El largometraje Juan, dedicado a la figura de uno de los grandes cultores del país, cierra con un soplo de esperanza uno de los peores años del cine venezolano en su historia. Jamás se habían reportado tantos casos de censura como en 2019. Nunca las condiciones de proyección fueron tan desalentadoras. Aun así los gremios y creadores ofrecieron una digna batalla al seguir estrenando y produciendo, a pesar de las circunstancias de la depresión y el colapso de servicios.
A la vanguardia de la resistencia estuvieron los promotores del género documental, cuyos trabajos de no ficción compensaron el bajo rendimiento de las películas dramáticas con actores profesionales.
Está todo bien se erigió en la mejor pieza de los últimos doce meses, seguida de cerca por El vendedor de orquídeas, basada en una aproximación libre a la obra y vida de Oswaldo Vigas para compartir su legado a las generaciones de relevo.
En el mismo sentido, hemos disfrutado del milagro audiovisual de descubrir el nuevo filme de Adrián Geyer sobre el enigma de Juan Félix Sánchez desde la perspectiva de sus amigos, familiares, estudiosos y analistas.
El arte, por tanto, logra unificar las grietas humanas de un gentilicio herido y roto por la orfandad y traición de sus mitos fundantes, de sus instituciones, de sus líderes. La biografía alternativa de Geyer se arma con recuerdos, fragmentos, anécdotas, testimonios, leyendas y críticas, huyendo del montaje clásico de la semblanza romántica al uso.
El realizador emprende un viaje subjetivo, como la road movie de Lorenzo Vigas, para comprender su pasado, el origen y el devenir de su relación con el gigante del Tisure.
Un grupo de jóvenes acompañan al director en su expedición por los páramos merideños en la búsqueda de los restos conceptuales y estéticos del constructor de la famosa capilla de San Rafael de Mucuchíes.
La deslumbrante fotografía capta la arrebatadora belleza del paisaje a través de una conjunción de postales y detalles de las esencias místicas del contexto. En off escuchamos las reflexiones y pensamientos del relator del guion, quien decide apostar por una escritura abierta a la sugerencia del lenguaje poético, dentro de una estructura narrativa igual de flexible y experimental, sin llegar a ser un cortometraje hermético y críptico de festival pretencioso.
Juan consigue una mezcla perfecta de tonos y calidades de expresión, generando la empatía del espectador. Queremos conocer al personaje, entender sus virtudes y defectos, descifrar el misterio de su obra. ¿Es un Reverón ingenuo, sobrevalorado por un entorno de colonizadores y explotadores del aura del genio humilde? ¿Se trata de un hombre capaz de concentrar energías ancestrales, colectivas, paganas y religiosas que nos superan?
Los apóstoles proponen una respuesta a la altura del demiurgo casado con la señora Epifania. Sofía Ímber y Alberto Arvelo, entre otros, hablan de la modestia, de la fuerza de la naturaleza, del humor y de la conciencia expandida del personaje adelantado a su tiempo.
Le encuentro correspondencias con Walter Arp y su notable séquito de fanáticos valencianos. Juntos hicimos un documental maravilloso acerca de una personalidad avasallante en pintura, alma y cuerpo.
Juan merece la atención de ustedes, estimados lectores de El Nacional.
Se los recomiendo como un regalo de Navidad para el futuro de la nación.
Sin memoria no hay presente.