El lenguaje en su sentido extenso es mucho más que un conjunto de palabras que permiten establecer significación e instrumentalizan el discurso. El lenguaje constituye en lo personal el canal o la vía para construir razonamientos válidos y en lo colectivo el lenguaje embrida y promueve la construcción del capital social, la amalgama que permite a la economía, a la sociedad y a lo político operar de manera funcional.
El lenguaje en Venezuela ha sido perversamente desmontado, rigidizado y trocado en torpe y pobre, para permitir el vaciamiento cognitivo de los significados, e imponer un discurso único y hegemónico, un discurso oficial y una verdad promovida desde las esferas del poder, con la toma del lenguaje se sientan las bases para la regresión totalitaria y posteriormente la degeneración en el ejercicio del poder político, que presenta un gradiente de regresividad superior a la kakocracia o gobierno de las mafias, para asumir las conductas de una coalición gansteril que emplea un lenguaje vaciado, desmontado y envilecido para el fomento del seudohablante del cual se obtendrán dividendos políticos, pues este se encontraría inhabilitado cognitiva y racionalmente para construir un contradiscurso que sea la respuesta a un lenguaje socavado, militarista, endógeno y avieso, cuyo único fin sea la perpetuidad en el poder a costa del horror y del sufrimiento que cada vez menos voces cualificadas denuncian.
Ahora bien, es menester escudriñar más allá de las obviedades, la explicación válida del porqué la sociedad no reacciona, para ello es menester acudir a mecanismos con el espectro deseado, para evitar caer en la trampa de la intoxicación lingüística que califique la inacción en materia reactiva frente a esta catástrofe humanitaria, que se mide en dolor, vidas humanas, represión, expolio y desplazamiento desordenado huyendo de un horror que es imposible calificar, pues no se cuenta con herramientas apropiadas desde el lenguaje.
Así, pues, la sociedad venezolana no es torpe, cobarde, cómplice o congénitamente indolente, por el contrario, somos una sociedad víctima de un daño alevosamente planeado, a los fines de dejarnos sin capacidad de razonamiento y significación, al vaciarnos de lenguaje nos han acotado al terreno de la biología, a la elemental potencia de reacción desde la emocionalidad instintiva que es ajena al pensamiento, entonces el grado de sometimiento aceptado dócilmente de manera colectiva es el resultado de un proceso de degeneración alevosa y perversa, en el cual quienes adversan al régimen han sido defenestrados a una escala de calificativos impronunciables y pletóricos en coprolalia, que inclusive hacen al ser humano ser concebido como un organismo despreciable, un ser por el cual no es posible desarrollar otredad elemental y menos alteridad. Por esta vía al ser desterrados del plano humano, se hacen objeto y queda justificada la represión, y con el aparato del Estado dispuesto para ejercer el terror, se establece el miedo como reacción de ese pseudohablante, quien se mueve por estímulos.
Es esa primera etapa en donde se consigue la docibilidad de los cuerpos planteada por Foucault para este proceso, se debe desmontar el lenguaje, y para ello además de vaciarlo de significado, se debe tomar la escuela como centro de discernimiento y expresión, desmontar a la escuela y la educación no supone un acto de violencia extrema por la vía de los agotamientos presupuestarios, el abandono de la infraestructura y evidentemente el desprecio al talento humano, basado en la asignación de salarios irrisorios para el personal docente, la escuela y la universidad requieren que sea remunerado y valorado el recurso humano, de facto hemos sido defenestrados a la miseria y la mendicidad con salarios incompatibles con los niveles de preparación.
Así vaciada la educación, su proceso de toma por parte del Estado le permite infligirle a la sociedad un daño social inmenso, un daño a lo humano, un daño antropológico sentido y evidenciado en la precariedad del lenguaje, en su simplicidad y manejo rudimentario, y en la absoluta incapacidad de producir razonamientos y pensamientos coherentes, que permitan evaluar a la libertad como un desiderátum colectivo deseable, una sociedad dañada desde lo antropológico es incapaz de reaccionar con un contradiscurso que valide la carga de veracidad deconstruida e instrumentalizada para dominar, tiranizar y doblegar los destinos de la sociedad.
Así, pues, la última frontera la constituye la toma del lenguaje, su empleo deficitario para que sea incapaz de producir razonamientos válidos y coherentes y construir un contradiscurso, para desmontar la verdad oficial, la gravísima crisis económica no es comprendida en la extensión de su hostilidad por las fallas contenidas exprofesamente en el lenguaje, la inequitativa dolarización es reclasificada como una válvula de escape, el cinismo en el manejo del discurso de Maduro le propicia la construcción de un oxímoron absolutamente incompatible con la catástrofe derivada de una inobservancia elemental de la política económica, que nos ha llevado a ser una nación sin mecanismos de pago y con una moneda repudiable.
Las cifras macroeconómicas, las mediciones de calidad de vida y la determinación de la pobreza bajo esquemas de ingreso son absolutamente falsas y se pivotan en el déficit de funcionamiento del sistema educativo, abordado por la acción alevosa de una hegemonía que siempre apostó por el naufragio de la educación, la pretensión cierta y además terrible, de defenestrar de la oferta académica en áreas como la Economía, el Derecho, las Ciencias Políticas, la Filosofía, Educación, y muchas otras por carreras de corte supuestamente técnico, contienen el germen que siempre ha movilizado a los totalitarismos, germen este que subyace en la intención perversa por dominar las escalas del pensamiento, los predios de la mente y deconstruir desde allí el individualismo.
La toma del lenguaje, su simplificación forzada, la rigidez en sus formas, la sustitución de la crítica y finalmente la parálisis de cualquier razonamiento contrario, basado en la pobreza intelectual, que provienen de una Escuela y una Universidad que fueron desmontadas y asfixiadas para recrear una idea de falsa normalidad, de las condiciones absolutamente inconfesables del pulso de la economía, la sociedad y del estado de derecho, son la vía expedita para apoderarse del Estado. Una vez hecho este presa por parte de la hegemonía que usurpa el poder, la capacidad de instrumentalizar la perversidad, dominación y supresión del individuo están servidas.
Es menester también referenciar el expolio de las virtudes ciudadanas, el areté que empleaban los griegos para definir el grado de perfección en la vida ciudadana, ha sido envilecido desde el estado de necesidad impuesto como política de Estado y desde una ideología cargada de demagogias para ofrecer gradientes de igualdad, justicia y equidad, se ha pasado a un estado natural hobbesiano, que le suprime sus cualidades de simpatía, empatía, otredad y alteridad. El socialismo del siglo XXI ha mutado de manera regresiva, no para transitar hacia estadios de libertad y recuperación, por el contrario, ha sufrido una mutación regresiva, en la cual se imprime una evidente carga de iniquidad, injusticia, perversión y maldad, en un estado mucho más hostil que el estado natural de Hobbes.
Transitamos entonces por un contorno kafkiano, en el cual el extravío absoluto de la escala ética, ha supuesto la proximidad con las formas impuestas desde el chavismo, que es una verdadera reedición de cualquier atavismo totalitario capaz de asumir eso que los cientistas políticos definen como costo “político”, que no es más que el intercambio de horror y formas de coaptación en la vida social, por el dividendo de perpetuarse en el poder, así pues con todo lo absolutamente reprochable que nos pueda parecer el proceder de la república que tortura, para los cada vez más escasos ciudadanos de bien, vemos con horror como se aproximan a los predios de este anatema histórico, de esta tara en el desarrollo social nuestros pares y semejantes, sumándose así una carga de frustración adicional a la ya insoportable capacidad que mantenemos como sociedad para tolerar la incompatibilidad de la crisis económica impuesta como política de Estado.
La claridad en el lenguaje comienza con la capacidad para ilustrar que esta realidad económica que atravesamos como nación y que nos homologa con el África, no es atribuible solamente a la improvisación que también supone un extravío de virtudes, pues la misma constituye una antítesis con la prudencia y la racionalidad, también es el resultado incontrovertible de una alevosa crueldad para desmontar la verdad desde la destrucción del lenguaje pues al coartar esta forma de calificar, significar e instrumentalizar la realidad, se deja al ser humano acotado en una mera biología sin lengua, zanjando de tajo cualquier vestigio de virtud y de instrumentalización para la democracia y la civilidad.
Estabilizar el relato total y único requiere un socavamiento de la lengua, al desmostar la lengua la adhesiones a las falacias, visceralidades y estafas demagógicas están allanadas, los venezolanos estamos sometidos a una neodictadura con fines totalitarios cubiertos y en su fase gansteril, la cual se empeña en doblegarnos en lo espiritual y hacernos súbditos del Estado y de la hegemonía que se apoderó del mismo.
La tarea es blindar el discurso, apelar a una escuela absolutamente abordada para intentar mantener al menos las mínimas condiciones de ejercicio docente para la libertad y el fomento de las virtudes absolutamente expoliadas de este escombro de país. El lenguaje debe y tiene que ser defendido, con argumentos lógicos, que se opongan a los reduccionismos o pragmatismos, que en realidad contienen extravíos morales y éticos que hacen proxemia con el horror.
Fortalecer de nuevo a la escuela y el aparato educativo, no como acto de simulación sino como verdadera fuente de referencia es fundamental, para vehicular un lenguaje con talante democrático, que imprima respeto por la divergencia, que razone y argumente de manera coherente y cohesiva, alejándose de las formas de la coprolalia y el insulto empleadas por el seudohablante, construir un discurso lejano de la procacidad es el ideal para comenzar a sanarnos del daño antropológico, que han supuesto estos años mustios de los mensajes brutales.
La verdad no se puede esgrimir, como una conquista del torvo ademán derivado del ejercicio de la autoridad, la verdad es una conquista de la razón, del pensamiento y de gnosis, la cual se construye desde la oralidad, así una oralidad prístina y equilibrada, supondrá niveles de neguentropia mental.
Es menester exigir desde ahora, que todo aquel que toma la palabra en el espacio público lo realice en términos que permitan una efectiva captación de los fenómenos y una fluida comunicación entre los diversos actores, que le permitan denunciar la procacidad y violencia del seudohablante, ser especialmente exigentes con los sectores genuinamente interesados en forjar democracia, la cual requiere virtudes inquebrantables e inocularía a los actores inmersos en este proceso, de dobleces morales y hechos de corrupción tan laxificados y líquidamente trocados en hechos inocuos por parte de la sociedad.
Cuando la decencia sea rescatada de las ergástulas del régimen, se deberá prestar singular atención al lenguaje a fin de impedir que su uso pleno y libre pueda volver a estar seriamente amenazado, la participación ciudadana podría acceder a los saberes necesarios y a la expresión adecuada para cada situación en la cual decida operar, comprenderá la sana dinámica del debate y se rescataría por esta vía la esperanza, la otredad y la alteridad como insumos para los interlocutores válidos en un dialogo.
Finalmente, si llegamos a salir de este oscuro foso en el cual caímos como sociedad, rescataremos a la cortesía como un insumo elemental que al igual que los casi seis millones de connacionales salió en estampida de esta terrible realidad, ese paciente en tratamiento por daño antropológico podrá lograr una vez sea desintoxicado el lenguaje, usar una verbalización de la verdad en construcción, no solamente por hallarse dotado para ello, sino porque además los poderes públicos una vez regrese la democracia protegerán la libertad.
Todo lo anterior se logrará con el concurso de políticas públicas que propicien el reforzamiento contundente del aparato educativo, la existencia de focos de comunicación que alberguen y difundan diversidad de opiniones, amén del modelaje de los hablantes públicos. El insufrible relato único pasará a ser uno más entre millones y la racionalidad de un hablante civil, reforzado en virtudes le restará valor de veracidad y será expulsado, por esta vía la normalidad colectiva y cuartelaria se dificultará sobremanera, en estos duros momentos debemos hacer acopio de fortaleza y templanza, para intentar comunicarnos además de con la emocionalidad, con la inteligencia, comunicarnos con argumentos, no más charlatanes, trovadores o tecnócratas, necesitamos lideres con valores y propósitos, hombres y mujeres que digan la verdad.
Como corolario y a manera de lección colectiva, es urgente comprender que la prueba más palmaria de que la intoxicación del lenguaje ha permitido que el Estado incida en forma directa en nuestros paradigmas subyace en la realidad fáctica del sostenimiento y perpetuación en el poder de esta coalición, aun cuando coexisten con esta crisis de proporciones inconmensurables, así pues las palabras vaciadas, que son los ladrillos sintácticos del discurso pueden ser rescatadas y de la mano de la confianza que es el pegamento de institucional de la sociedad, construir un discurso sintácticamente valido de la causalidad razonable para explicar nuestras penurias y no seguir extraviados en esta laguna oscura de la sintaxis chavista, en la cual las causas se licuan con las consecuencias, haciendo líquida a la verdad y aproximándonos a los postulados de Zygmund Bauman.
Aún la lengua está viva, aún es usable y todavía podemos vencer el velo denso de la ignorancia e imponerle verdad al error; gritar, escribir, educar y protestar, los actores del proceso educativo estaríamos incurriendo en una contradicción pedagógica sí aceptamos dócilmente este abordaje de la escuela y del habla, en consecuencia, actuemos.
“En medio de la mentira, por encima de ella, en la hendidura, busca este país su verdadero rostro para curarse”
Rafael Cadenas
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