Decir que la inmensa mayoría de los venezolanos rechaza en forma militante las negociaciones entre el chavismo y la falsa oposición es una obviedad. Pero ante la necedad y el empeño de los operadores políticos de ambos bandos en destruir a Venezuela tenemos que insistir en lo que resulta evidente ante los ojos de millones de compatriotas. No solo es lo que indican las pocas encuestas serias que quedan en el país y que no están asociadas a candidatos y agendas. Es lo que dicen muchos venezolanos pública y privadamente al condenar el permanente rito de cohabitación entre chavistas y falsos opositores que ya cumple más de dos décadas.
Poco importa el nombre que los publicistas le quieran dar. Llámese diálogos, negociaciones, acuerdos, mesas de negociación, etc. Da igual. En el fondo la gente entiende que se trata de la traición continuada de unos operadores políticos que se venden como alternativa y esperanza pero que en el fondo son sostenedores del régimen político chavista. Según la temporada puede cambiar el color y el diseño del empaque, pero el contenido se mantiene intacto. Para el régimen chavista se trata de ganar tiempo y atornillarse en el poder. Para la falsa oposición es validarse como la oposición oficialmente reconocida por el régimen.
Para la mayoría de los venezolanos no es posible ver lo que ocurre tras bastidores en esas negociaciones entre chavismo y falsa oposición. Lo único que puede apreciar el ojo común es que tras cada ronda de negociaciones el chavismo sigue más aferrado al poder y la falsa oposición celebra sus adjudicaciones electorales en forma de concejales, diputados y gobernadores. Podría decirse que luego de esas negociaciones nada cambia y todo sigue igual. Pero eso no parece justo. La realidad es que la situación es peor y cada vez descubrimos niveles más bajos e insospechados de la destrucción nacional.
El rechazo de los venezolanos a las negociaciones entre chavismo y falsa oposición no es gratuito. Es el resultado de constatar luego de dos décadas que para lo único que ha servido es para que los politiqueros de ambos grupos y sus clientelas sigan parasitando de la política. Para el resto de los venezolanos solo queda miseria y muerte.
Sin embargo, tanto el chavismo como la falsa oposición están condenados a seguir buscando fórmulas de cohabitación dentro del propio régimen. La fórmula negociaciones-elecciones es la que más frutos le han rendido tanto al chavismo como a la falsa oposición. El objetivo de esta formulación es vender la apariencia que sí es posible un cambio dentro del marco del estado chavista y sus instituciones. Así las negociaciones siempre terminan siendo el necesario preámbulo para volver a participar en unas elecciones cuyo resultado ya está previamente decidido. Más que negociar unas supuestas condiciones electorales la falsa oposición siempre ha buscado mejorar el reparto de las adjudicaciones electorales resueltas por el régimen.
La tramoya sobre la cual se monta esta comedia es la de la ilusión electoral. Esto es esa fantasía que le quieren vender a la gente para hacerle creer que sí es posible cambiar de régimen político negociando con el chavismo y participando en la piñata electoral. Pero luego de 22 años son demasiadas elecciones. Las negociaciones siguen redundando en las falacias de siempre para justificar la estafa electoral. Y así seguimos hasta la nueva ronda de negociaciones aumentando cada vez más la desilusión, la desesperanza y el desengaño de millones de venezolanos.
Desde el descontento y el rechazo hacia la falsa oposición y el régimen chavista hay que construir una nueva dirección política que se distinga por la calidad y fuerza de sus propuestas de lucha. Definitivamente esa nueva vanguardia para enfrentar al régimen chavista no puede estar conformada por partidos políticos que solo buscan beneficiar a sus clientelas. Estamos obligados a explorar nuevas formas organizativas que convoquen a los mejores venezolanos, los más preparados, los honestos para liderizar la lucha por la reconstrucción política y moral del nuevo estado venezolano que no será uno de partidos sino de ciudadanos libres.