Qué le está pasando a la izquierda continental que proyecta una imagen tan deteriorada, cuando otrora se ufanaba con aureolas de posteridad, entre los cantos de Mercedes Sosa, Quilapayún, Carlos Puebla, Alí Primera y la Nueva Trova Cubana, la obra de Pablo Neruda, la épica de Salvador Allende, como el nuevo signo prometedor para el irredento continente.
De allí la importancia de conocer estos antecedentes. La izquierda mundial conoció una fractura paradigmática hace más de un siglo en el contexto de la Primera Guerra Mundial de (1914-1918), al escindirse la Internacional Socialdemócrata en dos grandes facciones remarcadas a lo largo del siglo XX, con los partidos que optaron por la reforma como proyecto político identificados como socialistas o socialdemócratas, y los partidos que adoptaron la revolución como programa de cambio los denominados partidos comunistas marxistas leninistas.
En América Latina la andadura de la historia derivó en la reunión de una gran “familia” que agrupó a socialdemócratas, revolucionarios, progresistas, nacionalistas en torno a dos grandes dogmas, la lucha contra el imperialismo y la defensa incondicional de la URSS y la Revolución cubana.
En torno a ese posicionamiento escrito sobre piedra se erigió una liturgia compuesta por literatura, música, teatro, cine, que prefiguraba al hombre nuevo inmaculado de todo vicio capitalista, purificado incluso por las aguas del Jordán, y la edificación de una sociedad justa donde el lema marxista “de cada cual, según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”, derivaría en un paraíso terrenal donde no habría ni explotados ni explotadores.
Pues bien, lo acontecido por estos lares del Sur Global durante buena parte del siglo XX y lo que va del siglo XXI, nos ha indicado el resultado del desenlace de las aventuras, desventuras y promesas de redención social, discurseadas a los pueblos del continente desde el Río Grande hasta la Patagonia.
Aquellos proyectos que planteaban revoluciones como el caso de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, reconocen el mayor repudio por parte de la mayoría de los habitantes sobrevivientes de esos países, debido a la ruina de la condición humana producida por la destrucción de sus economías, sus instituciones políticas y la corrupción generalizada en los poderes públicos.
Por otro lado, quienes se han presentado como socialistas reformistas, como el caso del peronismo en Argentina, el PT en Brasil, en Chile Gabriel Boric, en Colombia Gustavo Petro, Luis Arce en Bolivia, entre otros, son impactados por la frustración popular ante el incumplimiento de sus propuestas de cambio social, de la falta de ética en el ejercicio de su gestión.
Esta descripción implica hacer una salvedad, no debiendo caer en el terreno de los conservadores ubicados como la derecha continental, quienes simplifican y colocan en el mismo terreno a tirios y troyanos. En el caso de las dictaduras señaladas estas deben ir a una transición democrática ante su posición de mantener el poder apoyados en el poder militar y la violación pertinaz de los derechos humanos.
En el caso de los segundos existe un escenario de debate posible de redefinición de sus proyectos políticos, los cuales reconocen originalmente la alternancia democrática como lo han demostrado cuando han perdido elecciones y han entregado el poder a sus contrincantes políticos conservadores.
Hoy la perdida del perfil alternativo en los gobiernos izquierdosos del continente lo traduce la reconocible decepción popular, que no los identifica ni con la reforma o la revolución, como decimos en Venezuela no son “ni chicha ni limonada”, al ser percibidos por el ciudadano sólo como cúpulas cuyo objetivo es capturar el poder para beneficio propio.
En definitiva, los pueblos aspiran a que los gobiernos por encima de su plataforma ideológica de izquierda o de derecha, sean capaces de promover una economía que garantice un nivel de vida decente, con trabajos dignos y al mismo tiempo respete la libertad de expresión y los derechos humanos.
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