OPINIÓN

La leyenda comunista

por Albert Geovo Albert Geovo

Los senderos de la filosofía estatistas son diversos, mas todos desembocan en un mismo punto, entre el mito y lo místico. Siempre se ha escuchado que antiguas o míticas civilizaciones vivían una sociedad de organización colectivizada, incluso se ha llegado al colmo de escuchar que los marcianos o venusinos viven en una sociedad comunista, donde todos gozan de libertad, igualdad y fraternidad, en especial de igualdad de condiciones socioeconómicas.

Ahora con una perspectiva teológica, el mito comunista, es semejante a las leyendas artúricas del Rey con los doce caballeros de la mesa redonda, mito que se viene reproduciendo desde todas las épocas de la historia; viniendo a configurar la fe más sólida del culto de Occidente, que se sintetiza en el mesías con los doce apóstoles; viendo en perspectiva histórica, el mismo código, se repite entre los signos del zodiaco griegos, persas, egipcios, prehispánicos e incluso chinos.

Probablemente en otras épocas más proclives al culto al espíritu no se descarte la idea de sociedades ceremoniales primitivas, originarias, con organizaciones sociales colectivistas, semejantes a las formuladas por Marx y Lenin y todos los de la línea de investigación evolucionista del materialismo histórico, en sus sistemáticas tesis positivistas que centralizan el poder en la figura de una autoridad total, al que hay que rendir fe ciega.

Pretender llevar a cabo estos fundamentos del espíritu al entendimiento social de la actualidad, donde prevalece un enfoque jesuítico de respeto y obediencia a la autoridad central, propio del siglo XV centrada en el sistema de pensamiento del papado como suprema autoridad mundial, es erróneo; hoy no sólo deja de ser serio, pueril, sino que también es una tomadura de pelo, en este tiempo de comprensión de los sistemas sociales, libre pensamiento y amplios conocimientos; donde precisamente esto ha permitido una era de desarrollo tecnológico, gracias al pensamiento crítico o juicio crítico desarrollado de la mente de las personas contra cualquier planteamiento, institución o autoridad de cualquier ámbito.

Esta concepción jesuítica de fe ciega hacia la autoridad pasa de ser un hecho histórico de planes, intenciones y propósitos, propio del papado, además de pasados periodos y civilizaciones; así que aspirar a introducir a la sociedad de este periodo actual, por ese mecanismo de control social de épocas pasadas, como se viene haciendo, es un absurdo, además de ser acto criminal, contra natura.

Trasladar esa sistemática idea de organización central, como se observa en la historia de los dos últimos siglos y el presente, es de carácter anticristiano, porque precisamente la cosmovisión de Occidente, profundiza en tres fundamentos que son comprensión social, libertad de pensamiento o libre albedrío y  conocimiento.

A continuación, profundizando más en el tema de las investigaciones sociales, que permitan entender los fundamentos decimonónicos genetistas que hoy vuelven a resonar en los medios de comunicación, producto de los efectos de la pandemia y cómo afecta esta los genes, además de que es tema también en los principales foros mundiales, se comprende porque existe una estrecha relación entre los fundamentos teóricos pre y posdarwinista, con relación a una serie de investigaciones genéticas y materialistas del siglo XVIII que insisten en los planes y propósito en aras de la narrativa de la seudo igualdad, instaurar un sistema colectivista mundial que por demás es y pretende ser deplorable, aunque las intenciones parecen buenas.

En otro orden de cosas, dentro de toda esta perspectiva del entendimiento social, resulta poderosamente perspicaz que se desestime y hasta se desincorpore de los estudios el patrón oro, debiendo ser este la base de la estabilidad de la economía mundial, como lo fue en el mundo hasta la administración de Nixon en el siglo XX; mas este será un tema que se abordará en los siguientes días.