Por Equipo Editorial
Estamos a dos semanas de las elecciones presidenciales más importantes que se hayan realizado en la historia contemporánea de Venezuela. Este 28 de julio un país saldrá a decidir entre la continuidad de un régimen que nos somete por la barbarie, el hambre, la migración, las violaciones de derechos humanos, la persecución y encarcelamiento de opositores y disidentes, y hasta el ver cómo son cerrados pequeños negocios en represalias porque tanto la líder de la oposición, María Corina Machado, o el candidato presidencial Edmundo González Urrutia, deciden comer en tales sitios con sus equipos de trabajo.
Estamos ante una auténtica gesta histórica de resistencia, en ver, el cómo Venezuela se convierte definitivamente en la sucursal de Cuba, y en una versión de país africanizado con las posturas más recalcitrantes sobre mujeres como las que existen en Irán, o alcanzar, un espacio para el reencuentro entre connacionales, así como las posibilidades de retorno para aquellos que abandonaron el país, y lo más importante, volver a la reinstitucionalización, al rescate por la democracia, y que dejemos de estar aislados en el plano internacional, donde hemos sido sancionados hasta en la ONU, al ser una nación que ni siquiera paga sus mínimas obligaciones geopolíticas.
El madurismo sabe que está perdido. No solo es que tienen las cifras de las encuestas o el mal llamado simulacro que no era más que un perverso ensayo de movilización política, sino que las inmensas movilizaciones de la oposición que encabezan María Corina Machado y Edmundo González Urrutia han desbordado cualquier espacio de Venezuela.
Tenemos la confianza en que otro país es posible. Donde recuperemos las fuerzas productivas de un país que yacía en anomia. Que había perdido las fuerzas de luchar por sus derechos. Que parecía entregado al neototalitarismo. Hoy, esa realidad ha cambiado, y ahora tenemos la luz de una responsabilidad frente al futuro, al votar y cuidar nuestro voto con absoluta presencia en cada centro electoral. El madurismo no tiene herramientas, y menos pueblo para generar un fraude gigantesco.
Es hora de exigir a la comunidad internacional y en especial a Gustavo Petro y Lula da Silva que sean recíprocos en sus aspectos políticos ante la realidad de la patria de Bolívar. Ellos serán claves en la transición de Venezuela hacia su democracia. Hemos vivido muchos años de destierro y necesidades. El madurismo vive sus últimas horas y otro amanecer comienza para los venezolanos. El 28 de julio lograremos la nueva independencia.
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