Aún está muy fresca la asunción de Gustavo Petro como presidente de Colombia y apenas está perfilándose la orientación de su gobierno, que pareciera tener un tinte concertador, cuyo objetivo principal es el de alcanzar la paz, para lo cual hasta el momento ha mostrado un espíritu inclusivo de las distintas fuerzas de su país.
En lo que se refiere a política exterior, como era de esperarse, una de sus primeras acciones fue la restitución de las relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro ya concretada con intercambio de embajadores. Como signos positivos de su actitud con la Venezuela democrática, destaca que no dejó de diferenciarse con Maduro y la inconveniencia de complacer las pretensiones expresadas por Diosdado Cabello de extraditar a Julio Borges y el fiscal Zair Mundaray , así como la promesa, que ojalá sea cumplida, de continuar protegiendo a los miles de migrantes y exiliados venezolanos instalados en ese país.
Pero hay otros asuntos en los cuales no se ha diferenciado de la solidaridad automática con la descompuesta izquierda latinoamericana, como es la adhesión junto con los presidentes López Obrador de México y Luis Arce de Bolivia a la carta de apoyo a Cristina Kirchner motivada por la solicitud del fiscal Luciani de 12 años de prisión y prohibición de ejercer cargos públicos, respaldo que se dio a pesar de sus innegables vínculos con numerosos y escandalosos actos de corrupción.
Desconocemos si las razones son las mismas de AMLO, el muy firme defensor de la obsoleta doctrina de la No Intervención, de acuerdo con la cual ha obviado las más graves violaciones de los derechos humanos en Venezuela, quien olímpicamente declaró que fue una propuesta del presidente de Argentina, Alberto Fernández, y que no conoce en detalle el proceso contra Cristina Fernández, pero es evidente que está metida la derecha. Vaya genialidad.
También el Grupo de Puebla se pronunció con la publicación de un tweet en el cual denuncia la persecución mediática y judicial en contra de la vicepresidenta de Argentina a través de fiscales y jueces, dice, la derecha busca proscribirla sin permitirle defenderse. El lawfare, continúa, vuelve a operar en América Latina, a costa de nuestras democracias.
Según fuentes noticiosas, también fueron requeridos los apoyos del presidente de Chile, Gabriel Boric, quien me atrevo a especular, y también a desear, que no lo dio por dignidad y del expresidente de Brasil Lula Da Silva, que supongo que no lo hizo por un cálculo político, sobre la inconveniencia de apoyar a una señalada por corrupción en plena campaña electoral.
Maduro no fue requerido, suponemos que por formar parte de los impresentables, montó su tienda aparte en una misiva llena de epítetos halagüeños y cursis hacia la acusada y las sempiternas descalificaciones hacia el imperio.
Pero hay otro acontecimiento de mucha gravedad en el cual en el cual también hubo una actuación coincidente, de abstención de las representaciones de Argentina, Bolivia, Honduras y México, y la ausencia de la de Colombia, como fue en la resolución de la OEA condenatoria del gobierno de Nicaragua.
Parece no quedar duda de que Lula Da Silva será de nuevo presidente del Gigante del Sur, no se sabe si en la primera o la segunda vuelta de las elecciones de este año. De esta manera quedará fortalecida la marea rosa de la región, que seguramente pasará a liderar, no sabemos aún con qué matiz entre el rojo y el rosado. Tampoco cómo se ubicarán los distintos países que la componen de acuerdo con sus propios intereses, pero estos primeros signos no son un buen pronóstico.