Quizá es el único elemento común que une al venezolano por igual, sea criollo y nacionalizado, negro , blanco y café con leche, indígena y musiú, pobres, ricos, clase media y clase C, macho y hembra con sus variantes, adecopeyano y castrochavista, demócrata y usurpador. Desde hace sesenta años a esta conducta la llaman “resuelve” allá en la madre patria de los revolucionarios. En Venezuela, siempre, marca indeleble con doble filo.
En plena democracia el comediante Joselo caracterizó esa costumbre disfrazado en pantalla televisiva con liquilique y sombrero de cogollo respondiendo a cuestionarios como este: —Tremendo palo de agua cayendo, ¿verdad? —Sí, por eso me estoy mojando —Pero ya escampó —Sí señor, está seco —La noche está muy oscura, ¿no? —Guá, sí, mucho —Pero hace rato aclaró —Cómo no y está todo clarito, sí… Es el personaje que responde enseguida sin comprometerse para evitar problemas y sospechas.
Su hermano mayor, el gran compositor Simón Díaz, de natural facultad pedagógica supo elevar a categoría de arte con proyección mundial su propio talento para la improvisación musical criolla, algo que puede matar o sanar, depende absolutamente de quien la maneje.
Esa capacidad de adecuarse rápido y sin escrúpulos a la cambiante circunstancia, sea por oportunismo, ignorancia o cobardía, ha sido bien utilizada tema y recurso creativo por brillantes humoristas de la literatura y el periodismo. Cuando no existía el video los actores de teatro y televisión resolvían con ingenio ante un olvido de libreto. Durante décadas los obreros de todas las áreas forjaron ”la era del tirro”, pues con esa cinta pegajosa inventaron escenarios y corrigieron fallas en cuestión de minutos.
En la rutina diaria el venezolano carente de todo puede invitarlo a un desabrido cafecito en su rancho porque esa inmediatez contiene un rasgo de compañerismo, generosidad hospitalaria, compasión por quien está de malas y repentinamente es calificado de “pobrecito”. Y si tiembla la tierra o cae un deslave, a falta de personal especializado se las arregla para colaborar como sea en rescates y alivios. Esa inmediata solidaridad es lo mejor del ser venezolano, de allí su tradición de receptor ideal, anfitrión sin trabas para migrantes, refugiados y exiliados mucho antes de convertir su verde suelo en país petrolero.
En el amor aplica ese doble rasero. Puede enamorarse sinceramente de flechazo a cualquier edad y con idéntica facilidad, logrado el chance químico, si te he visto no me acuerdo. Para eso victimario y víctima recurren al bolero despechado, a la ranchera “rata de dos patas” y los más refinados a las baladas del inefable jazz. El compositor mayor de música popular venezolana arreglada con talento mágico para estar a la moda y ser cosmopolita, Aldemaro Romero, lo describió en «De repente», una de sus canciones más solicitadas.
Pero en política, ay en política… esa cualidad se transforma en defecto primario. Y del optimismo que el historiador Augusto Mijares expresó en Lo afirmativo venezolano (1963) hasta el realismo crudo del psicólogo Axel Capriles en sus densos estudios actuales sobre la picardía esencial del venezolano, se comprende por qué la prisa del inmediato, diferente criterio público cuando Simón Bolívar hoy es un héroe, mañana un traidor. El dictador Gómez pasó de «mi general, mande usted» a bicho sanguinario. Rómulo Betancourt de fundador demócrata a vil asesino de inocentes subversivos. Bolivariano soleado con medallita es bolivarista y a narcodolarista. Juan Guaidó de milagroso misionero salvador a ficha desechable. En este caso, quien se atreva a valorar su positiva formación familiar y profesional pero comente sus contradicciones y graves errores sostenidos durante un año de promesas incumplidas, pasa de opinante a sospechoso paria.
Vaivenes entre bandos opuestos y en todo sitio donde se pueda ejercer la crítica en libertad son pausas y procedimientos normales. Pero con el implante continental del socialismo siglo XXI con eso que llaman polarización electoral devino en patrioterismo militante de signo trágico y acentuó el sello politiquero inmediatista, este que permite y sostiene al crimen organizado.
Los tiempos de la diplomacia y de la acción parlamentaria en debates pueden ser lentos bajo sistemas que respetan sus fuentes constitucionales forjadas en democracia, a la vista hoy en Estados Unidos, pero en militarismo criminal y usurpador continuo, la costumbre de replicar ya mismo con frases hechas repetidas a los desmanes de su poder ilegítimo sin el accionar producto de estrategias bien preparadas convierte al bla-bla en resorte de más tiempo para las fechorías del opresor y casi ninguno al oprimido.
Este minuto político venezolano exige corregir o postergar su tradicional naturaleza inmediatista. Cada frase requiere de su acción planificada. Hacia la verdad a través del error.