OPINIÓN

La investigación en los países latinoamericanos

por Pensar Educativo Pensar Educativo

Por Maria Margarita Galindo

En la actualidad el conocimiento representa el ícono que determina el ritmo y la evolución de una sociedad, siendo posible observar en la historia cómo ha sido el motor de las revoluciones científicas y tecnológicas que han atravesado el mundo desde los vertiginosos cambios que originó la denominada Revolución Industrial ocurrida en Inglaterra desde 1750 y extendida por toda Europa hasta medianos del siglo XIX (Druker, 1993, p.21).

En tal sentido, el desarrollo de las naciones está sujeto en gran parte a la capacidad de producción de conocimiento que se tenga, para ello hace falta que los actores responsables del diseño de políticas públicas planteen las mismas considerando la educación y sus elementos como un vértice vital para el desarrollo aspirado.

La realidad demuestra que, aunque se reconozca la importancia del papel del conocimiento en nuestro desarrollo, hace falta un mayor empuje hacia la práctica de la ciencia, la innovación, la tecnología a través de la producción científica del conocimiento, para lo cual se requiere priorizar inversión en sectores como el educativo, eje base del desarrollo de una nación.

Particularmente, las naciones latinoamericanas tienen que dejar de ser simples receptoras de tecnologías para convertirse en productoras de estas a través de los avances en la producción del conocimiento. Para ello, hace falta reconsiderar el rol del docente como un simple depositario de información en sus estudiantes y evolucionar hacia la figura de un docente-investigador, considerándose este un actor capaz de producir conocimiento científico.

Es evidente que el mundo evoluciona sobre el hombro de sociedades cada vez más exigentes en sus demandas de servicios y desarrollo científico-tecnológico, lo cual motiva el cambio y su trasformación. Nótese el progreso de países como Corea del Sur, que de ser un país esencialmente dedicado a la agricultura hoy representa una de las naciones más sofisticadas y prósperas del mundo, razón por la cual el progreso y desarrollo se han convertido en una necesidad para evitar la involución de la sociedad y las respuestas a estas exigencias están contenidas en la producción del conocimiento.

El progreso de un país está sujeto a dos vertientes: el Estado y las universidades. El Estado porque es el que diseña, planifica, formula e implementa las políticas públicas que van a permitir crear las líneas necesarias para promover y apoyar el desarrollo del país, y por otro lado, las universidades porque son las instituciones que representan el principal centro de la producción del conocimiento, motor necesario para el desarrollo científico y tecnológico de una sociedad, siendo los docentes de este nivel los actores claves que determinan la producción científica de estas instituciones.

La universidad debe tener una visión prospectiva que le permita vislumbrar escenarios futuros para el progreso del país, por tanto, debe plantear alternativas de desarrollo con fundamento científico, que son posibles de alcanzar por medio de la investigación. Conforme con este juicio, la investigación es una actividad reconocida como un factor elemental para la generación de nuevos conocimientos y tecnologías, de allí que es necesario invertir en investigación para garantizar el avance de una nación.

Precisamente, en este sentido, las grandes diferencias entre las naciones comienzan con la inversión en investigación. Según datos del Banco Mundial, un país como Alemania para el año 2015 invirtió 2,88% del producto interno bruto en Investigación y Desarrollo, Estados Unidos para el mismo período destinó 2,79% del PIB. Finlandia hizo lo mismo con 2,90% de su PIB, mientras que países como Nicaragua solo destinaron 0,11% de su presupuesto anual; Perú, 0,12%; México, 0,55% y Chile 0,38% de sus recursos. O sea, que desde esta perspectiva la revisión y reflexión de los llamados países en vías de desarrollo debería ser la siguiente: ¿cómo obtener desarrollo si no se invierte en investigación?

Ante lo expuesto, la cultura científica debe formar parte de una sociedad que aspire a su desarrollo. La región latinoamericana debe superar la posición pasiva de ser receptora de tecnología para ser productora de conocimiento. Indiscutiblemente, hace falta acudir espacios y oportunidades de desarrollo y la educación es uno de ellos. La sociedad reclama un docente crítico, creativo, innovador, que rompa la barrera de lo tradicional que produzca; ese docente es el docente-investigador.

En los países latinoamericanos existe una profunda necesidad de apuntalar el desarrollo de la formación docente, pues esta se vislumbra como uno de los desafíos más críticos que deben enfrentar nuestros países. Los nuevos conocimientos tienen su origen en la investigación científica y esta debe ser liderada por docentes-investigadores del sector universitario que representan actores claves para producir conocimiento y desarrollo desde su ser, hacer y saber educativo.

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