OPINIÓN

La mesa verde, noventa años

por Carlos Paolillo Carlos Paolillo

La mesa verde

Mostrar la realidad a través de formas estéticamente exageradas para, precisamente, enfatizarla y despertar conciencia de espectador activo y crítico dentro de las audiencias, fue un imperativo del arte escénico expresionista, surgido para la reflexión, no para la emoción. Kurt Jooss contribuyó a la modificación de ideales y valores preexistentes alrededor de la danza teatral. Testigo de su época, con su obra creativa evidenció un individuo aislado y un colectivo devastado.

El coreógrafo alemán resumió en sí mismo al creador controvertido y visionario, no un mero esteta. Jooss fue entusiasta divulgador de los preceptos de Rudolf von Laban sobre la composición en la danza y las múltiples direcciones que el movimiento puede tomar en el espacio de escenificación. La mesa verde es con seguridad su más celebrada obra, un satírico alegato sobre el belicismo y el poder político internacional, estrenada hace 90 años en el Teatro de los Campos Elíseos de París. La actualidad y pertinencia de su temática la convirtió en un claro referente de su tiempo y pieza fundamental de la danza universal del siglo XX.

La mesa verde

Jooss, sin pretender la narración lineal de una historia, estructura en La mesa verde una singular dramaturgia contentiva del espíritu cuestionador expresionista, y de la personal visión de su país y el mundo durante el período entre guerras. Un prólogo y un epílogo de similar carácter dan inicio y redondez final a la obra. La cúpula de la política internacional decide en un claustro el destino de la humanidad. La corrosiva pantomima determina el elocuente lenguaje corporal de estas secciones de la propuesta escénica.

El cuerpo del relato está dividido en actos sugerentes de diferentes ámbitos de la guerra y sus protagonistas: soldados y mujeres que se acompañan desde distintos roles y situaciones. Dos personajes símbolos profundizan el discurso dramático. La muerte, rectora las acciones, y el clown, perturbador histrión que con recurrencia distancia emoción y razón.

La mesa verde llegó a Venezuela con la compañía de Jooss, ahora establecida en Inglaterra. El escenario del Teatro Municipal de Caracas la recibió en marzo de 1941ante un escaso y poco preparado público, junto a los títulos La gran ciudad y Los héroes.Formaba parte del elenco en esta gira la bailarina Lidija Korcer, luego conocida como Lidija Franklin en el país, donde se establecería.

El cronista venezolano Carlos Salas en el libro Historia del Teatro en Caracas (1974, Concejo Municipal del Distrito Federal), se refirió al aludido hecho con espontaneidad: “El ballet inglés exhibió un espectáculo bastante original, que gustó poco a los espectadores debido a la supresión de la orquesta y la sencillez de sus escenografías, hoy tan corriente en todos los escenarios del mundo”.

A mediados de los años setenta, La mesa verderetornó alas tablas venezolanas con la presentación del Tanz Forum de Colonia en el Teatro Municipal caraqueño, y la participación dentro de esta agrupación del bailarín venezolano Carlos Orta. En 2008, sus dos últimas escenas fueron repuestas por el coreógrafo nacional Leyson Ponce dentro del programa escénico Libertarios, producido por el Instituto Universitario de Danza.

La mesa verde remarca el principio rector de Kurt Jooss: la danza como exaltación crítica y acabada síntesis de los sentimientos humanos. Su mensaje antibélico sigue intacto.

Kurt Jooss