OPINIÓN

La mesa paralela   

por César Pérez Vivas César Pérez Vivas

El domingo 15 de septiembre el presidente Juan Guaidó informó al país sobre el agotamiento del proceso de negociación con la cúpula roja, ante la decisión de Nicolás Maduro de retirarse de la mesa en Barbados y al negarse a dejar el poder y a efectuar elecciones libres.

Acto seguido, el lunes 16, el régimen montó en la Cancillería una llamada “mesa de diálogo  por Venezuela” entre los agentes de la dictadura y un grupo de personas y organizaciones que desde hace ya un largo tiempo vienen presentándose como dirigentes opositores, pero con una gran cercanía política a la dictadura.

Se trata de los mismos actores políticos que ofrecieron su concurso para dividir a la oposición y para darle al régimen un viso de competitividad democrática en la embocada y fraudulenta elección del pasado 20 de mayo de 2018, que Maduro usa como argumento para justificar su continuidad en Miraflores.

Esta mesa, por la forma como se ha presentado, por quienes la han constituido, evidencia, una vez más, la falta de seriedad y voluntad política de la dictadura para lograr una solución política, pacífica y electoral a la tragedia que vivimos.

Su inmediata instalación, luego de que la directiva de la Asamblea Nacional declarara agotado el mecanismo de Barbados, ratifica la convicción que mantenemos, la mayoría de los actores políticos, que con determinación buscamos el cambio: Maduro y su camarilla no tienen ninguna disposición a entenderse con la sociedad democrática, para dejar en manos de los ciudadanos el destino de la nación. Su determinación es clara: pretende eternizarse en el ejercicio del poder.

La mesa paralela o usurpada ya estaba operando. Su inmediata puesta en escena para cubrir el vacío que deja la cancelación de la principal es otra prueba, por si acaso en la comunidad internacional hay aún quien no lo tenga claro, que para la barbarie roja el diálogo y la negociación es una táctica en su estrategia de correr la arruga para finalmente no hacer nada, y burlar las legítimas aspiraciones de nuestro pueblo a vivir en libertad y democracia.

No cuestionamos el derecho de las personas y agentes participantes en la mesa paralela. Ellos están en libertad de hablar, apoyar y hasta de formar parte ya formal del gobierno y su partido, si así lo deciden.

Lo que no pueden hacer es invocar una representación de la oposición democrática, porque no han recibido ningún mandato para hacerlo, y porque a todas luces es evidente que sus planteamientos están orientados a darle continuidad a Nicolás Maduro en la usurpación del poder.

Mostrar como logros de sus conversaciones con los agentes de la dictadura la liberación de presos políticos o el regreso de los diputados oficialistas a la desconocida Asamblea Nacional en nada evidencia una real voluntad de pensar en una verdadera solución a la tragedia humanitaria que padecemos.

Quienes participan directamente en la mesa usurpadora, y quienes aún se mantienen en la sombra, pero han participado en sus prolegómenos, y defienden sus supuestos logros, actúan de espaldas a la verdadera aspiración de la mayoría absoluta de la nación. Esa nación solo quiere que termine de inmediato este nefasto régimen.

Maduro se retira de la verdadera mesa porque no se quiere comprometer ante el mundo a una elección limpia. Sabe que un proceso electoral transparente lo expulsa del poder. Prefiere, entonces, no asumir ese compromiso. Por eso, y con argumentos inconsistentes, se retira.

Si de verdad le preocupase la tragedia de nuestro pueblo, si fuese cierto que le preocupan las sanciones, estaría dispuesto a construir una solución política, y no se aferraría al poder de la forma que lo hace.

Esa determinación de perpetuarse en el poder es un acto de violencia. Está fundado en el fraude legal, electoral y en la fuerza que le ofrecen las armas. Jamás en la ley ni en la voluntad de los ciudadanos.

Al cerrar la puerta a la solución política con la Asamblea Nacional, que ejerce la representación nacional, y pretender distraer al país y al mundo con un falso diálogo en la mesa paralela evidencia su ardid y pone nuestro futuro en un camino de mucho riesgo.

Un apreciado amigo me invitaba el fin de semana a reflexionar sobre la posibilidad de que la jugada del régimen pueda ofrecer alguna oportunidad para llegar a una solución.

Partíamos de una reflexión anterior,  en la que expresaba mi preocupación por el agotamiento de la política en el desarrollo de la crisis.  Observamos que de la ausencia de iniciativas habíamos saltado a la instalación de la mesa paralela.

Y ciertamente pudiera esta jugada movilizarnos con mayor determinación a ofrecer nuevas iniciativas capaces de movilizar a la nación y a la comunidad internacional para evidenciar nuestro firme repudio a la dictadura criminal y nuestra determinación a recuperar la democracia.

El mundo debe construir políticas eficientes para restituir la democracia donde ella ha sido confiscada. Juan Pablo II estableció el deber de injerencia humanitaria para detener las graves violaciones de los derechos humanos. El Consejo de Seguridad de la ONU ha acordado efectuar elecciones bajo su control en países afectados por fuertes confrontaciones.

La mesa paralela nos pone ante la obligación de recurrir a nuevas iniciativas, que nos permitan terminar la dictadura madurista, restaurar la democracia e iniciar el proceso de recuperación moral, institucional y material de la república.