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La inundación

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La inundación en Rubio, estado Táchira, donde trece casas colapsaron, murieron dos personas y otras están desaparecidas por el desbordamiento del río Carapo, no es solo un episodio natural incontrolable. Es un hecho que, además, demuestra la indolencia de aquellos que poseen el poder en Venezuela.

Sí, ya sea en Táchira, en Aragua, Barinas, Yaracuy, Anzoátegui o Amazonas, en cualquier parte de Venezuela, la situación es la misma: la inacción de las autoridades (o en este caso seudoautoridades).

La inoperatividad de los entes del Estado es una situación que no se puede ocultar con un dedo; la falta de inversión ya sea en equipos de rescate o de prevención es inaudita, somos el único país que no está preparado para ningún tipo de contingencia natural, por básica y sencilla que ella sea.

Dios nos salve y aquí no suceda jamás un evento de impacto de proporciones catastróficas, pues sería una hecatombe similar a los relatos apocalípticos.

Nicolás Maduro prefiere comprar armas, enviar «ayuda humanitaria» a Surinam, mantener los gastos de gobierno de Cuba, financiar proyectos económicos en Trinidad o en Las Bermudas, que operar soluciones a las grandes necesidades que existen –y se acrecentan– dentro del país.

La usurpación no solo se aferra al poder, sino que al hacerlo no deja nada, absolutamente nada bueno a su paso. Y es que los más terribles regímenes, por lo menos, tienen algo bueno que dejar atrás, el de Venezuela es tan atroz que nada puede salvarse, nada tiene la magnitud para ser considerado como «bueno».

Allá en el Táchira fue el río Carapo el que se llevó todo a su paso, dejando solo escombros, dolor y muchos problemas.

Es la inundación del socialismo, un río crecido de destrucción, lo que arrasó con toda Venezuela, dejando a la nación sumergida en un océano de problemas, necesidades y escasez.

El socialismo es un río desbordado que destruye, termina y ahoga todo a su paso.

Sin embargo, siempre, siempre las aguas bajan, todo vuelve a su cauce y estamos seguros de que esta no será la excepción y que más temprano que tarde este aguacero de problemas cesará, el fin del socialismo llegará y alumbrará un buen tiempo para todos y cada uno de los venezolanos.

Así que es hora de achicar los pozos de las miserias dejadas por el socialismo y hacer que el país flote y supere todas las atrocidades y barbaridades cometidas por tanto tiempo y con tanta impunidad por quienes se hacen llamar «gobierno» en Venezuela.

Tengamos confianza, fe y esperanza, pues los venezolanos hemos demostrado a largo de la historia que somos el pueblo más dispuesto a luchar por la libertad y por eso la victoria será nuestra.

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