«Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada». Edmund Burke
María Corina Machado, candidata presidencial de la oposición, ha expresado que su lucha va más allá de lo político-electoral. Según ella, no es simplemente una contienda política, sino una lucha espiritual entre el bien y el mal. En sus propias palabras: “Entendemos que el 2024 es una gran oportunidad y quizás la última para muchos venezolanos que quieren reencontrar a su familia. La lucha que estamos dando no es nada más política-electoral. Es una lucha espiritual entre el bien y el mal, en la cual el bien va a triunfar. Por eso esta es una lucha hasta el final”. De esa forma, propone garantizar la gobernabilidad democrática y el orden económico, representando “el bien” frente a la mala política, incluso dentro del liderazgo opositor. Su visión frontal en un contexto de polarización política no fue bien recibida por parte del oficialismo, tampoco en algunos predios de la oposición, pero su determinación la ha llevado a enfrentar y desafiar al sistema de gobierno actual.
La historia y la religión están repletas de figuras que han encarnado la lucha entre el bien y el mal, buscando gobernar con principios de rectitud, sabiduría y justicia. Aquí destaco algunos de estos personajes: Moisés, en la tradición bíblica, es un ejemplo primordial de liderazgo bajo principios divinos. Liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto y los guió hacia la Tierra Prometida. Su gesta no solo fue física sino también moral, presentando los Diez Mandamientos como un código de conducta basado en la justicia y la moralidad. Salomón, hijo de David, es recordado por su sabiduría proverbial. Su gobierno se caracterizó por la paz y la prosperidad, y su juicio justo es legendario, simbolizando la búsqueda de la verdad y la equidad en la gobernanza.
En la historia secular, Mahatma Gandhi se destaca como un líder que luchó contra la injusticia del imperialismo con no violencia y desobediencia civil. Su filosofía de Satyagraha, insistencia en la verdad, fue una lucha espiritual y ética contra el mal de la opresión y la injusticia. Nelson Mandela es otro ejemplo moderno de un líder que, después de años de encarcelamiento, emergió no con venganza sino con un mensaje de reconciliación y unidad. Su presidencia en Suráfrica estuvo marcada por la transición del apartheid a una democracia inclusiva, enfatizando la justicia y la igualdad para todos.
Estos personajes, cada uno en su contexto, demostraron que la verdadera grandeza de un líder se mide por su compromiso con la justicia, la sabiduría y la rectitud. Su legado nos enseña que, independientemente de las circunstancias, la lucha por el bien es un camino que trasciende el tiempo y las fronteras, y que la verdadera victoria se encuentra en la paz y el bienestar de la gente a la que sirven. De igual modo, así como Moisés, Salomón, Gandhi y Mandela enfrentaron desafíos y lucharon por principios de justicia y rectitud, María Corina Machado también se encuentra en una lucha espiritual y ética en su papel como líder de la oposición en Venezuela.
María Corina Machado, al igual que Moisés, se enfrenta a un régimen y busca liberar a su país de la crisis política y económica. En medio de la polarización y la adversidad, busca gobernar con principios similares a los de Salomón. Su enfoque en la justicia y la unidad refleja la búsqueda de un liderazgo sabio y equitativo. María Corina Machado también enfrenta obstáculos, pero su enfoque en la no violencia y la defensa de los derechos políticos, de la ruta democrática, es un recordatorio de que la lucha por el bien puede ser poderosa incluso en circunstancias difíciles, a ejemplo de Mahatma Gandhi. Y en su búsqueda por la presidencia, María Corina representa la esperanza de un cambio positivo. Su compromiso con la justicia y la unidad es un reflejo de la visión de Mandela. Ella enfrenta una lucha espiritual y ética similar a la de estos líderes históricos. Su determinación y principios la convierten en una figura relevante en la búsqueda de un futuro mejor para Venezuela, a pesar de las adversidades y obstrucciones que enfrenta. Su lucha no es solo política, sino también moral y espiritual.
En la encrucijada de la historia venezolana, figuras como María Corina Machado emergen como símbolos de una lucha que trasciende lo tangible. Su batalla, imbuida de una dimensión espiritual y ética, resuena con los ecos de líderes pasados que enfrentaron adversidades no solo con estrategia, sino con un profundo sentido de propósito. Por ello, insisto, la lucha de María Corina Machado es un reflejo actual de la eterna batalla entre el bien y el mal, un tema que ha resonado a través de las eras y las escrituras. Como Moisés, que desafió a un faraón para liberar a su pueblo, ella desafía un régimen en busca de libertad. Como Salomón, que gobernó con sabiduría y equidad, ella aspira a un liderazgo que se arraigue en la justicia y la rectitud. Como Gandhi, que enfrentó un imperio con la fuerza de la verdad y la no violencia, ella se enfrenta a un sistema con la convicción de sus principios. Y como Mandela, que transformó una nación con su visión de reconciliación, ella busca unir a un país dividido por la discordia.
La campaña de María Corina Machado, marcada por esos nobles propósitos, es un testimonio de la creencia en que el bien prevalecerá. En su compromiso hasta el final, hay un eco de la determinación que ha definido a los grandes líderes a lo largo de la historia: la convicción de que, más allá de la política y el poder, es la moralidad y la integridad las que deben guiar el camino hacia el futuro. Así, en el año crucial de 2024, la figura de María Corina Machado se alza no solo como una candidata presidencial, sino como un estandarte de esperanza para aquellos que anhelan un cambio verdadero. Su lucha es la de muchos, y su historia se entrelaza con la de aquellos que han dejado una huella imborrable en el tejido de la humanidad. Es una lucha que, independientemente del resultado, ya ha triunfado en su capacidad de inspirar y movilizar a una nación hacia un ideal más elevado de lo que significa ser justo, sabio y recto.
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