El asesinato de 14 miembros de las fuerzas de seguridad del nuevo gobierno sirio marca el fin de su breve período de luna de miel y el comienzo de una nueva fase de mayor incertidumbre e inestabilidad que refleja las realidades de las divisiones sectarias y políticas de Siria. Para los escépticos, esto claramente abre un nuevo capítulo, más sangriento, en la actual guerra civil de 14 años de Siria.
Además, la euforia inicial inmediatamente posterior a la caída de Al-Assad el 7 de diciembre se ha visto eclipsada por el aumento de las protestas, acompañadas de toques de queda, por parte de minorías que exigen mayor protección contra ataques, intimidación y discriminación.
Establecer una seguridad interna básica sigue siendo el desafío clave para el nuevo gobierno de transición de Siria encabezado por HTS (Hayat Tahrir al-Sham). Hay que reconocerle el mérito de haber logrado unir a la mayoría de las fuerzas de oposición anti-Assad bajo el paraguas del nuevo Ministerio de Defensa. Aunque esta nueva alianza no disponga de la fuerza de trabajo necesaria para ejercer un control a escala nacional, su prioridad inmediata es consolidar el orden en las zonas que técnicamente están bajo su control, entre ellas los principales centros de población y las zonas circundantes, como Damasco, Alepo, Homs y Hama, y la región costera de Latakia, bastión del antiguo régimen de Asad y su minoría alauita.
El establecimiento de «centros de asentamiento» por parte del nuevo gobierno para desmovilizar, desarmar y reintegrar a las fuerzas del antiguo régimen no rendirá frutos sin un verdadero compromiso político. Muchos siguen armados por temor a las represalias. No bastará predicar la inclusión y un gobierno representativo a menos que vaya acompañado de acciones sustanciales. Existe un potencial real de que elementos del antiguo régimen se transformen en una insurgencia desestabilizadora. Las lecciones del período posterior a la caída de Saddam Hussein en Irak son importantes. Además, una presencia resurgente del Estado Islámico en el este de Siria puede complicar aún más las cosas para el nuevo gobierno de transición en Damasco.
Sin embargo, la tarea geopolíticamente más complicada sigue siendo la del noreste de Siria, donde se está intensificando el conflicto armado que lleva años entre el Ejército Nacional Sirio (SNA), apoyado por Turquía, y las Fuerzas de Defensa Sirias (SDF), apoyadas por Estados Unidos y lideradas por los kurdos. Como la zona está fuera del dominio del gobierno de transición, es necesario que éste entable una danza diplomática gradual con todas las partes con el objetivo a largo plazo de obtener el control. Los yacimientos petrolíferos de la región pueden desempeñar un papel considerable para ayudar a financiar la eventual reconstrucción de Siria.
A pesar de los conflictos a lo largo de los años, el HTS ha desarrollado relaciones pragmáticas tanto con el SNA como con las SDF. Sin embargo, pronto puede verse obligado a tomar decisiones difíciles, ya que la rivalidad entre el SNA y las SDF involucra a dos potencias extranjeras críticas para los intereses inmediatos y a largo plazo del gobierno de transición.
En general, sus intereses a largo plazo pueden estar del lado de Turquía debido a varios factores, incluidas las realidades geográficas, los amplios vínculos ideológicos y la mayor dependencia económica. En los años anteriores a la caída de Assad, Turquía era el principal garante de la seguridad del enclave administrado por el HTS en la provincia siria de Idlib.
Los intereses centrales de Turquía siguen siendo la eliminación de los militantes kurdos del norte de Siria y el eventual regreso de más de 3 millones de refugiados de guerra sirios, lo que se ha convertido en una carga para el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y su partido gobernante, el AKP.
Sin embargo, la nueva administración siria dirigida por el HTS no puede correr el riesgo de alienar los intereses de Estados Unidos en esta etapa. El HTS necesita ser eliminado de la lista de terrorismo internacional de muchos países y el levantamiento de las sanciones contra Siria impuestas durante el régimen de Al-Assad. La influencia de Estados Unidos es indispensable para este proceso. Sin ella, el gobierno de transición de Siria tendrá dificultades para obtener apoyo económico internacional, en particular a través de instituciones financieras internacionales.
Además, sin un grado básico de apoyo de Estados Unidos y de Europa en general, el gobierno de transición tendrá dificultades para lograr un mayor reconocimiento y legitimidad en la comunidad internacional y los beneficios diplomáticos, políticos y económicos que lo acompañan.
Un interés central de Estados Unidos durante la guerra civil siria ha sido contener la amenaza del Estado Islámico. Hasta ahora, las SDF han demostrado ser un socio confiable en esta tarea. El nuevo gobierno de transición de Siria puede considerar una presencia más activa y mejorar su papel en esta tarea.
Para obtener un apoyo europeo cada vez mayor, debería embarcarse en una hoja de ruta creíble para el eventual retorno de muchos refugiados de guerra sirios. Para ganarse una mayor buena voluntad de los principales actores regionales e internacionales, su búsqueda de un gobierno «inclusivo y representativo» debe ir más allá de la retórica y traducirse en acciones reales.