Desde hace mucho más de una década, quizá dos, me percaté de que el debate político de la humanidad, se había retrotraído a siglos muy anteriores al veintiuno. No se trata primordialmente, de defender ideas liberales en lo económico y conservadoras en lo social, o viceversa. Tampoco parece tratarse, de sobrevivirle a sistemas políticos, que, en la mayoría de los casos, y el planeta lo resiente, violan los más elementales derechos vitales de sus habitantes, muchos de los cuales no son considerados por los estados que los gobiernan, ciudadanos. Se trata, y así lo entiendo, de poder, de vez en cuando, y muchas veces bajo engaño, tomar la decisión de votar por un tipo o un grupo que, para ser consecuentes, rara vez representa lo que defiende.
El voto es la única excusa que le sirve a los malos gobernantes para seguir gobernando (y al sistema para seguir operando). Más aún, si no pueden ser revocados, como es nuestro caso. “Ustedes votaron por mí y, por ende, por mi plan de gobierno”, así que se la calan. Sin embargo, y para ser realistas, muy pocas veces, los ciudadanos estudian un plan de gobierno. Muy pocas veces el votante tiene tiempo y estímulo para determinar en realidad, cuáles son las ideas e intenciones de aquel que le pide su voto. Esta situación, es consecuencia del costo que, en una sociedad funcional, tiene para un ciudadano común, estudiar al detalle los planes de gobierno de los aspirantes a gobernantes, más aún, si el sistema de libertades, es robusto. Esto, porque finalmente, da igual.
Ahora bien, este razonamiento es muy distinto en países donde el sistema de libertades es frágil o se pierde. Cuando se puede, si es que se puede, y se vota con cierto grado de libertad, aunque luego un personaje caricaturesco truque el resultado, el que vota lo hace motivado por razones muy distintas, y con un ímpetu o una intensidad, también muy diferentes. Para ilustrar lo afirmado, voy a citar al actual y prontamente exministro de Cultura (para su suerte) del gobierno de Superembuste, Ernesto Villegas, el cual se refirió al móvil del voto opositor. No puedo dejar de mencionar La importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde, un rebelde de la autoridad. Aunque no me queda claro si lo que voy a mencionar fue deliberadamente una carta de renuncia, porque ya no puede tragar más este régimen del cual forma parte: “… también hay gente que votó por amor; por amor a los venezolanos que se han ido del país, y les ofrecieron porque regresen… y mucha gente lo hizo, presidente, no odiando, sino amando”.
Algo a destacar, a nivel político, de este argumento, es que le sale al paso a su contrario, de que la oposición odia, y la represión gubernamental, cocinada con fuego de resentimiento y odio, está rellena del más puro y angelical “amor” en caldo de pollo, rociada de mañanitas. Pero lo más interesante es que ahora el voto, por sí mismo, no vale. Ahora, lo que vale es la motivación del mismo. Si voto porque me cae mal el tipo que gobierna, entonces ese voto no importa, importa el voto amoroso. Si voto porque mi ignorancia es gorda, avariciosa y cruel, entonces no vale, vale el voto inteligente. Si voto para castigar a un mal gobierno, que sumió a Venezuela en su más cruda realidad colonial, feudal, y dependiente, entonces mi voto no vale. Tengo que votar por amor al prójimo. Pero no a cualquier prójimo. Sólo cuenta el amor al prójimo habitante interino de Miraflores. Es un disparate contrapuesto a otro disparate. Está loco Ernesto y el resto de la guarnición (a mi entender).
Yo voto dentro de las candidaturas existentes, por quien me salga de las arterias, y mi sentimiento, móvil o llamado a la acción, no es problema de nadie. Puedo votar lleno de reconcomio, lleno de amor por MaCo (del puro, no quiero problemas), porque nadie soporta a Superembuste, porque me cae bien Edmundo, por joder, por vacilón, por no dejar, por sí dejar. Ese es mi problema. Nadie tiene un intensiómetro del voto, o un amorómetro del voto. El punto es, que mi voto es un voto tan igual como cualquier otro voto, independientemente de los móviles que lo materializaron.
De tal manera, que aquellos que perdieron las elecciones, porque el país ama la idea de que sus familiares vuelvan. De que se acaben entre otras, la guerra económica, la guerra de los 25 años, la guerra contra el imperialismo, la guerra de la Electricidad de Caracas, la guerra en la puerta de la bodega, la guerra del control de precios, la guerra contra los “pranes”, la guerra de los trenes, la guerra contra Milei, la guerra contra la oligarquía imaginaria, la tercera guerra mundial contra El Puma, la guerra de la falta de agua, la guerra contra los maestros, la guerra de los bonos contra los salarios, la guerra de los negocios turbios y los poderes presidenciales, entre muchas otras… votaron por amor a la idea de que se acaben esas guerras. Pero odia el abuso de poder, la violación de los derechos humanos, la mendicidad esta, cruelmente injertada en nuestra sociedad impetuosa. Odia la falta de gasolina, el abuso de poder, los insultos y los gritos de los supuestos funcionarios públicos al resto de la nación, los lujos de sus familiares carentes de mérito, la improductividad, la mentira y la manipulación, entre otras… pretenden aplicarnos un medidor del mérito del voto.
El voto es uno a uno, cargado de lo que contenga. Es la más primigenia, difundida, abrazadora, creativa e ingente muestra de amor de la democracia. La democracia se expande y se difunde en amor; porque los votos son amores. Todos los votos.
En resumen, quien no ama es quien no reconoce la voluntad popular. Quien no ama es quien reprime con miedo y arrogancia.
Venezuela tomó una decisión. Edmundo fue elegido presidente para el periodo 2025-2031. Las demás consideraciones no importan.
PD. A aquellos que se la pasan hablando del costo de salida. No existe salida suficientemente buena para quien no se dispone a rehabitarse como humano, como hombre. Para quien tiene miedo de ser simplemente él mismo. Para aquel que sólo se concibe como figura de poder; para ese no hay ninguna oferta suficientemente buena. La consecuencia la vivirá la izquierda en el futuro, lamentablemente. Porque un mundo sin izquierda es como medio mundo solamente, saltando a cojito.
¿Quién volverá a confiar? (lo digo con cierto pesar). Estas personas utilizaron las reivindicaciones sociales para someter a los pueblos, y luego, los otros presidentes se voltean como si nada. Apenas un silbidito en sus interesados labios.
Maduro, El Aissami si puede, Alex Saab que está en la buena, el resto de Maduro & Co, y por supuesto Delsa, Barreto, “el camarada” Figuera, Enrique Márquez, Edmundo “para todo el mundo” y la Atreyu de la partida que aún no termina, MaCo, no se pierdan la caricatura “Súper Mostacho” por lapatilla.com. Pueden adquirir los capítulos en forma de NFT a través del siguiente enlace:
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