OPINIÓN

La maldad como política

por Luis Velázquez Alvaray Luis Velázquez Alvaray

agentes cubanos

A este régimen desesperado no le preocupa la razón política, son filibusteros y no atienden a ningún orden moral ni jurídico.
En nota anterior señalamos que un encumbrado miembro de la cúpula chavista, Jorge Rodríguez Gómez, dirige un laboratorio que personaliza las torturas. Tortura a la carta, junto con otros profesionales de las ciencias de la salud, que utilizan sus conocimientos y sus técnicas, faltando al juramento hipocrático, mutando hacia la crueldad humana en su más viva expresión.
Han organizado toda una estructura, de sofisticadas técnicas y herramientas, con ingentes recursos provenientes del narcoestado, utilizando un bombardeo farmacológico a la carta contra las víctimas –dirigentes opositores y activistas electorales– sometidos a permanentes maltratos, implementados por los guardianes del crimen; grupos integrados por asesinos internacionales. Las víctimas son privadas de humanidad. Deben pasar una cadena de maldades, hasta convertirlo en nulidad humana. Las lagers nazis y los gulags estalinistas han regresado con herramientas contemporáneas; estos procedimientos terribles “atacan el cuerpo y matan el alma”. Abrumar con el terror es su objetivo.
La utilización del poder sin consideraciones morales es reflejo de las distintas categorías del mal: la crueldad, la mentira, el crimen como insignia.
La erradicación de la ética, en estas tiranías, es un camino que está inundando las calles y hogares del país. Se ha extraviado la racionalidad y el sentimiento humano. Este señor Rodríguez ha enlodado nuestro símbolo principal como ucevistas, donde nos entregaron como primera lección las célebres afirmaciones de Aristóteles: «No se enseña ética para saber qué es la virtud, sino para ser virtuosos”. Es decir, actuar de manera correcta y justa en torno al trato a la sociedad.
Incluso, el gremio médico y los demás relacionados con estos profesionales del mal deberían tomar cartas en el asunto. Es precisamente una de sus funciones principales.
La tiranía chavista se ha convertido con mayor fuerza, después de la clamorosa derrota electoral, en instrumento para causar sufrimiento y dolor a la sociedad. La tortura es despreciable, pero en modo infinito, cuando es una política de Estado, que ha colocado al mando de ella a una persona desquiciada completamente, que utiliza numerosos profesionales, mercenarios del conocimiento, para la destrucción masiva, física y moral de la disidencia política.
La cacería de la víctima, una vez concretada, comienza con un calvario de varios días por las llamadas clínicas de la muerte, en donde es sometida a los exámenes de rigor, para determinar la forma ideal de castigo. Este procedimiento permite explicar la desaparición del capturado, aislado totalmente, sin información para los familiares, hasta completar “el menú”, que ordenará Rodríguez, a los sanguinarios repartidos en las distintas mazmorras del país.
Estos atropellos poselectorales y la decisión de aferrarse ilícitamente al poder les impulsa a actuar con mayores señales la disposición de mantenerse a cualquier precio con actuaciones como estas: mendaces, mediocres y de marcado tinte criminal. Su estadía en el poder ha llegado a su fin, las consecuencias de estos actos son permanentes en las víctimas inocentes.
La crueldad se acentúa al querer lavarse la cara ante el cártel de Miraflores, a quienes prometió un resonante triunfo en las elecciones de julio. Humillado en las urnas y ante una caótica gestión electoral, ahora dirige con saña este terrible laboratorio de muerte y sufrimiento, contra venezolanos honestos y valientes, amantes de la paz y ajenos a estos desmanes, usados por la tiranía con malignidad y precisión. Para este bribón queda guardada la afirmación de Ayn Rand, citada por Parra Montero: «La ambición de poder es una mala hierba que solo crece en el solar abandonado de una mente vacía”, perversa y maligna, agregaríamos.