Quien nunca ha pasado hambre no entiende qué es irse a dormir sin algo en el estómago y, lo más doloroso, no saber qué le espera al amanecer.
El Estado debe buscar solución a esta situación por razones humanitarias. Con sus reclamos justos y desesperados, los maestros, los empleados públicos, los pensionados y los jubilados solo intentan recuperar algo de bienestar social con calidad de vida.
Es triste e inhumano que después de dos meses de movilización contra el hambre aún el Estado no asome voluntad política para colocar y darle prioridad en su agenda a esta grave situación.
Se trata de seres humanos y no cosas que actualmente son víctimas del hambre causado por la criminal hiperinflación que sigue contando con dos perfectos aliados como son el alza del dólar oficial (tasa BCV) y el paralelo, que prohíben a la mayoría de los hogares venezolanos adquirir 2 o 3 artículos de la cesta básica, que sigue siendo solo para los poderosos.
El Estado luce nuevamente equivocado en su estrategia de jugar al cansancio y desgaste de madres y padres de familias que aún se mantienen en las calles alzando su voz con sus zapatos ya deteriorados, pero con mucha dignidad y firmeza constitucional.
El Estado debe abandonar el silencio y la indiferencia ante tan grave situación. Los trabajadores y los pensionados aún esperan una solución satisfactoria.