«No te rindas ante la desgracia, sino enfréntala con más audacia«
Virgilio
Cuando para siempre Fidel Castro tomó el poder en Cuba, para nada lo hizo apoyado por un partido comunista del tipo ortodoxo, sino más bien por una coalición de gente de las clases medias, e incluso Estados Unidos lo apoyó, y hasta le publicaron un famoso reportaje. Siempre al principio negó toda filiación marxista y hasta mostraba un crucifijo. Pero apenas se sintió seguro y firme en el mando absoluto, luego de fusilar una cantidad de exfuncionarios y amigos del régimen derrocado, encarceló a uno de sus camaradas guerrilleros (Hubert Matos) y sacó las garras y los dientes de las expropiaciones, y cercenamiento de todas las libertades.
El marxismo, como ideología tiene muchas variantes y es tan difuso, confuso y diverso que se presta para muchas interpretaciones y la gestación de sectas y variantes, tal como hace años lo señalara el profesor Raymond Aron en un famoso discurso en la Unesco. Un ejemplo claro de esto fue el establecimiento en los años treinta del famoso Instituto de Investigación Social, más conocido como Escuela de Frankfurt, integrado por pensadores de la talla de Theodor Adorno, Max Horkheimer, y otros. Cuando el nazismo tomó las riendas de Alemania, algunos de estos investigadores y teóricos neomarxistas emigraron a Estados Unidos. Herbert Marcuse uno de sus exponentes más conspicuos, desde Berkeley junto con la líder comunista Angela Davis originó el ciclón insurreccional del Mayo francés y la revuelta estudiantil norteamericana contra la guerra de Vietnam, cuyos ecos aún resuenan y se sienten.
El comunista italiano Antonio Gramsci fue uno de los primeros en reconocer que la revolución obrero-comunista no vendría por el cambio de la estructura económica sino más bien por el cambio en la superestructura legal, cultural y hasta de costumbres. Su propuesta fue crear la cultura de izquierda y todo lo demás se les daría fácilmente. En Venezuela, hasta los partidos de oposición menos uno son todos socialistas, aun con esta marea roja, que ahoga a su población y de la cual no se escapa nadie.
Recientemente, han surgido nuevos pensadores como Jacques Derrida, padre de la deconstrucción, una especie de neofilosofía o seudofilosofía, En este sentido, la deconstrucción se realizaría evidenciando ciertas ambigüedades, incongruencias, debilidades, contradicciones (¡siempre Hegel!) de una teoría o un discurso. Lo deconstruido, en este marco, queda desarmado o deshecho. Tan novedosa es esta tesis que ni siquiera está en el famoso Diccionario de Filosofía Abreviado de José Ferrater Mora. La herramienta predilecta de esta corriente de pensamiento es la lingüística. Así la democracia liberal, ha sido reemplazada por la “democracia participativa” en los nuevos grupos neomarxistas. Ya hemos probado y saboreado suficiente “democracia participativa” en Venezuela, donde Chávez con una nueva Constitución prêt-à-porter, pero muy cómoda en especial para él, atrapó en sus manos todos los poderes públicos. La expropiación de El Nacional es un ejemplo palpable de esta aberración jurídica y contra todo Estado de Derecho.
Otro de los pensadores novedosos es Michel Foucault, homosexual declarado y según el conocido analista y periodista Guy Sorman también es pedófilo e iba de cacería de niños a Túnez. Sin embargo, fue uno de los grandes pensadores y catedráticos de la izquierda francesa, al punto de haber sido profesor del Colegio de Francia. Se le ha definido como filósofo, sociólogo, y psicólogo. Según el Diccionario Enciclopédico Salvat su obra y su proyecto están influidos por Nietzche, por Roussel y el Marqués de Sade. Sea como sea, es un gran apologista del homosexualismo y declaró en vida que debería permitirse la pedofilia. Este “pensador” es un buen ariete para destruir la familia tradicional burguesa.
Así como los ejércitos cambian de uniforme según el lugar donde van a darse las batallas, estos “nuevos” pensadores son los disfraces con los cuales la armadura ideológica en América Latina está combatiendo para destruir las democracias “burguesas” e instalar la tan cacareada democracia participativa.
En Colombia, país agobiado por la pandemia del coronavirus, con más de 80.000 fallecidos, y con el ingreso de 1,7 millones de venezolanos desplazados por el “maravilloso” gobierno castro-madurista, el gobierno no se da abasto, al punto de haber requerido la ayuda del Alto Comisionado para las Migraciones de las Naciones Unidas. Astutamente, una parte de las FARC mantiene, a pesar del tratado de paz firmado por el expresidente de Colombia Juan Manuel Santos, un frente armado, el cual junto con el FLN sirven de atizador al fuego de la rebelión. Por si fuera poco todo esto, el gobierno al eliminar con glifosato grandes áreas de cultivo de hojas de coca, empobrece a campesinos que vivían de este comercio ilícito, y su descontento es el combustible particular de la rebelión que se está dando en ciudades como Cali, Bogotá y ahora Popayán. Gustavo Petro surge como el ungido de las encuestas preelectorales. Ya a Cuba no le basta Venezuela, sino que también quiere a Colombia para impulsar aún más el contrabando de drogas y alcaloides.
En Perú, una nación que había venido creciendo permanentemente en lo económico, también le han salido salpullidos: el profesor Pedro Castillo, quien también maneja eficientemente la xenofobia contra los venezolanos que se encuentran en el país virreinal, apuesta a un gobierno neomarxista y casi ni lo disimula. Por fin, después de tanto rogarle, las fuerzas vivas peruanas convencieron al cómodo y acomodado escritor Mario Vargas Llosa de que dejara su rencor contra Keiko Fujimori, que es la única persona que es capaz de derrotar a la amenaza roja. También el voto por Castillo revela o refleja un cansancio del pueblo llano por la democracia y sus políticos tradicionales. Otro factor que facilita la entronización de falsos “outsiders”.
En Chile, el resultado esperado del plebiscito nos presenta una nueva izquierda que no milita en los partidos tradicionales, que se oculta como una nueva Caperucita roja, bajo un manto de ser “independiente”. Es otra vez el modelo de la antipolítica en el cual siempre caen ciertas clases medias inconformes por naturaleza y por contumacia. En efecto, Chile es el país con uno de los sueldos mínimos en dólares más elevados de la región, una esperanza de vida solo superada por Costa Rica, el país con menor porcentaje de pobreza. Pero así y todo, salieron a quemar al ferrocarril subterráneo de Santiago y otros bienes públicos y privados, y el presidente de Chile no se le ocurrió otra cosa para calmar a los pájaros de la insurrección sedientos de sangre y destrucción que convocar una Asamblea Constituyente, la cual armará un tinglado para acabar el piso donde la prosperidad se ha impulsado: los fondos privados de pensión. Al parecer los pueblos como los seres humanos individuales nunca aprenden de la experiencia ajena. La democracia participativa sustituirá allá a la democracia sin apellido que creó la estabilidad económica y las libertades para todos.
Ecuador, un país que también pudo beneficiarse positivamente del “boom” petrolero, con la administración pésima de Correa, quedó endeudado hasta la coronilla, y con Argentina el enfermo de América Latina, son los únicos países que el FMI está ayudando a resolver su problema de endeudamiento. Quizá eso fue un factor que ayudó al banquero del Opus Dei a alcanzar la presidencia en este país, e impidió que el heredero de Correa alcanzara de nuevo la jefatura del Estado.
Según, algunas tradiciones religiosas, la alta capacidad de atracción del demonio es simular que no existe, para apoderarse del alma de un ingenuo y posteriormente destruirlo por su ambición. Así actúa la nueva izquierda –camuflada del posmarxismo– que es el verdadero y auténtico enemigo de la democracia y la prosperidad, para implantar el totalitarismo a lo cubano, venezolano, y nicaragüense en donde en este último país se han reproducido las obscenidades de las dictaduras de derecha más las propias del socialismo. Las sirenas que atraen con su canto a los incautos, destruyendo a los navegantes políticos, prosiguen en las aguas procelosas de la región del “realismo fantástico”, nuestra América Latina.