Donde tú eres tierno, dices plural.
Roland Barthes
«Los deditos de mis manos, los deditos de mis pies: uno, dos, tres, cuatro, cinco… seis, siete, ocho, nueve y diez…» Probablemente, muchas y muchos de nosotros aprendimos y luego le enseñamos a contar así a nuestras hijas y a nuestros hijos cuando apenas se intuyó el momento propicio, quizás cuando apenas se percibió un apresto para la motricidad fina, porque nos lo recuerdan las abuelas y los abuelos o porque nos provocó hacerlo… Así me ha llegado ahora ese pequeño verso para enternecerse, divertirse y aprender a contar, mientras escribo escuchando el piano de Erick Satie… como si fueran pasos de ángel… Con tal delicadeza, le hacemos más amable los primeros pasos en el recorrido de la vida a nuestros retoños… así les contamos y cantamos, incluso desde que están en el vientre materno, en recurrentes actos de afecto profundo. Sería una maravilla que esa ternura nos acompasara y les acompañara toda la vida.
En España, la maestra Ana Pelegrín hizo hace unos cuantos años contemporáneos un libro llamado La aventura de oír. Cuentos y memorias de tradición oral, donde recoge muchos juegos de palabras como ese de los deditos…
Son palabras que acunan, como lo ha dicho mi amiga y paisana Evelin Torres. «Pepín» recomienda dar de comer, dar de leer y dar a ver desde los primeros años, para así develar y revelar el reverso de lo adverso. Ha escrito varios libros donde persiste con hermoso empeño en trabajar por un mundo más amable para los más jóvenes del planeta. Entre sus libros hay uno magnífico, con ilustraciones de Rosana Faría Arapé, donde compila los más bellos recuerdos de la primerísima infancia traducidos en arrullos, cantos, poemas y delicados juegos de palabras: Tinguilitón, tinguilitón.
La escritora y cantautora Rosario Anzola ha sido también una de las que se ha ocupado de la preservación de este legado patrimonial, a la vez que una de las insignes creadoras del Proyecto Papagayo de la Fundación BBVA, en Venezuela,donde se han afanado en promover esta literatura oral y permanente en el tiempo.
Asunto que antes ya se había asomado, astuta y traviesamente, en la década de los ochenta por la Ventana Mágica. “Poesía para cantar y jugar” era su lema. Un crisol promovido por la maestra Ligia Lima de Bianchi, desde la Fundación Venezolana de Literatura Infantil y Juvenil, en la que se asomaron numerosas e inolvidables figuras de la poesía, el teatro, la literatura y la música como Griselda Navas, Jesús Rosas Marcano, Velia Bosch, Un Solo Pueblo, Gilberto Simozas y un sinfín de alquimistas nuestros, quienes además fueron pioneras y pioneros en el asunto de los proyectos multimedia en nuestro país.
Es pertinente mencionar en este día que nuestro amado Tío también puso lo suyo y además abrió más caminos con su programa Contesta por Tío Simón. Mi hermana Mariela no para de enseñarle a su estudiantado esos juegos de palabras que las vuelve hasta teatrales, ahora en una escuela rural por allá por San Antonio del Golfo, en el estado Sucre. Recientemente, nos hemos sorprendido gratamente con iniciativas similares como aquella de Cántame un cuento o Mi juguete es canción, que tanto han alegrado la vida a un montón de personas grandes y pequeñas. Y también en Venezuela, desde 1949, mucho antes de todas estas queridas referencias, esas literaturas fueron sembradas en la inolvidable revista Tricolor fundada por don Rafael Rivero Oramas, de donde salieron árboles frondosos y todo un gran bosque tropical y frondoso, todo un ecosistema nuestro, artístico, poético, literario, humanista, inquieto y libertario. Un ecosistema que, bien escuchado, podría y nos pone ante el poder de actuar.
A medida que vamos creciendo ese repertorio se va ampliando y le acompañamos con nuevas canciones y juegos de palabras que van apareciendo algún día, en algún momento inesperado y justo… Ese teatro, esos cantos y esos cuentos están allí en la memoria de las culturas familiares, en la memoria emotiva de la mamá, del papá, de las abuelas y abuelos por más contemporáneos que sean. Es decir, en la memoria de nuestros pueblos. Hay familias, que todavía hoy, dedican un tiempo diario para jugar entre ellos y quienes les visitan.
Trabalenguas, retahílas, palíndromos, teatro, leyendas, mitos, relatos, poesía juguetona… ¡Otro me viene a la mente!:
Había una vez una gallina que se había encontrado en su corral con un granito de maíz. Frente al grano, se puso a pensar: Pico o no pico…. si pico me ensucio el piquito y si no pico, pierdo el granito. Entonces ¿Pico o no pico? ¡Y estaba en esa duda cuando llegó otra gallina y se comió el granito!
Hay muchos relatos, cuentos, leyendas, teatros, refranes, adivinanzas, canciones y otros juegos de palabras que siguen formando parte de nuestra tradición oral. Aunque son muchos los años que han pasado desde que se conocen esas tradiciones hispanas, sus contenidos siguen teniendo toda vigencia. Son juegos de palabras para divertir y ya, pero que,además -algunos- encierran eso que los fabulistas como Esopo, Samaniego o La Fontaine, llamaban moralejas. Son juegos de palabras nada inocentes que todavía recorren a nuestra región y que se encuentran, por aquí y por allá, con pequeñas variantes. Se ha descubierto, incluso, que algunos juegos similares están presentes en las literaturas orales transcritas de las voces propias de antiguas civilizaciones originarias. Unas y otras han quedado para su revisión en los primeros años de algunos programas de educación básica de nuestra región ¡lástima que luego como que se olvidaran!, pero que también pueden escucharse todavía en alguna casa, en alguna provincia, en algún mercado popular o en cierta playa donde se reúnen sus vecinas y vecinos para ofrecer lo maravilloso que viene dela mar.
Aunque es mucho el polvo que le han caído a esas entretenciones sabias y sentidas, hay un componente lúdico en muchas de esas tradiciones orales… una cosa de cierta libido, de sensualidad, que me parece que es una de las sentidas razones por las que han podido pervivir largamente en el tiempo.
Cuando el mundo va como va, de dolencia en dolencia, de violencia en violencia, y asistimos a esta suerte de nuevo (des)orden mundial, se me hace oportuno recordar ese tesoro que tenemos allí como una especie de acicate, como los mástiles en los que alguna vez se hizo atar el marino de aquel barco que todavía navega en el firmamento para no morir engatusado por los cantos de sirena y los peligros de la mar embravecida, ¡digo yo!