OPINIÓN

La “inteligencia” de Petro

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

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Son muchos los que defienden la gestión de Gustavo Petro en Colombia bajo el supuesto simplista de que el hombre de marras es «inteligente». Al parecer sus defensores consideran que eso lo diferenciaría de otros líderes socialistas que se limitan a repetir consignas del comunismo radical, pensando que al endosarlas las elevan de nivel y las validan de cara a sus electores. «Petro es un generador de ideas y de proyectos», argumentan, y para ello hacen valer la cantidad de decisiones que sin duda se han ido tomando en Colombia desde su advenimiento al poder.

Me he dedicado a hacerle seguimiento a las ejecutorias del nuevo presidente de Colombia desde que accedió al Palacio de Nariño para tratar de determinar dónde es que reside mi equivocación sobre la capacidad intelectual del mandatario, a quien no solo considero más limitado que muchos otros sino que además percibo como un simple emulador de actuaciones equivocadas de otros de sus correligionarios comunistas sin darles un minuto de pensamiento crítico a sus actuaciones.

Resulta indignante que este jefe de gobierno, que está viendo cómo su país se polariza crecientemente y lo hace de manera violenta, encuentra razonable que ante la convocatoria de la población en febrero a una manifestación pacífica en su contra, la posición gubernamental pueda ser la de contraponer, en el mismo momento, otra convocatoria a manifestación de los partidarios del gobierno.

A los venezolanos nos ha tocado en innumerables ocasiones enfrentar esa absurda estrategia de la revolución bolivariana: la de no darle espacio a la diatriba ni a la crítica. Solo que en Colombia ello puede convertirse en un detonante de violencia callejera indetenible y harto peligrosa. ¿Es “inteligente”, entonces, ese torpe abordaje del malestar colectivo? Emular a Maduro o a Díaz-Canel no parece ser una vía de acción cuerda en un país tan inclinado a resolver sus desencuentros por las malas.

Otro de los pecados –no tan veniales– de Petro es su inveterada inclinación a la mentira, otra copia al carbón de sus pares socialistas, quienes no se despeinan para inventar hechos falsos y publicitarlos sin miramientos. ¿Tiene sentido inteligente haber cacareado al mundo, como lo hizo el presidente cordobés, una supuesta decisión bilateral de “cese el fuego” convenida con el ELN para que la propia organización guerrillera de inmediato se apresurara a desmentirlo y a horadar, desde luego, su credibilidad?

Y así sucesivamente. Traigo a colación un comentario que dice mucho del gobierno de este individuo que no parece pensar dos veces sus desatinos. Lo hace uno de los mejores analistas del devenir actual de Colombia, Eduardo Mackenzie, en un artículo reciente en las redes digitales: «La política de tierra arrasada de Petro no tiene excusa. Su ignorancia de lo que es tanto la administración pública como la empresa privada, de lo que es un gobierno y un Estado regidos por una Constitución democrática, habría podido ser superada mediante un equipo de ministros y asesores competentes y decididos a trabajar por el bien de Colombia. Petro descartó esa salida y se rodeó de torpes funcionarios visibles y de asesores invisibles con proyectos dictados lejos de Colombia”. En su artículo «¿Logrará la calle bloquear la política bárbara de Petro?» el periodista hace un recorrido sobre las decisiones equivocadas del líder progresista de Colombia que únicamente traerán calamidades a su país.

Es de personas inteligentes suplir sus deficiencias con consejos calificados. Petro repite impenitentemente tesis y propuestas trasnochadas, por ejemplo, en el área climática, terreno en el que quiere convertirse en gran líder planetario. En este campo es incapaz de pensar dos veces lo que expresa en público sin percatarse de que está comprometiendo a su país con sus teorías atrabiliarias y espantando a los inversionistas que el país necesita desesperadamente.

Así pues, lo que le espera a la querida Colombia con el Pacto Histórico fraguado por Gustavo Petro no es fácil. Quiera Dios que la oposición no baje la guardia. Aún hay tiempo de enderezar las cargas… inteligentemente.