«Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros”. La frase se le atribuye a Estanislao Figueras, el efímero presidente de la efímera Primera República Española, allá por 1873. Luego de eso, Figueras cogió sus bártulos y se exilió en Francia.
Antes de Figueras, España estuvo al mando del rey Amadeo de Saboya, un importado italiano. Duró tres años en el trono. Al despedirse, lo hizo también con una frase memorable: “Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia di pazzi”. Es decir, “Ah, por Baco, no entiendo nada. Esto es una jaula de locos”. ¡Cómo sería el ambiente que un italiano lo calificó de locura!
Yo tampoco entiendo nada de España, ni de la Unión Europea. Ni de Venezuela, ni de América Latina. Y de Estados Unidos… no me toquen ese vals. Entonces, los que no estamos tan locos, ¿adónde nos vamos con nuestros bártulos? El mundo se nos ha convertido en una gran jaula de locos, Amadeo. Por Baco que sí. Porque por mundo entendemos este, el nuestro, el occidental. Esta civilización que hemos construido sobre el principio de la libertad y defendido con la espada Democracia.
¿Qué ha pasado? ¿Cómo se nos ha ido entre las manos? Puede ser que tengamos, precisamente, un problema de principios. Ya no buscamos como fin de nuestra existencia la libertad sino el lucro, el lucro voraz, a veces representado por el Estado y a veces por las corporaciones. Se nos movió nuestro centro y perdimos el equilibrio, dando paso a una desestabilización incentivada por los enemigos existenciales de nuestra forma de ver la vida.
Independientemente de sus andanzas políticas actuales, en el parlamentario estadounidense Devin Nunes, entonces presidente del Comité de Inteligencia del Congreso de Estados Unidos, dijo una dolorosa verdad en 2017. “Nuestra incapacidad para predecir las intenciones del régimen de Putin han sido nuestro mayor fallo de inteligencia desde el 11 de septiembre”. Richard Lourie, uno de los expertos occidentales que mejor conoce la forma de actuar ante la vida de los rusos, indica en su libro sobre el todopoderoso presidente Vladimir Putin la razón por la cual no terminamos de comprender a qué nos enfrentamos.
“Hay muchas razones por las cuales Putin se burla constantemente de América. Las categorías de pensamiento americanas acerca de Rusia son muy claras y transparentes. Para el pensamiento americano, el gobierno, el crimen, los negocios, y la policía secreta son cuatro cosas muy distintas. En Rusia, se confunden entre ellas fácilmente y se puede decir que, en varias ocasiones, Putin ha tenido sus manos sobre todas ellas”. Cambien América por Occidente y americano por occidental. El resultado es el mismo.
Esa manera gangsteril de ejercer el poder, en donde más vale la voluntad de un hombre que la de todo un pueblo, no es propia de los occidentales. Sin embargo, poco a poco, sin que nos demos cuenta, ha ido entrando en el ecosistema, dinamitando hasta nuestro paradigma político basado en las categorías de izquierda y derecha. Putin lo mismo se aprovecha de un gobierno ultraconservador que de un gobierno ultraprogresista. Como ven, lo fundamental es que sean ultras, porque eso los ubica en los extremos, campo donde no crece la flor de la razón, otro de los pilares de nuestra civilización.
“Para Putin, el juego del poder solo tiene tres reglas: conseguir, mantener, retener. Todo lo demás es un sin sentido y una simulación”, explica Lourie. A eso nos enfrentamos con el falso progresismo y el falso conservadurismo. Si los dejamos conseguir el poder, su manual indica que deben hacer lo imposible por mantenerlo y retenerlo. Como nuestro ADN social no nos permite acometer medidas drásticas y autoritarias como prohibir la existencia de esos grupos, debemos revitalizar con un vigor nunca antes visto al centro político para recuperar nuestro equilibrio existencial.
Lo principal para eso es cambiarnos el chip. No es la lucha a la que estamos acostumbrados, la de izquierda versus derecha. Una cosa es la izquierda y otra el autoritarismo de izquierda. Una cosa es la derecha y otra el autoritarismo de derecha. Como se ha configurado el mundo, las categorías de izquierda y derecha pasan a un segundo plano para dar paso a las de autoritarismo y democracia.
La lucha existencial es contra el autoritarismo, para dejar de estar hasta los cojones de esta jaula de locos en la que, periódicamente, nos convertimos.
Artículo publicado en El Español
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