OPINIÓN

La interlocución internacional

por Asdrúbal Romero Asdrúbal Romero
diálogo Rusia

Foto: EFE/ Mario Guzmán

Con el actual nivel de presión que la comunidad internacional ejerce sobre el régimen chavista, la probabilidad de que se produzcan por la vía de la negociación condiciones propicias para una salida democrática es muy baja, por no decir prácticamente nula.

Después de cinco rondas de conversaciones, truncadas e improductivas, cuyo punto de partida se ubica tan atrás como en 2014 y con prolongadas pausas entre ellas, al régimen se le percibe muy cómodo con esta modalidad de negociaciones que nunca acaban. Quince meses tuvieron que transcurrir para que los representantes de Maduro y una oposición con legitimidad mermada retornaran a una mesa montada en México –el 26 de noviembre del pasado año– con el objetivo de firmar un acuerdo humanitario y anunciar que reanudarían negociaciones políticas, lo cual no se ha producido.

Y no parece que se vaya a producir prontamente. Maduro se ha dado el lujo de levantarse de la mesa y en declaraciones propias, publicadas este 25 de abril, elevó el listón de manera ostensible con relación a las condiciones que exige para “destrabar” el diálogo. No sólo pretende el levantamiento de las sanciones, que constituyen por ahora el único instrumento efectivo de negociación del que dispone su contraparte, sino que también incorpora a su lista de demandas condicionantes: planteamientos imposibles como la liberación de Alex Saab y el retiro de la acusación ante la Corte Penal Internacional por los delitos de lesa humanidad que ha cometido.

Lo estrambótico de estos dos imposibles pedimentos nos permite apreciar lo empoderado que se siente  el régimen. Mientras tanto, a lo interno, continúa sin ceder ni un ápice en lo que realmente importa, de cara al contexto electoral que se debería crear para que los ciudadanos perciban la viabilidad de una salida democrática. Al contrario, manipulan a su antojo todo lo que tiene que ver con el CNE y también se dan el lujo de inhabilitar a la candidatura que mayor fervor ciudadano está levantando en su ruta hacia la Primaria. Y lo peor es que todo este continuado abuso lo perpetra en las narices de los diversos países que han venido participando en la facilitación y acompañamiento del interminable proceso de negociaciones. De esta apretada síntesis, se puede concluir que el referido proceso ha dejado de funcionar.

También resulta evidente que el vector de presión internacional ha disminuido su ímpetu inicial. A esto ha contribuido la no consecución en el tiempo de resultados concretos, el fracaso del interinato, los cambios en el entorno político regional con nuevos gobiernos de izquierda en Colombia, Brasil y Chile, así como la transición hacia un enfoque más moderado en el tratamiento del problema por parte de Estados Unidos. Lo cierto es que se ha llegado a un punto de inoperatividad total y absoluta del marco de negociación a tres creado con la idea de perseguir una salida democrática y pacífica en nuestro país.

Deberíamos, en consecuencia, elevar nuestra voz de exigencia ante nuestros aliados internacionales a objeto de requerir su acción para que tan nefasta realidad cambie, al menos ante los más fiables –podemos darnos cuenta que, obviamente, no todos tienen el mismo interés en ayudarnos–. Incluso ante Noruega, país que ha aportado un procedimiento formal de negociación desde 2019 y que todavía, hoy día, pudiera sentirse agradado por un estado de buena conciencia con relación a la “ayuda” que nos viene prestando. Ciudadanos venezolanos que vienen haciéndole un riguroso seguimiento a los inexistentes avances, han comenzado a cuestionarla apelando al calificativo de “complicidad”.

La necesidad de replantearnos la estrategia de nuestra interlocución internacional nos conduce de manera directa al análisis del tercer vértice del triángulo: la representación de la oposición. Esta requiere, con urgencia extrema, de un baño de legitimidad. La representación actual luce un tanto opacada, quizás acomplejada debido a la consciencia que pueda tener del problema  de la disminución sostenida de su legitimidad. Además, con dificultades para articular una posición unificada, habida cuenta de que importantes dirigentes de la oposición que les designó, se muestra favorable a lo de la suspensión de sanciones sin que el régimen haya hecho algún mérito para ello.

Se requiere, ya concluyendo, del rediseño de la interlocución internacional ante nuestros aliados, que persiga, con carácter previo y máxima prioridad, el reconocimiento del fracaso hasta ahora del proceso de negociación. Se impone la integración de un equipo con actores bien experimentados y, por supuesto, que haya recibido la alineación estratégica y el bautizo sagrado de la legitimidad que resultará de la Primaria. Tal como lo señala el United States Institute of Peace (USIP): «El éxito en las negociaciones requerirá que forjen una unidad más profunda en el próximo año, aprovechando el espacio democrático que tienen para celebrar unas elecciones primarias que resulten en un candidato de unidad para las elecciones presidenciales de 2024, quien pueda también liderar el proceso de negociaciones y servir como interlocutor frente a la comunidad internacional». De aquí, la importancia fundamental que reviste el evento de la primaria a los efectos de poder elevar nuestras exigencias ante la comunidad internacional.