Chile ha sido un laboratorio de experimentación muy interesante para el análisis político. En los 70 fue el primer país en elegir democráticamente un gobierno comunista: el de Salvador Allende. Obviamente la implementación de un régimen comunista en ese país, como en todos en donde esto ha sucedido fue un rotundo fracaso; la miseria se acentuó y la deriva totalitarista del Partido Comunista hacía imposible la convivialidad ciudadana. Ante este problema, los militares, actuando como institución, impusieron una dictadura para evitar la catástrofe nacional. Obviamente como toda dictadura, esta ejerció la violencia en la represión de la oposición democrática, siendo sus excesos execrables, pero también el régimen de Augusto Pinochet fue un laboratorio de experimentación política, al ser el primer régimen en el mundo en aplicar las teorías de los grandes economistas de la escuela de Chicago, que propugnaba las bases de lo que sería luego el predominio del neoliberalismo, que tanto desarrollo económico y superación de la pobreza trajo a Chile y al mundo.
La prolongación innecesaria de la dictadura tiene una explicación, de la cual fui testigo de excepción y voy a contar mi anécdota al respecto: Mi padre era en los 80 embajador en la ONU en Ginebra, Carlos Andrés Pérez como vicepresidente de la Internacional Socialista en 1983 visitó Ginebra, era embajador de Chile un monstruo torturador apodado “El Chacal” precisamente por ser tan sanguinario, le pidió a mi papá que consiguiera una entrevista secreta con CAP; mi padre lo invitó a permanecer en la biblioteca mientras el resto se iba para que se encontrasen luego ellos, y yo lo acompañé en la espera. “El Chacal” lo que quería era transmitirle a CAP la intención de la dictadura de traspasar el poder al liderazgo democrático y pedía a CAP que ejerciese su influencia para que se unieran y designaran unos representantes con quien hablar para la transición, pues era imposible esa unión y así el régimen no tenía a quien pasarle el poder. Increíble pero cierto; la dictadura chilena duró mucho más de lo previsto por inmadurez de los demócratas en no organizarse para la transición.
Ahora Chile es otro actor de un acontecimiento histórico de relevancia mundial: con la votación en el plebiscito el pasado domingo 4, rechazando el estrafalario proyecto de la primera Constitución woke en el mundo, también está siendo otro laboratorio de importancia trascendental. El comunismo mundial, como lo he analizado en otros artículos, está implementando una nueva estrategia de toma del poder, ya no se basa en el materialismo histórico del marxismo clásico, sino en la hegemonía cultural de la teoría gramsciana. Por ello postula nuevos conflictos identitarios, en vez del clásico burguesía –proletariado. La nueva lucha de clases intenta la hegemonía del feminismo radical, el ecologismo extremo, el racismo inverso, la imposición de la desviación sexual y el asesinato de fetos y así toda una cantidad de extravagancias que van en contra de los valores tradicionales de la civilización occidental.
En el régimen soviético se reprimía violentamente la religión, en el marxismo cultural se la elimina a través de la hegemonía de la new age por medio de los aparatos culturales cooptados, entre los cuales increíblemente está la misma jerarquía católica, la cual llega al extremo de Francisco decir “que son los cristianos quienes siguen a los comunistas”. Esta inversión de valores, instrumentada por medio de la cultura de la cancelación, es lo que pretende el socialismo del siglo XXI imponer en Chile a través de la Constitución woke propuesta por Boric y rechazada rotundamente por el pueblo chileno en el plebiscito del domingo.
Así, Chile ha efectuado un tercer experimento de trascendencia para el análisis político: el comienzo de la caída del socialismo del siglo XXI, el inicio del despertar de los pueblos contra la estrategia del Foro de Sao Paulo de la toma del poder por medio de la destrucción de la democracia desde adentro. Este plebiscito marcará también el principio del declive del marxismo cultural en el mundo. Todo depende de que en los demás países el liderazgo democrático siga el ejemple del de Chile: anteponer el interés nacional sobre los intereses personales y partidistas y luchar como un solo hombre contra la dictadura comunista del socialismo del siglo XXI. Gran lección chilena la dada este domingo en el plebiscito.