OPINIÓN

La lección que nos acaban de dar

por Armando Martini Pietri Armando Martini Pietri
Biden de

Foto: EFE

Estados Unidos lleva dos décadas y cuatro presidentes tratando de convertir Afganistán en una nación de aspecto y viso de modernidad. Sin embargo, es imposible intentar transformar una sociedad primitiva según parámetros occidentales, sin tener clara identificación de quién la gobierna, quiénes aspiran a gobernar y quiénes desearíamos que gobernasen, ejercicio indispensable a la hora de la estabilización. Entre la Edad Media y el siglo XXI hay múltiples etapas intermedias que es preciso recorrer, se pueden acelerar, pero jamás ignorar.

Los rusos trataron de dominarlos. Y antes quien usted quiera. No en vano es conocido como “la tumba de los imperios”. En los últimos casi 200 años se ha resistido al dominio de una potencia extranjera. Sobrevivió a Ciro el Grande, a Alejandro Magno, al imperio británico, a la invasión de la URSS, la americana y la OTAN, entre otros muchos conflictos bélicos. Los han invadido, sin poder dominarlos, ni por las buenas ni por las malas. Los talibanes son musulmanes como los afganos, pero pueden asesinar a sangre fría y frente a una cámara. A diferencia de la represión castrista, que se esconde en sótanos para torturar y después hay que acudir a tribunales internacionales a probarles sus infames fechorías.

¡No es burla ni joda! Pero el Departamento de Estado ha llamado a los talibanes a formar un gobierno inclusivo y representativo. Y el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, subrayó los derechos de las mujeres y niñas que «deben ser protegidos», al tiempo que llamó a los talibanes a la «moderación».

El asunto ahora, para los venezolanos, es que los demócratas gobernantes en Estados Unidos y otras ilusiones democráticas del mundo dejaron a los afganos en la estacada, no han terminado de salir de los aeropuertos atestados por miles que les creyeron y ayudaron; se la jugaron sabiendo lo despiadados e inmisericordes que son los talibanes medievales, ya adueñados de Afganistán, matando a placer y esclavizando mujeres.

El 46 presidente se juega el prestigio ante sus compatriotas y el mundo, escapando a la carrera, argumentando que no quieren esa guerra, y si no ha podido frenar la brutalidad del castrismo en momentos de angustia, ¿por qué se va a jugar lo que le quede de respeto por los venezolanos?

El recién legitimado tiene derecho a creer que con un poco más de presión el anciano de la Casa Blanca levantará sanciones y lo dejará tranquilo hasta 2024, tomando en cuenta una oposición dividida, blandengue, que también perdió la calle; ahora todos ansiosos de participar en la segunda vuelta de las primarias del PSUV y en las adjudicaciones regionales, antes que por el destino del país.

Sectores opositores tienen la obligación de pensar que Estados Unidos gruñe como león pero actúa como gato cariñoso. El castro-madurismo es una molestia pero no una amenaza y que si el presidente venezolano fuera experto en diplomacia, ya hubiera sido invitado a discutir asuntos “de mutuo interés” en la Casa Blanca o Camp David. Contrariedad que al mismo tiempo cuesta entender, que no sin perversidad, llama “las oposiciones”. Acaban de liberar con cautelares a Freddy Guevara, quizás liberen a otros emblemáticos, para quitarle el argumento que el gobierno recién reconocido había creado. No veremos marines desembarcando ni derrotando a los que unos cuantos delincuentes doblegaron.

El fulminante regreso de talibanes ha conmocionado al mundo. Muchos civiles afganos ruegan por ayuda. Las mujeres temen por sus vidas y un futuro peligroso e incierto, donde están en juego los últimos años de progreso y libertades.

Washington acaba de dar una lección. Resuelvan sus asuntos que nosotros tenemos una buena vida que conservar y la llave de los millones que necesitan. Puede que Maduro esté asustado y prudente se restrinja a los escasos lugares de confianza. Que esté peleado con Cabello y el PSUV dividido. Pero Estados Unidos no se jugará opiniones y gastos millonarios por el que fue interino y compañía.

Los europeos están lejos, los estadounidenses más cerca, pero no se meterán excepto por algún asunto puntual de narcotráfico. Los cubanos están aquí; los iraníes quieren un pretexto para alardear; turcos, rusos y chinos interesados en negocios; Colombia entra en elecciones y con una mejor economía, lo que menos quiere es una confrontación inútil; Guyana se perdió. Lo que indica que empecemos a ocuparnos de arreglar nuestros asuntos.

Lección dura y sobre la cual se debe reflexionar. La democracia no es un punto de partida sino un destino final. A la democracia se llega por maduración de una sociedad durante generaciones, implica principios éticos, experiencia, sacrificio y educación ciudadana. Pensar que la instauración de un sistema democrático supone el principio de una etapa de estabilidad, libertad y prosperidad es una idea. Funcionó en las desarrolladas colonias británicas en América en el siglo XVIII, no tiene por qué funcionar igual en el siglo XXI. Entretanto, reflexionemos sobre las vacaciones en México mientras el 21N se realiza la segunda vuelta en las primarias del PSUV.

@ArmandoMartini