A mediados de los ochenta, a pocos años de restaurada la democracia en España, un juez paseaba por una playa de la provincia de Cádiz y al ver a dos mujeres tomar el sol en topless las mandó a detener, alegando, a pesar de que en esa playa no había prácticamente nadie, que su comportamiento iba contra la moral pública. El hecho generó un debate sobre quién define la moral pública. En pocos días, a partir del eco que en medios de comunicación tuvo la noticia, casi todas las voces afirmaron con rotundidad y claridad que dos chicas en una playa en topless en ningún caso afectaba la moral pública, entendida como tal la opinión de la mayoría de los españoles. Eso venía a explicar el hecho de que no se puede definir lo que es la moral pública, o sea, lo que es bueno o malo para la sociedad, en función de principios históricos tradicionales ideológicos o religiosos, sino en función de la realidad del pensamiento de la sociedad actual.
Eso me hizo pensar en aquella época, hace ya más de 30 años, que es la sociedad la que marca el ideario, la ideología y los cánones de comportamiento colectivo. A partir de ese hecho se puede apreciar que es la sociedad la que impone sus criterios y solo pueden ser alterados por actuaciones autoritarias o infinidad de elementos tramposos de algunos actores que continuamente, a veces, por intereses complejos y espurios, tratan de arrimar el ascua a su sardina.
No podemos decir que esto sea un efecto inmediato, pero sí que es claramente la vía para organizar de manera más eficaz, justa, libre y democrática la sociedad, y que ella misma, si no se perturba con injerencias, trampas, represión y fundamentalismos ideológicos y políticos en forma de dictaduras políticas y sociales, lo conseguirá; de hecho, en las democracias avanzadas es una realidad el avance de estos elementos.
Más allá del ejemplo que hemos recogido, hoy en día se puede ver el efecto de estas realidades en la exigencia social mundial de funcionamientos políticos, democráticos, transparentes y basados en la libertad de las personas. Dentro del respeto a las personas, a la naturaleza y al medio ambiente, hay que resaltar el importantísimo avance que se ha producido en el reconocimiento, y, por lo tanto, en la no persecución y garantía de la igualdad de derechos de la diversidad sexual. El avance importantísimo, necesario y justo, hacia la igualdad de género, la igualdad de razas, de clases sociales, la incorporación a la sociedad de personas con minusvalías físicas, en la protección y respeto a la infancia y a las personas mayores, así como el respeto a los animales, a la naturaleza y la concienciación del necesario cuidado de nuestro planeta.
El concepto de la mano invisible sociopolítica es similar al concepto de la mano invisible económica que Adam Smith desarrolla en su obra La riqueza de las naciones y que, básicamente, dice que confía en la capacidad autorreguladora del libre mercado para alcanzar el equilibrio y funcionamiento de lo económico y, por tanto, la fijación natural y más justa de los precios, refiriéndose al juego natural que ejercen la demanda y la oferta.
En un artículo mío publicado en El Nacional el pasado 16 de septiembre de 2019, planteé el concepto de la mano invisible sociopolítica al hablar de Naciones Unidas. ¿Por qué analizaba, al hablar de la ONU, la teoría de la mano invisible? Precisamente, porque es la ONU la que debe trabajar con especial protagonismo y ejemplaridad para que la sociedad se empodere definiendo su sentido y sus ideales sin las cortapisas y trampas que antes mencionábamos, y la ONU, sobre la que hay que decir muchas cosas positivas como es su propósito de trabajar para un mundo solidario y justo y los esfuerzos continuos que hace por mantener y robustecer la paz y la seguridad internacional; o de manera más concreta, la aprobación de la Agenda de Desarrollo 2030 con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para erradicar la pobreza, promover la prosperidad y el bienestar para todos, proteger el medio ambiente y hacer frente al cambio climático a nivel mundial.
A su vez, también tiene demasiadas trabas y trampas que, a veces, lejos de dejar que fluya y funcione la mano invisible, la corta, la condiciona y la manipula porque ahí entran en juego los intereses políticos y sociales de los distintos países, hasta con privilegios estructurados, como es el caso del Consejo de Seguridad, donde los cinco miembros permanentes, que son los ganadores de la II Guerra Mundial, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Estados Unidos, tienen derecho a veto.
La mano invisible de la economía, que no es otra cosa que dejar libre a los compradores y los vendedores para que consigan un punto de equilibrio y acuerdo entre todas las partes obteniendo además la máxima eficiencia de funcionamiento de la economía de la manera más equilibrada, eficiente y justa, dio cauce a lo que llamamos hoy la economía de mercado.
Por si alguien pone en duda los epítetos antes mencionados, basta como ejemplo que es el sistema económico empleado hoy en día en el mundo entero. Incluso en países que abrazaron ideologías que propiciaban sistemas económicos muy lejanos a la economía de mercado, en algunos casos estos países cambiaron globalmente su estructura política, abrazaron la democracia y con ella las libertades y la economía de mercado, pero en otros casos, como el de China, mantuvieron su estructura dictatorial sin libertades públicas, con cierta represión, pero abrazaron la economía de mercado. Hoy en el mercado mundial y en todas las relaciones internacionales no existe otro sistema que la economía de mercado.
Pues bien, en la sociedad, esa mano invisible es la que debe generar el asentamiento de los principios que abraza la sociedad en una especie de mercado de ideas en la que la lógica lleva a que sean, las mayoritarias y más lógicas, aceptadas por todos y esas mismas se concreten en leyes, normas y fundamento de nuestra verdadera escala de valores y lo que se podría definir como moral pública, y debe estar estructurada alrededor de la libertad, los derechos humanos y la democracia representativa. Quiero reivindicar, una vez más, que la única democracia que hasta ahora ha demostrado su adecuado funcionamiento y su eficaz desenvoltura es la democracia representativa.
Para que el mercado de las ideas, producto final equitativo, democrático y lógico de la mano invisible sociopolítica funcione de la mejor manera se deben cumplir una serie de condiciones, la principal es el abrazo total al respeto y fomento de las libertades, respeto absoluto de los derechos humanos, funcionamiento democrático a nivel de cada país, también es imprescindible el desarrollo de la cultura y la educación. En este caso, los nuevos tiempos, que van de la mano de la globalización, la vida en tiempo real, las nuevas tecnologías y las redes sociales ayudan al impulso y la extensión del mercado de las ideas.
En la misma manera que la economía de mercado funciona tanto en lo nacional como en lo internacional, el mercado de las ideas, que funciona en muchos países, pero no en todos, y, sobre todo, en unos países de una manera más evolucionada que en otros, lo cierto es que tiene grandes debilidades en el funcionamiento internacional porque los intereses a veces perversos de la geopolítica internacional destruyen, coartan y dejan casi sin efecto el espíritu libre del mercado de las ideas.
De la misma manera que hasta llegar a la economía de mercado fue necesario una evolución económica de miles de años, en el mercado de las ideas, aunque se ha evolucionado mucho, es necesario que siga evolucionando, que avance en algunas cuestiones. Todo esto, aunque va por un camino fuerte y seguro, y desde mi punto de vista su llegada es inevitable, tiene un cúmulo de elementos perturbadores de los que hablaré en otros artículos.
http://carlosmalodemolina.com/
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