¡París ultrajada! ¡París destrozada! ¡París martirizada! Pero París ha sido liberada, liberada por ella misma, liberada por su pueblo, con la colaboración de los ejércitos de Francia, con el apoyo y la colaboración de toda Francia, de una Francia que lucha, de la única Francia, de la verdadera Francia, de la Francia eterna (Primer discurso del general Charles De Gaulle en el Ayuntamiento del París Liberado, 25 de agosto de 1944).
El general De Gaulle con este discurso consolidó el gran mito de la Resistencia Francesa, mito que él mismo había comenzado a construir desde su mensaje radiofónico al llegar derrotado a Londres el 18 de junio de 1940. Nos referimos al mito de la Francia liberada por sí misma, de la existencia de la “verdadera, única y eterna Francia”, sin derrotas, sin colaboracionistas y para los gaullistas: sin comunistas también. Una historia lineal sin errores, de solo héroes. Sabemos que no fue así, hasta hace poco muchos en las calles de París habían golpeado y abucheado a los soldados prisioneros aliados del desembarco en Normandía y cuatro meses antes habían recibido masivamente al mariscal Phillipe Petain aliado de Adolf Hitler. Pero esta vez, al hablar de la Liberación de París (19-25 de agosto de 1944) quiero hacer una diferencia, y defender la memoria del gran líder que fue De Gaulle; porque aunque mi tarea como historiador es buscar la verdad frente a la mentira de los hechos, debo reconocer que los mitos también hacen historia y la pueden construir para bien. Algunos demócratas desatienden esta tarea y sus enemigos terminan destruyendo el sueño de la libertad.
Mi primera aproximación al mito fue a través de la magnífica película: Paris brûle-t-il?/ ¿Arde París? (René Clément, 1966) con el recientemente fallecido actor Alain Delon (al enterarnos de la noticia recordamos en nuestro perfil de instagram todas sus películas de contexto histórico). Aunque es un filme emocionante, mantiene los típicos contrastes que enaltecen a los héroes de la Resistencia al enfrentarlos a la maldad del ocupante; pero es importante resaltar que muestran la diferencia tan repetida en el cine entre los oficiales de la Wehrmacht (soldados honorables) y las SS (despiadados y asesinos). La película, a su vez, mantiene la perspectiva de la novela histórica homónima (de Larry Collins y Dominique Lapierre), no solo en mostrar la acción de todos los implicados sino especialmente del cambio del gobernador militar alemán de París: general Dietrich von Choltitz. De ser un destructor de ciudades leal a Hitler, por el cual fue colocado en el cargo el 7 de agosto, a desobedecer al Fuhrer y negarse a destruir la ciudad luz (algo que desmintió en sus memorias publicadas en 1960: Un soldado entre soldados, en el sentido que no se buscaban destruir monumentos sino industrias y edificios estratégicos, y que no lo hizo porque ya no tenía sentido alguno). En el 2014 se estrenó la coproducción alemana y francesa: Diplomatie/ Diplomacia (Volker Scholondorff, 2014) que se centra en el mismo tema de la destrucción, pero ofreciendo al cónsul sueco Raoul Nordling el protagonismo en convencer a Choltitz.
El primer documental que vi sobre la Liberación de París es la parte final del episodio “17. Morning (Normandía: junio-agosto, 1944)” del documental The World at war (Jeremy Isaacs, 1973-74) que le dedica a la insurrección, y que impacta porque a diferencia de otras imágenes estas son sumamente claras; y es que los franceses, como buenos inventores del cine, se dedicaron a dejar constancia fílmica del momento en que recuperaron su honor. El relato de los hechos era extremadamente breve y poco explicativo, porque es parte de una serie dedicada a la Segunda Guerra Mundial e incluso un episodio donde lo importante es el Día D. En cambio en la serie documental de Netflix: WWII in Color: Road to Victory (2021) se le dedica todo un capítulo (“Ep. 6. The Liberation of Paris”) con los comentarios de magníficos historiadores del conflicto, y con un ritmo que emociona. Y es un hecho que la resistencia en París liderizada por el comunista Henri Rol-Tanguy no habría podido resistir mucho tiempo de no llegar el apoyo Aliado. Por no hablar del temor que París sufriera las mismas consecuencias de otra ciudad sublevada: Varsovia.
El mejor documental sobre el tema es el producido por France TV: Ils ont libéré Paris/ Ellos liberaron Paris (Serge De Sampigny, 2014); y su razón es la cantidad de protagonistas que entrevistaron, junto a los detalles que ofrecen de material fílmico. Ninguna mirada queda sin ser consultada, hasta el hijo de von Choltitz aparece junto con un testigo de excepción: el sociólogo Edgar Morin. Y acá lo importante no es tanto el mito o el bendito tema de la destrucción de París, sino el hecho terrible del conflicto interno entre colaboracionistas fanáticos, comunistas y gaullistas; y entre todos ellos el ocupante alemán. Por no hablar de ejércitos Aliados que pensaban rodear la ciudad y seguir hacia la frontera alemana. Pero también resalta el valiente sacrificio de la Resistencia sin importar su ideología, que ofrendó más de dos mil combatientes. Los líderes no pudieron impedir el levantamiento, el pueblo lo anhelaba y supieron canalizarlo. En medio de la insurrección se logró una tregua al segundo día, para luego retomar la lucha en las barricadas. De Gaulle negocia el cambio de estrategia de los Aliados y el general Dwight Eisenhower permite que la “División Leclerc” de la Francia Libre vaya en auxilio. La misma será liderizada por “la Nueve”, que está formada por soldados republicanos españoles en su mayoría, estos llegan a las diez de la noche a los barrios del sur. A la mañana siguiente los sacerdotes de todas las iglesias hacen sonar las campanas, aunque la batalla no ha terminado la gente sale a festejar la Liberación. La semana que viene concluiremos con el análisis de los hechos y las lecciones de la historia.
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