La inteligencia artificial la estamos viendo hasta el hartazgo. Se ha convertido en uno de los grandes temas de los últimos tiempos. Como es de esperarse, su impacto también incide en el ámbito de las comunicaciones corporativas y el manejo empresarial.
Veamos, por ejemplo, un caso reciente de la industria publicitaria. Como herramienta, la IA resulta de mucha ayuda. Sin embargo, también ha traído consigo quejas de parte de los consumidores. Para muestra, dos ejemplos.
Primero, el del comercial de Under Armour protagonizado por el boxeador británico Anthony Joshua. En esta pieza se acusa a la compañía de ropa deportiva de plagiar vía inteligencia artificial grabaciones anteriores que tenía Joshua. La controversia principal gira en torno a los derechos de propiedad intelectual. Como quiera que las herramientas de inteligencia artificial están “reutilizando” material y grabaciones previas, ¿cuál sería la posición de los derechos de autor del montaje original? ¿Se debe requerir algún tipo de autorización previa por parte del primer autor? ¿El no hacerlo pudiera acarrear una violación al derecho de propiedad? El debate da para muchas aristas, desde los que piden más regulaciones en un intento de normar los supuestos descritos, hasta quienes indican con vehemencia que el reconocimiento del trabajo de una persona no requiere necesariamente de la existencia de derechos de propiedad intelectual per se.
Segundo, se halla el caso de Lego. La compañía de origen europeo publicó imágenes originadas por inteligencia artificial en un cuestionario de Lego Ninjago, con el detalle de que se incluía iconografía perteneciente a otra franquicia de ninjas. ¿Qué críticas trajo consigo esta circunstancia? Entre otras, el hecho de que no se tomó en cuenta a los artistas que trabajan para la marca, en adición al hecho de que, en principio, Lego tiene una política interna que declara que no se debe emplear inteligencia artificial de tipo generativo para la creación de contenido de la marca.
Existe, además, un nuevo tema sobre la palestra y es el de look de la inteligencia artificial (AI Look). Probablemente muchos ya lo hayamos visto. Se trata de imágenes que tienen rasgos caricaturescos, una excesiva perfección y simetría. Paradójicamente, esta visual ha traído consigo a varios críticos, quienes no se sienten cómodos con estas propuestas en anuncios publicitarios. En consecuencia, algunos creativos han comenzado a emplear programas de edición para que se “humanicen” las imágenes generadas por inteligencia artificial. En este sentido, se incluyen imperfecciones y rasgos típicos del hombre que no se pueden ver en la propuesta inicial de la IA. Así, se confeccionan pecas, lunares, arrugas, vello facial y porosidades en la piel.
Este es un dato curioso. Porque si bien en muchos aspectos la IA se encuentra en fase experimental, sus primeros trazos en el mundo de las comunicaciones y la publicidad dejan en evidencia que la presencia de la mano humana será necesaria para perfeccionar sus procesos. Al mismo tiempo, además, se corrobora una premisa interesante: la trasmisión de los mensajes para el ser humano requiere un sentido de realidad y cercanía. Sí, somos seres aspiracionales, y en muchos sentidos la publicidad ha empleado estereotipos y símbolos que no pocas veces proyectan esas aspiraciones de las personas. Sin embargo, si esas proyecciones no están acompañadas de un cable a tierra, de una cartografía que genere una base mínima de empatía, el mensaje termina por causar rechazo y no ser comprendido. Aspectos curiosos de la tecnología y su interacción con nuestro día a día.