Dando gracias al Supremo Autor del Universo, les entrego mi artículo sabatino de hoy. Doy gracias, como de costumbre, a El Nacional al dedicarlo a ustedes; al tiempo también de darles las gracias a todos por leerme. Gracias a quienes cada mañana se levantan con el deseo de compartir la vida en este mundo, disfrutándolo y cuidándolo, en lugar de hacerlo sufrir y dañarlo. Gracias a los que no han desmayado en alzar su voz contra las injusticias y la opresión que se sufre en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Gracias a los que han rectificado y se asumen en esta hora a la inexorable necesidad y venida del cambio.
“Gracias a la vida que me ha dado tanto”, suerte de estribillo al comienzo de su más célebre obra musical y en la que reiteró su amor a la vida en seis versos inmensos la gran poetisa y cantautora chilena Violeta Parra (1917-1967). Considerada una calificada exponente del dolor de pueblos oprimidos y depauperados, Violeta, al sesgar su propia vida, nos habla de la urgencia del rescate de lo más valioso del ser humano que es la alegría de su salud integral: mental, física y social, para lo cual no ha habido mejor invento que el amor y la amistad entre los seres.
Les invitó a rescatar el mayor y mejor amor propio y común como nación. Reconociéndonos en nuestra identidad libertaria y de orgullo patriótico-histórico hemos ofrecido participar desde nuestra modesta iniciativa de la Cátedra Internacional por la libertad “Francisco de Miranda” del espacio para compartir reflexiones y acciones rectificadoras. Requerimos de la urgente reorganización del sentir nacional, venezolano y latinoamericano. Reponer cara a cara, y abrazo a abrazo, el rehacer de un nuevo tejido humano, más allá de redes sociales y distantes comportamientos polarizantes. Nos urge el reencuentro para la solidaridad y la activación de soluciones temporales y diseño conjunto de otras más permanentes que salven vidas y coadyuven a recomponer nuestro hábitat, de un menos, básicamente civilizado, a un más que sea promisorio para los nuevos niños y jóvenes que se levantan. Comenzar con coraje la transición a un mejor futuro en cada presente del día a día.
Gracias Luis Almagro por tu preocupación y acción a favor de la causa de la libertad y la democracia en Venezuela. Gracias a todas las naciones e individuos conscientes de la posibilidad de asumir un papel transformador de las duras realidades que atraviesan nuestra patria de América Latina y el mundo. Buscar el bienestar, frente a experiencias muy dolorosas desde el viaje externo que cada uno ha tenido que andar. Del camino interno hacia el infinito de nuestras almas, cuando nos llegue a cada uno el momento de morir. Siempre con dignidad, dando “gracias a la vida que me ha dado tanto”. Esa que cada uno consume a su modo, en su tiempo y espacio, día a día, para el bien o el mal propio, y el de sus semejantes.
Cuidar la mejor salud mental posible en cada mañana al respirar; para sobrevivir en la esperanza del cambio. Hasta alcanzar ese vivir y renacer que ansiamos como nación. Desde el inconmensurable reconocimiento del valor de cada vida, del buen amor y humor que los venezolanos acostumbramos siempre a tener entre nosotros y para dar al prójimo, ahora para con humildad es momento de pedirlo para que nos acompañen a activar algún modo de invención de las fórmulas que nos conduzcan a superar la pesadilla de la Cuba, Nicaragua y Venezuela sumidas en la tiranía y la represión. Del mismo modo que a nosotros debemos amarnos a nosotros mismos, pedimos sencillamente solidaridad para lo sano y lo efectivo que es rescatar la libertad individual y colectiva que debemos procurar en medio de la oscuridad que nos rodea.
Ya no hay lugar ni tiempo a la repetición de la vieja retórica de izquierdas o derechas, ha llegado la época de inventar la felicidad de las naciones.
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