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La laguna del Cristo Negro

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El libro más reciente de Norberto José Olivar, escritor de obra consolidada e importante, centrada de manera particular y peculiar en nuestra laguna hechizada, y en la asoleada ciudad de Maracaibo, recrea su propio Macondo o Comala: un mundo inevitablemente mágico poblado por espíritus, almas en pena, fantasmas, demonios y hechizos.

En nuestra memoria colectiva, el pasado sobrevive más como mitología sacra y profana que como conocimiento, y Norberto lo sabe. En su ejercicio narrativo, realidad y ficción se mezclan y superponen y para el lector se vuelve indistinguible. En La Laguna del Cristo Negro, don Rodrigo de Argüelles da igual que existiera o no. Así otros personajes y los propios hechos.

En nuestra laguna y ciudad, la tradición religiosa cristiana es signo de identidad fundamental: en esta obra es el Cristo Negro. Aunque con el tiempo, se impondrá el culto mariano de la Virgen de la Chiquinquirá y, en cada pueblo o aldea, la Santa patrona o el Santo patrón, como San Benito de Palermo en las tierras del Sur del lago, con presencia importante en toda la cuenca, incluidas Cabimas y Maracaibo.

Norberto José Olivar sitúa esta novela en los albores de la presencia europea en nuestra región, 1499 y siglo XVI. Este siglo fundacional es nada o poco conocido. Y en la conciencia colectiva se fusionan, en un sincretismo creador los ancestros indígenas con los recién llegados: ambas comunidades con sus historias, creencias, leyendas y mitos.

La novela es muy cinematográfica y lo digo en términos positivos. La historia contada, o guion, atrapa nuestra atención y nos invita a seguir a personajes alucinados en su expedición de rescate y tragedias personales correspondientes.

Norberto José Olivar es un escritor culto, lector y cinéfilo. Y, más allá del cuento que cuenta, en su escritura hay ironía y humor, y reflexiones bastante serias que no pierden de vista el presente. Su obra debe ser leída como cronista y fabulador de esta ciudad y de esta laguna, pero también como un novelista que, desde lo particular, nos hace universales a la manera de Salgari que ubicó a Maracaibo en el mundo.

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