“Como a nadie se le puede forzar para que crea, a nadie se le puede forzar para que no crea”

Sigmund Freud

La mentira es un vicio repudiable, que consiste en torcer la verdad, corromperla y lograr desterrarla del discurso, hasta conseguir la toma del paradigma con el cual se decodifica la realidad; el poder produce fricciones y resistencias, así lo determina Foucault, “las relaciones de poder no existen sin subordinación y sin resistencia” (Focault, 1992) y es justamente en dónde subyacen estas resistencias en donde se incardina la necesidad de procurar el poder de asirse a él, de buscarlo en todos los rincones y en los intersticios más bestiales del hombre, así el padre del Psicoanálisis, Sigmund Freud, propuso que de las resistencias que genera el poder deviene la envidia por quién lo detenta y se busca ocupar su puesto, la admiración a los intereses crematísticos sobre la virtud y los valores (Freud, 1990).

El ser humano no puede ser concebido como un sujeto manso y apacible, por el contrario, es el poder y su búsqueda aquello que fomenta la aparición de conductas en el ser humano, que lo evidencian como una verdadera bestia.

“El ser humano no es un ser manso, amable y por el contrario es lícito atribuirle una cuota de agresividad que cuando es necesario desenmascara frente a otros seres humanos como bestias salvajes que ni siquiera respetan a los miembros de su propia especie”  (Freud, 1990).

Así pues, nuestras relaciones con el poder sacan lo peor de nosotros, el licántropo límbico, que se comporta como una fiera frente a los demás, se decide asumir posturas animales, cuando nos corresponde comportarnos como tales, en estos duros y rudos veinticinco años hemos estado, frente al Tótem y al Tabú de quienes nos dominan, un Tótem que no inspira respeto, pero que ha demostrado ser una suerte de atavismo divino, sediento de sangre, una antinomia autoritaria que suele apoyarse en el relato mágico de un líder difunto, que escruta la realidad deforme de una estafa ideológica abyecta, que conspira a diario contra nuestra existencia. Es así como a sabiendas de su repudio general devenido Tabú, por la “vigilancia que el Poder impone a sus subordinados” (Focault, 1992), decidieron crear una falacia inmensa que solo subyace en los extravíos del pensamiento, la cifra de 10,5 millones de votos para recuperar el Esequibo, y luego las imprecisiones de un Consejo Nacional Electoral absolutamente avieso, que convierte en pamemas cualquier acto de voluntad popular en una estafa bufa.

Las cifras perversamente manipuladas de un evento electoral sin vinculación jurídica y además pletórico en imprecisiones lingüísticas, persiguen dos objetivos: uno, desmovilizar a la población, y el otro, crear las condiciones apropiadas para establecer un Estado de conmoción nacional, ante un eventual conflicto bélico con Guyana, lo cual le daría tiempo en el ejercicio extractivo a esta élite instalada en el poder. El primer objetivo, el de desmovilizar a la población, hay que analizarlo a la luz de que el posible evento electoral de 2024, estaría compuesto por dos fuerzas políticas, y de nuestra participación cuenta, que no puedan echar mano de la abstención para manejarlo como banco de votos falsos a guisa de conjunto vacío, es decir, que nuestro derecho a participar en las elecciones no puede verse opacado por este acto vacío y pleno de maldad y vicios.

Las consecuencias que a futuro traigan las poses bravuconas de un tirano, mostrando un mapa con el Esequibo anexado, no pasan de hechos graves de diplomacia de micrófonos, de groserías sin tomar en cuenta las consecuencias, esta en el guion de todas las tiranías connaturalmente fascistas, producir un conflicto externo, una amenaza tangible al Estado, que soporte en tiempo el hundimiento, esa fue la receta seguida por Leopoldo Fortunato Galtieri y sabemos el fin de esa trágica historia de la Argentina militar.

Finalmente, es imposible mentir, y cada mentira, los lleva a caer en terrenos lodosos y de fango pútrido del vicio o la tara por torcer la historia. El país es otro desde el 22 de octubre, la tiranía lo sabe y por ello acude a sus más bajos instintos para perpetrarse en el poder, para someter a sus secuestrados, para mantener el horror; entre  tanto los de abajo sentimos los horrores de una terrible crisis orgánica de la economía nacional, vemos el fantasma del hambre y  el rigor de la opresión, mientras la cúpula vive los onirismos esquizoides de Calígula devenido deidad, ellos trocados en una incorpórea voluntad electoral que no existió, no existe, ni existirá, esa es la verdad, real, palmaria e incontrovertible, no  permitamos que la mentira hecha política de Estado, nos subyugue la voluntad y la libertad del pensamiento.

“El hombre loco es un soñador despierto”

Sigmund Freud

Focault, M. (1992). Microfísica del Poder. Madrid: Ediciones de la Piqueta.

Freud, S. (1990). Tótem y Tabú. Madrid: Ediciones digitalizadas.

 

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