No hay duda de que uno de los conceptos más populares -o mejor diríamos acogido con fortuna- dentro del ámbito de la ciencia política ha sido el de la “libertad negativa” propuesto por Isaiah Berlin.
Según Murray N. Rothbard, (Cf. La ética de la libertad, Madrid, Unión Editorial,C.A, 1995, pp. 294-298) Berlin en un principio (1958) había escrito que “si los grados de libertad fueran una función de la satisfacción de los deseos, yo podría aumentar mi libertad con tanta eficacia satisfaciéndolos como eliminándolos; podría hacer a los hombres (incluido yo mismo) libres a base de conseguir, mediante condicionamientos, que pierdan aquella parte de sus deseos originales que han decidido no satisfacer”
Luego, en 1969, Berlin suprime el pasaje arriba descrito, y quedó finalmente así su redacción: “En este sentido, la libertad política es sencillamente el área dentro de la cual una persona puede actuar sin ser obstaculizada por otros”. Pero, según algunos críticos, Berlin confunde la “libertad” con la “oportunidad”, esto es, si un individuo X se niega a contratar a Y porque este es pelirrojo, y aquel no le gusta este color de pelo, es evidente que el primero reduce el campo de oportunidades del segundo, pero no se puede decir que invada su libertad. Siguiendo al profesor Parent, citado por Rothbard, los términos «libertad» y «oportunidad» tienen un significado completamente distinto. Por ejemplo, una persona puede carecer de oportunidad para comprar una entrada para ver un concierto de los Rolling Stones por numerosas razones, una porque la entrada es demasiado cara, pero nihil obstat siendo “libre” para comprarla.
También el historiador de las ideas políticas se hace eco de un viejo tema en la escatología marxista, el de la depauperación de las masas por el régimen capitalista y, dice en Four Essays on Liberty, el “desenfrenado individualismo económico, situación en que se hallaba la mayoría explotada en las ciudades: sus hijos eran sacrificados en las minas y las fábricas, mientras los padres vivían en la pobreza, la enfermedad y la ignorancia, una situación en la que el disfrute de los derechos legal es por parte de los pobres y los débiles…era una odiosa burla”. Aquí se le olvidó a Isaiah que la Revolución Industrial no empobreció a las masas en Inglaterra. De acuerdo con el extraordinario libro El capitalismo y los historiadores, (Madrid, Unión Editorial, 1974), escrito nada menos que por F.von Hayek, Ashton, Hacker, Bertrand de Jouvenel, et alia, se demuestra hasta la saciedad que la Revolución Industrial sacó más bien a las masas de la miseria que cotidianamente les había golpeado en su vida rural. Inglaterra aumentó notablemente su población después de la Revolución Industrial sin poseer grandes extensiones de tierra cultivable y fértil. Y los salarios fabriles aumentaron después de la Revolución Industrial.
En una entrevista concedida a la revista de filosofía A parte Rei en julio de 2010, declara nuestro historiador de las ideas políticas, que “el mercado no se ocupa de los pobres” y entonces debería según él haber una mezcla entre intervencionismo y libertad económica, y él mismo confiesa que no es economista, y que no sabría cómo sería la mezcla. Al parecer no ha visto las causas de la gran crisis del Estado benefactor en los propios Estados Unidos y Europa, en donde la promesa de ocuparse de los más pobres termina en la amenaza de una de las más grandes crisis económicas del mundo.
Aclaramos estas ideas de Berlin, quien se ha vendido a sí mismo como un liberal a carta cabal cuando en verdad es un crítico disimulado de la economía de mercado, la cual es la insustituible compañera de la democracia como sistema político respetuoso de los derechos humanos.