Por este tiempo de la revolución tecnológica, donde la realidad supera la ficción, no queda sector de la filosofía y la ciencia, e incluso la religión que no esté convencido de las bondades de la automatización que brinda la Inteligencia Artificial (IA) sin tomarse en cuenta sus consecuencias.
Por ejemplo, la renta mínima vital es un ensayo de donde los intereses dirigistas llevan a la población mundial, sin repasar las consecuencias macroeconómicas globales, donde el cálculo económico que brinda el big data no sólo es errado, sino alejado de todo sentido de empatía humano.
Sin embargo, queda muy poco que no esté tocado por las nuevas tecnologías, sabiendo que la tecnología ha estado proclive en todas las edades a los intereses del status quo del Estado totalitario, es decir, al orden establecido, y siempre ha sido así; lo que genera suspicacia es cómo se vienen convirtiendo todos los sistemas de pensamientos científicos y espirituales en instrumentos del big data, cuando por simples leyes naturales la Inteligencia Artificial debió estar al servicio de la libertad del hombre, en vez de su opresión a través del control de las masas; muy bien entretenidas por medio de las distracciones del algoritmo de la IA.
Hay que agregar que la IA incide también en la tendencia de votos, junto a sus resultados, convirtiendo los escrutinios electorales en meras distracciones de fiestas populares por medio de los distintos dispositivos electrónicos que se usan para sus respectivos resultados.
No obstante, pensar que la inteligencia humana es de poca calidad cuando se pone al servicio de la mente colectiva propia del totalitarismo, es racional; pero no hay que juzgar las razones emocionales que indujeron al individuo a trabajar en aras de tal dirección; por ejemplo, naciones con dictaduras totalitarias como la sucedida en la España franquista dieron individuos al servicio de la mente colectiva que brindaba el materialismo histórico, hecho que pudiera ser un acto racional desde la perspectiva libertaria de la supervivencia y no descabellado tampoco se podría juzgar falta de inteligencia en lato sensu.
Como este ejemplo histórico tenemos de ambos lados millones de historias, la cuestión está si vemos en perspectiva los tentáculos de ambos sistemas ideológicos de pensamientos u otros, que están sujetos a la misma singular fuente de poder; de ahí que sea muy difícil la fractura de las tiranías en el mundo, siendo ellas en esencia débiles, muy endebles y frágiles en el sentido que ninguna soporta un juicio racional.
En ese sentido, resulta totalmente patético cualquier debate político, de los que se observan en los múltiples medios de información, cuando todos giran alrededor de puntos de vistas partidistas, ideológicos o económicos singulares, sin ver más allá de la barrera comunicacional, donde existen fuertes intereses que no permiten que se liberen las poblaciones de las grandes cargas económicas fiscales y sociales que recaen sobre las mismas.
Sin embargo, como norma general, pensar que la narrativa del materialismo histórico, pueda liberar las poblaciones del férreo control social, resulta erróneo y muy ingenuo, además que confirma la poca o nula inteligencia, ya que estas tesis dialécticas, al igual que sus opuestos, están al servicio del interés del control del individuo masa en el que vienen convirtiendo a la población mundial, precisamente por medio de los múltiples algoritmos de la inteligencia artificial, donde ya no sólo se puede calibrar la construcción o cualquier diseño de ingeniería, sino tener la posibilidad de medir el pensamiento humano, al punto de “adivinar” con mucha precisión, es decir, con un margen de error predictivo muy bajo, el pensamiento individual o colectivo, todo ello precisamente por medio de la base de datos o Big data que recauda la IA.
De ahí que el régimen comunista global venga desarrollando sistemas automatizados sobre el control de las masas de manera total o parcial, ya puestos en práctica en muchas zonas de la República Popular China, donde la población viene siendo monitoreada y severamente controlada por medio de un sistema de créditos sociales de puntos, registrados por el modelo de Estado a través de la IA que tiene el poder de vigilar cada movimiento para premiar o castigar a las personas.
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