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La libertad y sus desafíos

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Las democracias deben ser capaces de construir sistemas de partidos políticos de diferente signo político, vertebrados y disciplinados, que sean la base fundamental en la formación de gobiernos estables. La democracia no debe alentar ni el caudillismo, ni el clientelismo político; por el contrario, el libre debate de las ideas, las elecciones libres y la alternancia en el poder permiten dejar de lado cualquier atisbo de dictaduras. Si la Revolución Mexicana agrarista y antiimperialista iniciada en 1910, levantó las banderas de la «no reelección» como una respuesta política frente a la larga tiranía de Porfirio Díaz; fue necesario un proceso de institucionalización con la promulgación de la Constitución de Querétaro de 1917 y la posterior formación del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1929. La nacionalización del petróleo en 1937 durante el gobierno de Lázaro Cárdenas marcó un hito en América Latina, como un acto de soberanía económica de un gobierno nacionalista en un escenario internacional previo al estallido de la Segunda Guerra Mundial. El PRI, como partido hegemónico, gobernó México hasta el año 2000. La victoria de Vicente Fox fue en mi concepto parte de un largo proceso de crisis al interior del PRI, marcado por las «discutibles elecciones» de 1988, el asesinato del candidato presidencial Colossio durante el proceso electoral de 1994 y por la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de Norte América durante la administración del presidente Clinton.

México había impulsado su desarrollo económico con políticas proteccionistas que pusieron en práctica la llamada industrialización por «sustitución de importaciones» concepto acuñado por la CEPAL en los años cincuenta y sesenta. Fue a partir de la década de los noventa que se inicia un cambio de paradigma en la economía internacional.

Estados Unidos luego del fin de la Guerra Fría, no solo ejerce liderazgo político fuera de sus fronteras, sino que habiéndose puesto de manifiesto el fracaso de las economías centralizadas y planificadas en la otrora URSS y en Europa del Este; de manera casi espontánea la apertura económica marcó el devenir de los países que habían impulsado políticas arancelarias proteccionistas y que a la par habían limitado la inversión extranjera. Estados Unidos promovió la Iniciativa para las Américas y con la firma de un Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, sentó las bases del libre comercio.

En pleno siglo XXI, durante el gobierno de George Bush, la administración norteamericana propondría el ALCA como un Área Libre Comercio de las Américas; como una demostración cabal de que el debate ideológico no había concluido, a pesar de la Caída del Muro de Berlín, de la disolución de la URSS en 1991 y la democratización de Europa del Este; en América Latina se gesta el llamado Foro de São Paulo.

Si la Revolución Cubana agonizaba en la década de los noventa, luego de la quiebra de la economía soviética y la disolución de la URSS, lo cierto es que Fidel Castro encontró en Hugo Chávez el aliado político que necesitaba para competir electoralmente en 1998 en Venezuela y con un discurso de refundación política, hacerse del gobierno en un primer momento y del poder un tiempo después. Venezuela entre 1958 y 1998 se convirtió en un referente político latinoamericano, fue destino seguro de migrantes de diversas nacionalidades, la industria del petróleo y del gas fue nacionalizada durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1974. La empresa estatal PDVSA llegó a producir y exportar tres millones de barriles de petróleo al día, hoy solo exporta 700 mil de barriles diarios. Fidel Castro abandonó el apoyo a los movimientos guerrilleros y alentó la participación de movimientos y partidos políticos adscritos al Foro de São Paulo en toda competencia electoral.

Si la URSS solventó la tiranía cubana durante décadas, será durante el gobierno de Hugo Chávez, que Cuba reciba la generosa ayuda del chavismo. El gobierno cubano permitió la inversión extranjera en el sector turismo, facilitó el envío de remesas por parte de los cubanos residentes sobre todo en los Estados Unidos y de manera permanente suscribió convenios de cooperación para que miles de médicos cubanos presten sus servicios en el exterior, a través de la intermediación del gobierno cubano. Los médicos cubanos perciben apenas una alícuota del pago que percibe el Estado cubano por cada profesional; lo que constituye una abierta explotación laboral. El castrismo y su aliado, el chavismo, se mantienen en el poder durante décadas. La muerte de Hugo Chávez y de Fidel Castro no pusieron fin a las tiranías, que se han sostenido porque ejercen el control férreo de los servicios de inteligencia, las Fuerzas Armadas y de los estamentos policiales de sus países.

Estados Unidos durante la administración de Obama trató de restablecer plenamente las relaciones diplomáticas con el gobierno cubano, sin exigir la democratización de Cuba. Nicolás Maduro, por su parte, se aferra al poder, se burla de los compromisos asumidos en Barbados y no facilita el voto de los millones de venezolanos residentes en el exterior. Cuba y Venezuela comparten estrategias. Los adherentes al Foro de São Paulo ponen en práctica diversas estrategias, utilizan como coartada la convocatoria a Asambleas Constituyentes, polarizan el debate político, valiéndose de la victimización y el odio entre connacionales. El Foro de São Paulo fue reforzado con la formación del Grupo de Puebla, luego de que Lula Da Silva fuera procesado y llevado a prisión como parte del mega escándalo de «Lava Jato». Andrés Manuel López Obrador alienta la formación del Grupo de Puebla, pretendiendo asumir un liderazgo continental.

López Obrador, ex militante del PRI, llegó a la presidencia mexicana con el respaldo de MORENA, convertido en movimiento que aglutinó a militantes disidentes de fuerzas políticas procedentes del PRI y del PRD en especial. López Obrador mantiene una relación cercana con el gobierno de Díaz Canel y con la tiranía de Nicolás Maduro.

El gobierno mexicano es amigable con Daniel Ortega y con Evo Morales, que pretende postular en Bolivia el próximo año. López Obrador obstruye la Alianza del Pacífico y su gobierno ha decidido exigir visa a los peruanos que desean viajar a México, violando los principios básicos del libre tránsito de ciudadanos integrantes de los países signatarios (México, Colombia, Perú y Chile). López Obrador confía que su partido ganará las elecciones a realizarse el próximo 2 de junio.

MORENA enfrenta a una coalición de partidos liderados por el PRI a los que se suma el PAN y el PRD. Con políticas asistencialistas, el gobierno está seguro de que tendrá el respaldo ciudadano de los «grandes bolsones» integrado por los beneficiarios de sus programas sociales. México se ha convertido en el «paso obligado» de las «oleadas de migrantes» en camino hacia los Estados Unidos. La migración cubana, venezolana y haitiana es incesante. México y Estados Unidos comparten una extensa frontera, afectada por la presencia de bandas organizadas que trafican con las necesidades de cientos de miles de migrantes en busca de mejores oportunidades.

La quiebra de la economía venezolana ha ocasionado que alrededor de 8 millones de ciudadanos abandonen su país, generando una crisis migratoria sin precedentes. Las políticas laxas del gobierno de Biden han generado más caos en las fronteras. López Obrador es amigable con las tiranías, amable con la administración de Biden, se vale de la denuncia y la demagogia para llamar la atención en sus tediosas Conferencias de Prensa. Aparentemente, tiene un pacto de «no agresión» con los carteles de la droga, habiéndose preocupado en demasía incluso con la situación carcelaria del «Chapo» Guzmán, que cumple condena en los Estados Unidos.

Durante la campaña electoral, la oposición ha acusado al gobierno de ser tolerante con el narcotráfico y que el crimen organizado tiene el control de parte del territorio nacional. México está marcado por la presencia y la inocultable influencia del narcotráfico en determinados estados de la Unión. No puede descartarse una derrota de la candidata de MORENA y un cambio político en un país que, a pesar de haber dirigido cada vez más su mirada a Latinoamérica en los últimos años; no puede soslayar que su economía está atada a la norteamericana. Decenas de millones de mexicanos han hecho su vida en los Estados Unidos e incluso gozan de doble nacionalidad.

Por otro lado, Donald Trump competirá con Joe Biden en las elecciones de noviembre próximo. El voto latino cada vez toma un peso mayor y propio en los comicios norteamericanos. Un triunfo republicano y de Donald Trump puede representar un giro en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina. Una derrota de López Obrador representará un duro revés para el Grupo de Puebla y una nota de aviso para Nicolás Maduro. Una derrota de Nicolás Maduro debe darse en las urnas, más allá del control político que ejerce el chavismo con apoyo de sus aliados internacionales. No descarto que ante una inminente derrota, el presidente venezolano, con la intervención de terceros países, negocie una transición democrática que le permita preservar su libertad.

México es la segunda economía latinoamericana, después de Brasil. El actual gobierno de Lula carece de liderazgo internacional, mientras que Gustavo Petro y Gabriel Boric se han desdibujado en el ejercicio del poder. América Latina es afectada por el «tren de Aragua», el crimen organizado, los carteles de la droga y por incesantes «olas migratorias». La influencia cada vez mayor de la República Popular China en nuestra región, es vista con creciente preocupación por los Estados Unidos. Lo que ocurra en las próximas semanas en México y Venezuela, pueden marcar un giro en la política latinoamericana. Poner fin a las tiranías, afirmar la libertad, reducir la pobreza y defendernos de la influencia nefasta del globalismo avasallador en mi concepto, deben ser parte de una agenda mínima en el corto plazo.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú

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