OPINIÓN

La maravillosa vida de Josephine Baker

por José Tomás Esteves Arria José Tomás Esteves Arria

Publicity portrait of American singer, dancer, and actress Josephine Baker (1906 – 1925) in feathers backstage, 1946. (Photo by John Kisch Archive/Getty Images)

El   pasado 30 de noviembre 2021, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en uso de sus atribuciones legales, encabezó el ceremonial en donde el féretro embanderado de la gran vedette afroamericana de origen norteamericano y francesa naturalizada fue elogiado ante la nación gala por sus grandes servicios a su patria adoptiva. Quizá, muchos ignoran quién fue esta gran dama que eligió servir y luchar por causas justas ante el mundo. Y aunque algunos desinformados piensen que es una exageración, no hay duda alguna de que después de Benjamin Franklin, ex embajador de Estados Unidos (el primero en Francia), ha sido la personalidad norteamericana que más ha influido y despertado simpatía y amistad en la nación gala.

Los años de la niñez y de la preadolescencia de Josephine, estuvieron marcados por la pobreza y de malos recuerdos al ayudar a su familia trabajando en casas de blancos acomodados. Allá en Missouri aguantó la discriminación racial y los maltratos rutinarios a que experimentaba la población afroamericana. Muy jovencita se dedica al baile y al teatro, y después de una breve pasantía por Broadway, aceptó una oferta para actuar en París. Así, el 2 de octubre de 1925, debutó con el espectáculo Revue Negre el cual estaba amenizado por una orquesta de jazz. De inmediato su exótica y picaresca forma de bailar, con una diminuta vestimenta provocaron un fulgurante éxito en el público. De repente, Josephine se convertiría en la cara de los cubistas que amaban la manera entusiástica de la audiencia parisina para el jazz y la cultura negroide.  Sea como fuere, algunos críticos han establecido que la imagen “salvaje” de la diva, unida al ambiente de los años veinte en París, provocaron un renacimiento de la cultura negra, integrada por el jazz, el dadaísmo, y por si fuera poco el cubismo, cuyo principal patriarca y líder era nada menos que Pablo Picasso.

La venus de ébano como le decían algunos, no reposó en sus laureles. Realizó una gira por Europa, fue además la principal vedette del Folies Bergère en la compañía de un leopardo que aterrorizaba a la orquesta y  hacía vibrar de emoción a la audiencia.  Hasta abrió su propio club Chez Josephine.

En 1936 regresó a Estados Unidos donde montó algunos espectáculos, pero no tuvo la gran acogida del público, y ella percibió con indignación, los desprecios y maltratos hacia su persona.

Apenas se inició  la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, Josephine Baker acepta ser un agente de contraespionaje, cuyo jefe directo fue Jacques Abtey (Jefe de la contrainteligencia militar en París). Con este patriótico objetivo, ella se relaciona y es asidua a los banquetes y reuniones con  la alta sociedad parisina y  logra  con su prestigio movilizar a la Cruz roja. Después de la batalla de Francia, se incorporta el 24 de noviembre de 1940 en los servicios secretos de la Francia libre, siempre mediante la jefatura de Abtey, quien permanece como el funcionario hasta la liberación​ en Francia y en África del Norte, en donde se encontró bajo la protección de Ahmed Belbachir Haskouri, alto funcionario de Marruecos.

Cumplió durante la guerra misiones importantes, y sigue siendo conocida por haber utilizado sus partituras musicales para ocultar los mensajes. Participó también en las tropas femeninas de la Fuerza Aérea de la Francia libre y llegó a Marsella en octubre de 1944. Tras la liberación continúa con sus actividades en la Cruz Roja en donde canta para los soldados y el frente resistente. Estas actividades durante el transcurrir de la guerra le hicieron merecedora de la Medalla de la resistencia después de la guerra, y unos años más tarde la Legión de honor entregada por las propias manos del general Charles de Gaulle.

Quizá, la mayor desgracia en la vida de Josephine fue no poder tener hijos, porque tuvo que someterse a una histerectomía tras haber dado a luz a un niño muerto.

Pero, como revancha, Joe Bouillon con quien se había casado en 1947, adquirió la finca “Milandes” en Dordoña. Así, Josephine les da la bienvenida allí a los doce niños de diferentes lugares de procedencia que había adoptado, a quienes llamaba “La tribu del arcoíris”.​ Este lugar exigía una buena cantidad de personal por lo que tuvo que gastar   todos sus ahorros y se vio obligada a realizar numerosas presentaciones para continuar con su trabajo de atender a sus hijos adoptivos: Marianne (nacida en Francia), Stellina (nacida en Marruecos), Jeannot (nacido en Corea), Akio (el primero, nacido en Japón), Luis (nacido en Colombia), Jarry (nacido en Finlandia), Jean-Claude (1943-2015) (nacido en Francia), Noël (nacido en Francia), Moïse (nacido en Francia), Brian (nacido Brahim en Argelia), Koffi (nacido en Cote d¨Ivoire), Mara (nacida en Venezuela).

Pero, después de haber recibido un cheque con una cantidad importante de parte de la famosísima actriz Brigitte Bardot, la princesa Grace Kelly (también norteamericana y ex actriz como ella) la invitó a residir en Mónaco y le ofreció un casa en Roquebrune.

En 1964, asistió al gran mitín organizado en Washington por el predicador Martin Luther King, y tomó la palabra después de él, vestida con su uniforme militar y luciendo sus condecoraciones. Al parecer la gran Josephine quiso estar dentro de la historia del siglo XX y lo logró, amando a sus dos países, donde nació y Francia donde triunfó y luchó por su liberación.

Si alguien escribiera una amplia biografía sobre su persona, y dijera que es una novela, todos le creerían porque es increíble que una mujer haya pasado por tantos trances y haya decidido al final hacer el bien total adoptando a niños de todo el mundo.

Ella le agradeció al mundo y a Dios lo que habían hecho por ella y murió trabajando al día siguiente de haber actuado en un teatro parisino. Quienes están criticando a Emmanuel Macron de utilizar su nombramiento para el Panteón de las grandes figuras de Francia, olvidan que la elección la ha hecho un comité y después de más de cuarenta años del fallecimiento de la inolvidable Diva.