OPINIÓN

La ingrata tarea de recoger los vidrios rotos

por Víctor A. Bolívar Víctor A. Bolívar

 

Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea acaso sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se detenga. Albert Camus

Es deplorable el estado de desarticulación en el que se encuentra la oposición venezolana que trae consigo la mayor de las decepciones dentro y fuera del país, así como el regocijo de un régimen que se lo ha apropiado con ventajas en mala hora concedidas. Lamentamos reconocer que sus sedicentes líderes, con su falta de grandeza y dignidad, han naufragado en el mar de sus propias miserias.

Sucumbieron a sus mezquinas ambiciones en un enanismo político que terminó de pulverizar una maltrecha unidad pegada con saliva. Bajo la consigna unitaria del todos para uno y uno para todos, se labró el omnímodo G4 y unos convidados de piedra. En el camino fueron quedando los despojos de las buenas intenciones y de los hechos y acontecimientos que tuvieron lugar por el masivo concurso de voluntades. Fueron muchos los venezolanos que apostaron a las distintas propuestas unitarias que la dirigencia opositora, en general, le hizo al país; tantas como las veces que resultaron fallidas por simple retórica, negligencia o en forma deliberada.

Es ya un lugar común predicar que la unidad no se decreta, se construye. Cabe preguntarse si realmente esa unidad alguna vez existió. Esfuerzos unitarios los hubo, pero la esencia granítica, necesaria para lograr los grandes objetivos, estuvo ausente en uniones que resultaron circunstanciales.

La Coordinadora Democrática, la Mesa de la Unidad Democrática, las consultas populares, el Frente Amplio, las elecciones parlamentarias de 2015 y luego el interinato con sus mantras, fueron formas que adquirieron alguna consistencia unitaria en su momento, pero que finalmente cedieron a las pretensiones e intenciones de una nomenklatura que mantiene secuestrada a la oposición venezolana. El G4, por virtud de una sui generis interpretación de nuestra Constitución, se hizo del Poder Ejecutivo del interinato a través del Poder Legislativo. Peor no pudo ser esa tramoya. Los codazos y zancadillas no se hicieron esperar para sacar el mejor provecho de una cuota de poder que comenzó también a disponer de ingresos arrimados por otras vías.

Aquello de la sensibilidad social y vocación de servicio pasó a ser  la quimera de una generación etiquetada como vencida. Así la adjetivaron, no solo quienes se exhibían como una moderna avanzada impoluta, sino aquellos verdaderos dinosaurios que se solaparon en sus dinosaurios bebés para surfear la ola.

Pareciera que ahora poco les importa mostrar su ambivalencia y carencia de honestidad. Acabaron con sus propias organizaciones políticas por forcejeos intestinos, demostrativos de una inexistente democracia interna y una alternabilidad en sus mandos que la exigen al régimen pero que son incapaces de cumplir en sus propios cotos. El resultado de sus incoherencias no se le puede asignar exclusivamente a quienes pasaron a la acera de enfrente. Esa es una consecuencia de los errores y contradicciones propias del G4, como lo fue la entrega de las parlamentarias de diciembre pasado dizque para no legitimar al régimen (manteniendo la cuota y los recursos del poder interino con una comisión delegada que no es ni chicha ni limonada) y acudir ahora a las regionales y locales que en su criterio ahora no legitiman al régimen, pero sí sirven para ocupar los espacios y con ello llevar adelante un Acuerdo de Salvación Nacional que solo salvará sus propios intereses.

La incoherencia, abierta o solapada en los obstáculos del avatar político, no cesa. Las señales son alarmantes, parecen responder a una macabra agenda política diseñada por el régimen. Algunos botones de muestra: El canciller del interinato se desmarca de un asunto de la mayor importancia en su cartera como los es la recuperación de los activos en el exterior. Los hermanos Guanipa, dirigentes de una misma organización política, marcan rumbos dilemáticos entre votar y no votar. Leopoldo López, por su lado, arremete contra la decisión de la UE de enviar observadores a Venezuela porque se estaría legitimando al régimen, pero su máximo representante Juan Guaidó y su partido que forma parte del G4 sí participan en estas elecciones.

En el fondo pareciera que la llamada Plataforma Unitaria será, en esta nueva oportunidad, el instrumento para que el G4 aspire a obtener otros espacios desde los cuales pueda manejar otros  presupuestos. No privarán los grandes objetivos.

Todos los venezolanos nos preguntamos: ¿qué será de nuestro futuro, en cualquier plazo? En el inmediato, ¿qué nos espera después del 21 de noviembre? La ingrata tarea de recoger los vidrios rotos tendrá que hacerse, pero ¿quién lo hará? Tendremos que recurrir a lo mejor de las dos generaciones, la anterior y la presente, y desestimar de una vez por todas a las manzanas podridas de cada una. No sirven para reconstruir al país porque también fracasaron en lo moral. Solo así emergerá un liderazgo real y auténtico que asuma con entereza, honestidad y coraje las riendas de la oposición y luego del país.