A lo largo de la historia siempre han existido movimientos masivos de personas traspasando fronteras. Las causas han sido diversas, desde los grandes terremotos, guerras, pestes, hambre, etc. En la actualidad ello sigue ocurriendo y es más visible aún como consecuencia de la tecnología comunicacional que nos permite conocer tanto las peripecias de los migrantes, como las causas que los llevan a tomar la decisión de migrar.
Cuando Venezuela llevaba cerca de un siglo siendo país de destino de inmigrantes, abriendo sus puertas casi indiscriminadamente, nunca supusimos que alguna vez ocurriría el fenómeno inverso que ha llevado a más de 7 millones de compatriotas -incluyendo el suscrito- a buscar reasentamiento en otros países.
Colombia ha acogido a más de 2 millones, Ecuador suma cerca del millón, Perú excede esa cifra, Brasil, Chile, Argentina, México, etc., albergan cientos de miles más a los que se agrega el casi medio millón en Estados Unidos, Canadá, cientos de miles en España, Portugal, Italia y pare usted de contar.
El resultado es que estos masivos flujos se han convertido en serios problemas para los países de acogida y peor aun en aquellos de la vecindad cuya realidad económica y social es parecida o hasta peor que la reinante en nuestro país. El resultado ha sido la presión en los servicios escolares, sanitarios y mercado de trabajo que he terminado por producir reacciones negativas hacia los recién llegados generando protestas, actos xenófobos, discriminación etc. que a diario ocupan los titulares de los medios de esos países y, tanto más, cuando algunos se portan mal como ha venido ocurriendo con cada vez mayor frecuencia.
Es estadísticamente natural que en un grupo de millones de personas la mayoría se porte bien y que desgraciadamente existan algunos que se porten mal provocando sentimientos de rechazo que suelen extenderse a todo el colectivo de compatriotas dando lugar a reacciones populares y gubernamentales malas para casi todos y definitivamente tristes.
En el caso de Estados Unidos, donde los venezolanos excedemos ampliamente el medio millón, nuestra llegada puede clasificarse en dos etapas a saber a) los que inicialmente llegaron con una visa -así fuera de turismo- en avión, saliendo de Maiquetía, generalmente con alto nivel educativo y b) los que en la actualidad ingresan por la frontera sur con México, después de haber expuesto su vida y la de sus familias cruzando la selva del Darién y caminado por toda Centroamérica y México con la esperanza de cruzar -ilegalmente- el Río Grande o Bravo para llegar a Estados Unidos. El perfil de estos últimos es de pobreza y poca escolaridad pero sus esperanzas son las mismas y tan legítimas como las de los más afortunados.
Así las cosas existe la actitud entre los norteamericanos estrictamente legalistas que arguyen, con razón, que el ingreso ilegal es un delito y como tal debe ser combatido a como de lugar. La otra vertiente es la de aquellos que entienden que una persona que afronta mil peligros y peripecias para llegar al río, posiblemente chantajeado por un coyote, no está muy pendiente de la legalidad del tema sino de obtener un plato de comida, un ambiente de libertad y el legítimo deseo de labrarse un futuro mejor participando del “sueño americano”. Estas dos visiones se han instalado de manera militantemente antagónica entre demócratas y republicanos habiendo pasado a ser uno de los puntos de fricción política más relevantes ante las elecciones presidenciales previstas para el próximo mes de noviembre.
El expresidente Trump aspiró -y parcialmente logró- construir un muro transfronterizo el cual no resultó suficiente para contener las oleadas humanas, con altísimo porcentaje de venezolanos. El actual presidente Biden no solo que tampoco ha podido contener la avalancha, sino que ha visto que la misma se ha disparado a números astronómicos (más de 2,5M en el año 2023), lo cual desata justificados reclamos y apunta a soluciones de alto costo político, de derechos humanos, económicos, etc.
Ante este panorama de difícil abordamiento y solución, aparece la muy criticable práctica aplicada por los gobernadores republicanos de Texas y Florida de buscar rentabilidad política utilizando a los inmigrantes ilegales practicando con ellos políticas inhumanas como la de separación de familias, y el transporte forzoso y sin aviso hacia estados del norte del país donde se supone que la actitud hacia los migrantes es más favorable. «Si ustedes son tan amplios aquí los tienen» es el argumento que sirve de base para hacinar gente en autobuses y transportarlos a Washington, Nueva York, Illinois, etc. dejándolos al garete sin recursos ni explicación.
Lo anterior, más otras formas de llegada a esas urbes del norte ha resultado en números inmanejables de gente que requiere desde comida hasta alojamiento. En Nueva York el número ha ascendido ya a 170.000, con mayoría de venezolanos, causando un impacto letal en las arcas públicas, lo mismo en Chicago, Boston y otras ciudades todas gobernadas por demócratas que como consecuencia reclaman con poco éxito al presidente Biden -demócrata también- para que el gobierno central aporte recursos.
Lo más grave de todo esto es que la mayoría de los seres humanos que sufren esta dura realidad son venezolanos, igual que usted y este servidor. Y lo peor es que siempre aparece la manzana podrida en la caja. Han comenzado a haber hurto de celulares, robos en tiendas, raterismo, asaltos menores hasta ahora, violación de leyes de transito, andar en moto por la acera, desobedecer o ignorar los semáforos y demás costumbres tristemente importadas. Se ha llegado al extremo de unos jóvenes que tumbaron al piso y patearon sin misericordia a unos agentes de la policía de Nueva York en pleno Times Square, el lugar más emblemático de la ciudad, a plena luz del día. Una vez arrestados los videos que circularon los mostraban riendo por el hecho. Igual acaba de ocurrir en Chicago y, por si fuera poco, existen indicios de que ya ha llegado el Tren de Aragua, trasnacional del crimen cuyo centro de dirección parece ubicarse en las cárceles venezolanas controladas por “pranes” cuyo sometimiento ha sido imposible para las fuerzas de seguridad empeñadas más bien en apresar, reprimir y torturar opositores. Hoy día, el gentilicio venezolano que apenas pocos años atrás se percibía como decente y trabajador viene precedido frecuente e injustamente con una actitud de prevención que por culpa de unos pocos opaca a la determinante mayoría de compatriotas que, con trabajo y esfuerzo, van arreglando su estatus migratorio e insertándose en la generosa y democrática sociedad norteamericana.
En estas líneas lamentablemente no podemos ofrecer soluciones sino tan solo exponer un problema serio que tiene el potencial de ser negativo para nuestra comunidad.
@apsalgueiro1