acompañarlos, y esa es una rara  virtud: sencillez y honesto sentido de la vida… Es el que acaba de renunciar a su cargo en un mal paso de la Universidad Metropolitana.

La historia de esa universidad es algo sui generis desde sus inicios. El Estado le cedió un muy valioso terreno a un grupo de empresarios muy ricos, presididos por Eugenio Mendoza, para que hicieran una universidad a su gusto, es decir, para cumplir cabalmente con las necesidades de sus negocios. A carta cabal diríamos. Es sabido, razonan los dueños del capital, que las universidades autónomas (hoy destrozadas por la barbarie), son libertarias, polifónicas y hasta guerrilleros han apoyado en algún momento del pasado y pierden el tiempo y los billetes con todo tipo de saberes y niveles del saber sin objetivos prácticos tangibles. Las privadas suelen ser diminutas e inorgánicas o,la muy significativa, la Ucab,  se ha contagiado de algunos virus inconvenientes , a la manera del admirable Papa Francisco . Para sus  fines constituyeron una Fundación con unos acaudalados padres fundadores, vitalicios, que elige la mitad de un Consejo Administrativo que es la máxima autoridad universitaria, de 24 miembros, que a su vez escoge la otra mitad. Ingeniosa manera de autorreproducirse a perpetuidad. Dicho organismo determina las orientaciones generales y la administración de la empresa universitaria. Que, por cierto, no tiene fines de lucro. Su fin es otro, es un aparato bien sincronizado con las necesidades laborales de las empresas, además de buscar un cierto glamour promocional. Y, en la ocasión, son los que en definitiva han liquidado al rector, a la vicerrectora académica y a la secretaria.

Bueno, después viene la universidad, que se supone con una cierta, muy limitada, autonomía dado el marco general de su orientación pragmática y empresarial. Las pocas humanidades que ofrece, por ejemplo los Estudios liberales, evidencian una ruta muy parcial y supeditada al resto de las carreras primordiales, ingenierías y administrativas. Piense no más que su campo de trabajo preferencial es “que abre una amplia gama de opciones profesionales al egresado en actividades vinculadas con la planificación estratégica y mercadeo de las empresas” (y uno que imaginaba que era para estudiar a fondo a Aristóteles, a Beethoven o a Rafael Cadenas).

Pero yo diría que estas limitaciones son las propias de empresas subdesarrolladas ya que en Estados Unidos, gloria del business, las mejores universidades, incluso del planeta, son privadas, pero desarrollan la más amplia y profunda indagación de todos los saberes en la convicción de que a menudo es de las ciencias más abstractas, trascendentales, duras, “inútiles” de las de donde brotan los grandes avances tecnológicos y por ende las supremacías económicas y geopolíticas. Cosa que no conciben nuestros empresarios tercermundistas.

Bueno lo que trató de hacer Benjamín en su mandato, con mucha prudencia y sigilosamente, es hacer crecer el ámbito y la densidad del saber, no solo por fidelidad a este, lo practica en su laboratorio con afán, sino que cree firmemente que esa sabiduría sin barreras es la esencia de la universidad y también la condición de un auténtico desarrollo del país. Pero en nuestras empresas provincianas, como en los cuarteles y las cabezas del populismo, eso no cabe. Además, pondría en evidencia esa primitiva mentalidad y generaría gastos que no generan el cash indirecto deseable, que es para mañana y no para pasado. Eso fue lo que pasó básicamente: que la vicerrectora académica y el propio rector habían terminado últimamente un ambicioso plan de investigación y estudio que reformaría y ampliaría los estrechos límites existenes en sus predios académicos, el cual nada gustó a los perpetuos miembros del ente orientador y detentor del poder real, el dinero, sobre la supuesta “autonomía” universitaria, el conocimiento. Y fue tanto el disgusto que se decidió descabezar a las autoridades.

Como vemos, el saber tiene no pocos y distintos frenos que no son solo el Estado despótico. Recuerden, por dar un ejemplo muy claro, que la televisión  de antaño se puso en manos de dos clanes privados bastante burdos, un oligopolio que copaba y manipulaba más del ochenta por ciento de la audiencia nacional, durante medio siglo; empresas que jamás se ocuparan de la educación, la cultura y la formación cívica de un país joven y con pocas luces, y por ende su desmedido afán de lucro es responsable de muchas de las rémoras que padece nuestra sociedad hoy semiderruida. También es cierto que la pequeña y poderosa pantalla en manos del Estado chavista es mucho peor. Pero no la BBC inglesa o la ORTF francesa o la DW alemana, televisiones del Estado y ejemplos de excelencia.

Benjamín que se dedique a la química que es lo más suyo, a seguir siendo el ciudadano pugnaz y comprometido que es  y el buen amigo de tantos.

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