Foto: AFP
La propuesta del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, de repetir las elecciones en Venezuela, es injusta y, sobre todo, es política y materialmente inviable. La idea surgió en una entrevista radiofónica, donde Lula añadió que otra alternativa podría ser que el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición compartan el poder mediante una coalición. Sin embargo, el planteamiento adquirió fuerza cuando el presidente colombiano, Gustavo Petro, salió a reforzar el punto en sus redes sociales, añadiendo que los nuevos comicios deben ser «libres». Con todo, no hay una presentación formal y estructurada en un foro internacional -ni siquiera se sabe si el mexicano Andrés Manuel López Obrador, mucho más cercano al régimen bolivariano que los otros dos presidentes, apoya plenamente esta iniciativa-, pero ofrece una noción de lo que está pasando por la cabeza de Lula, el líder de izquierdas más prestigioso de Iberoamérica, al frente del país más importante de la región en términos económicos, políticos y militares.
La idea es injusta porque la oposición ha demostrado con las actas del propio sistema electoral venezolano, cuyas copias ha conseguido en elevado número, que la ventaja de Edmundo González sobre Maduro era irremontable. Ha desafiado al régimen con sus propias reglas, pese a que estas la perjudicaban. Y este no ha conseguido, en las tres largas semanas que han pasado desde la votación, entregar unas actas verificables o dar detalles del supuesto ataque informático que padeció el sistema. Sin embargo, aceptar este robo es salirse de la legalidad democrática manifestada por las urnas. ¿Qué hubiera dicho Lula si los demás gobiernos hubieran pedido una repetición de las elecciones cuando su rival Jair Bolsonaro cuestionó la limpieza del resultado en Brasil? ¿O si le hubiesen dicho que compartiera el poder con él mediante un gobierno de unidad nacional? La misma contradicción es aplicable al caso de Joe Biden que, en una muestra más de su deterioro cognitivo, dijo que apoyaba la idea de Lula para, poco después, retractarse y volver a la posición inicial de Estados Unidos, que es el reconocimiento unilateral de la victoria de González.
La iniciativa, además, es inviable, puesto que el sistema electoral venezolano ha perdido toda su credibilidad. Tanto la configuración institucional de su Consejo Nacional Electoral (CNE), cuya independencia de Maduro es nula, hasta la composición del padrón electoral está completamente desacreditada. En los últimos días han surgido denuncias de que no sólo se prohibió a millones de exiliados participar en las votaciones, sino que los que tuvieron la suerte de poder hacerlo fueron suplantados en Venezuela y otras personas votaron por ellos.
Por lo demás, no hay ningún signo de que Maduro esté dispuesto a acatar una posible anulación de las elecciones por parte del CNE o de su Tribunal Supremo de Justicia, decisión que le permitiría al régimen salvar la cara y tratar de jugar de nuevo la partida. Maduro está empeñado en imponer su reelección a sangre y fuego, con la más dura represión que ha costado la vida a decenas de personas y llevado a la cárcel a miles de opositores. Pese a eso, Machado y González han convocado para este sábado manifestaciones en su país y en todas las naciones del mundo donde ha llegado la diáspora venezolana. Los gobiernos democráticos de Occidente deben actuar con mayor energía para evitar que el dictador siga adelante con sus pretensiones y restablecer ya las sanciones que se levantaron ante la expectativa de que respetaría el resultado.
Editorial publicado por el diario ABC de España
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