OPINIÓN

La invisibilidad del modelo de propiedad

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

Es indudable que el acercamiento a la realidad se efectúa desde distintas ópticas. En el mundo de la economía, la visión se concentra en desmenuzar los procesos, leyes, procedimiento, políticas e ideologías como una atalaya para descifrar la situación económica de cada país, ¿se está ganando o retrocediendo, produciendo más o menos, expandiendo la economía o debilitándola, disminuyéndola? ¿Cuánta libertad o ausencia de ella determina la suerte de las políticas macroeconómicas, los beneficios y las pérdidas?, ¿cómo se manifiestan sobre la gente?, ¿quiénes ganan? ¿quiénes pierden? Para entender esta intrincada variedad de indicadores y variables de resultados tenemos una especie de lupa que nos acerca a comprender la realidad. Un campo en el cual la humanidad aborda distintas rutas. Tratemos de abordarlas en un lenguaje sencillo, sin pretensiones técnicas,  en modo coloquial, una conversación doméstica entre personas corrientes, no expertos; que quieren aprender y compartir.

Una de las visiones o propuestas imprescindible de descifrar sería la derivada de la visión marxista, comunista, cuya lectura nos proporciona una información con apariencia de “partes de guerra”. Plantean que sobre la tierra ocurre una lucha permanente, la califican como lucha de clases, los contendores son, por una parte, los que pretenden crear, producir, organizando empresas en un proceso calificado por el socialismo como de “brutal enfrentamiento con los trabajadores” en todos sus niveles. El posicionamiento de estas “clases” se deriva de su vinculación al derecho de propiedad. Los que emprenden son los propietarios de los medios para producir y enfrente  “la fuerza de trabajo”. En esta interpretación se omite que la importancia, lo más valioso del emprendedor, es el proyecto, la idea del emprendimiento como factor motriz para el surgimiento de “la empresa”. Las empresas no son productos de la naturaleza, como una naranja o una fruta cualquiera, son creadas por aquellos que albergan una idea, un proyecto. Allí está su acta de nacimiento, sin proyectos e ideas no existirían las empresas. El marxismo insiste en que la riqueza generada por las empresas no se deriva de la idea, del proyecto, es decir, del emprendimiento como tal sino de expropiación al trabajador de la plusvalía que genera con su trabajo. Plusvalía entendida como el excedente monetario originado por el trabajo humano presente en cualquier acción productiva.

Esta doctrina coloca al emprendedor como ejecutor de una fría operación de apropiación de la plusvalía generada por los trabajadores. Es decir que la riqueza del emprendedor no se deriva de su emprendimiento como tal sino de la “expropiación” de la ganancia generada por el trabajador, a quien contrató para materializar su empresa.

La receta histórica de esta ideología ha sido extinguir el derecho de propiedad del emprendedor y entregar la propiedad a un trabajador representado por el Estado socialista, transmutado en Estado propietario de los medios de producción. Esta versión ha tenido una vasta receptividad histórica, ha generado instituciones y Estados como la Unión Soviética, China hasta hace poco tiempo y entre nosotros la isla de Cuba. Un modelo de propiedad y de sociedad que ha fracasado en el mundo entero, en los 15 países que conformaron la Unión Soviética, en China, Vietnam, en Cuba y en el intento de Chile de Salvador Allende.

Esta versión ideológica ha tenido una fuerza descomunal y ha contribuido a dividir a la humanidad por lo seductor de su contenido, al plantear que en el mundo se reproduce una historia de injusticias ejecutadas por los emprendedores que se apropian, roban el valor que genera el trabajador. De allí que en el manifiesto comunista comience declarando la guerra entre empresarios -propietarios- y trabajadores.

“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras francas y abiertas; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna”.

La decisión económica para el socialismo está en manos de un Estado concentrado que a través de un sistema de planificación centralizada decide, omitiendo totalmente la participación del ciudadano.

A esta dominante propuesta se va a oponer la denominada Escuela Austriaca, que plantea a la humanidad una nueva visión: el valor no se deriva de la cantidad de trabajo contenido en la creación del producto, el valor se deriva de la apreciación que haga la sociedad del producto. El sujeto en esta versión no es el Estado centralizado sino el individuo responsable.

“La Escuela Austriaca de Economía, se origina en el siglo XIX por Carl Menger (1840-1921) y seguida en el siglo XX por autores como Ludwig von Mises (1881-1973) y Friedrich Hayek (1899-1992), se distingue por su enfoque individualista y subjetivista del análisis económico, enfatizando la importancia de la acción humana individual y la subjetividad en las decisiones económicas”. 

Un objeto puede implicar muchas horas de trabajo, pero si el consumidor no lo aprecia, el objeto pierde su valor, una relación que se produce en el ámbito de “el mercado” como espacio de intercambio de la sociedad no como el sitio donde el pez grande devora al chico sino aquel donde la persona, el individuo escoge, materializa sus preferencias.

“Ludwig von Mises descarta la concepción matemática y previsible de la Economía (planificada), para abrazar una concepción humana de la misma, partiendo de la trascendencia de La acción humana. L. von Mises recurre a principios generales y axiomas apriorísticos para entender el funcionamiento de la sociedad en general, su carácter inminentemente imprevisible, al ser intrínsecamente humano y subjetivo. Por ello, defiende la libertad y responsabilidad de las actuaciones de cada uno, en contra de los totalitarismos, de las planificaciones y del Estado omnipotente”.

Son infinitas e incesantes las experiencias de fracaso de emprendimientos porque el consumidor simplemente no compró, rechazó o no valoró el producto ofrecido por el emprendedor, un sujeto que asume riesgos, sabe que pueden ocurrir y por tanto tiene que incorporar en sus proyectos el conocimiento de las preferencias, gustos, valoraciones del consumidor para quien trabaja.

Los Estados socialistas son aquellos donde la propiedad se concentra en el Estado, quien decide a través de procesos de planificación centralizada que se produce y como consecuencia que se consume. El patrón de los trabajadores es el Estado centralizado, quien produce y distribuye. El mercado no existe poque la oferta y su distribución es un patrimonio del Estado socialista quien pasa a ser el verdadero, único propietario y empresario sin competencia.

En Venezuela se impuso una tentativa de imponer un modelo socialista, una experiencia que fracasó estrepitosamente durante las últimas dos décadas. 20 años que han convertido a Venezuela en el país más pobre de América latina. Se ha vivido el proceso de éxodo más grande que se haya producido en Latinoamérica. Más del 20% de la población -fundamentalmente en edad económicamente activa- ha huido en busca de trabajo, de posibilidad de asegurar la manutención de sus familias después de haber sido castigados por un duro proceso de destrucción del mercado de trabajo ejecutado por el poder socialista. La economía se contrajo a una quinta parte de lo que era antes de 1999, forzado el cierre del 90% de las empresas existentes, en el vano intento de imponer un modelo de autocracia cerrada, anulando la independencia de los poderes, restringida la libertad de comunicación, participación política ciudadana, expropiando y exterminando la propiedad privada como camino para expandir el poder del Estado.

Nuevos tiempos se avecinan y se afianza en la población, después del fracaso de la experiencia de la imposición del modelo socialista exterminador de la propiedad privada, la confianza en una posibilidad de cambio, de allí la necesidad de tener claro que el gran caso reciente de la experiencia del socialismo del siglo XXI se basó fundamentalmente en la destrucción de la propiedad privada, la guerra contra el empresario, la imposibilidad de crear nuevas empresas por el cerco institucional corrupto que convierte el camino el emprendimiento en un Viacrucis que toma 230 días y el enfrentamiento a la actitud corrupta de las instituciones públicas que miran al nuevo emprendedor como una presa a la cual pueden aplicarle repulsivas maniobras de chantaje y corrupción.

Estamos en un momento constituyente, la destrucción institucional lo determina, es universalmente reconocido que la propuesta de crear un Estado Centralista, Militarista y Policial denominado “Poder Popular” o “Estado Comunal» ha sido una experiencia mas de la inviabilidad que suponen las tesis socialistas. Frente a este momento de reconstrucción no puede tornarse invisible la significación del modelo de propiedad que ha regido nuestro país en democracia y en dictadura. Los venezolanos tenemos que comprender el real origen de nuestra tragedia histórica reciente. ¿Cómo pudo eliminarse la independencia de los poderes, cómo el sistema judicial y el sistema legislativo pudieron someterse a los designios de un poder cerrado totalitario? Y preguntarnos por qué el poder sin límites del personaje que ejerce la Presidencia de la República o cómo el tribunal supremo de justicia se convierte en instancia subordinada que actúa bajo órdenes del Poder Ejecutivo. ¿Por qué los jueces presentes en cualquier tribunal carecen totalmente de independencia y en su mayoría de la categoría y formación para ejercer esa posición privilegiada? Sus sentencias no son condenatorias del delito sino fundamentalmente orientadas a castigar a la oposición política, justificar los episodios de tortura y represión contra los ciudadanos.

Imprescindible calibrar, reconocer que el hecho de concentrar la propiedad de las fuentes de generación de riqueza en manos del poder central, acompañado del ejercicio de un poder redistribuidor sin límites, ni control, ha sido la circunstancia política que ha permitido que la democracia venezolana se convirtiera en la autocracia cerrada más concentrada de América latina acompañada de Nicaragua y Cuba.

Comprender la significación y el carácter determinante del modelo de propiedad que autoriza la Constitución vigente es una tarea básica para poder avanzar en el momento constituyente. La propiedad pública de las fuentes generadoras de riqueza tiene que ser totalmente visible y conducirnos a encontrar las alternativas que posibiliten la fundación de una democracia con libertades económicas, separación de poderes, autonomía del poder judicial y liderazgo del ciudadano como individuo responsable. Una sociedad con justicia, paz, libertad y propiedad privada.