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La información vs la desinformación: ¿quién gana y quién pierde?

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El mundo observa impávido cómo las verdades son tratadas como mentiras y las mentiras como verdades. Como nunca antes estamos expuestos a la manipulación política, económica y social.

La guerra de la información y la desinformación es un fenómeno contemporáneo en el que el control de la narrativa y la manipulación de datos son usados como herramientas estratégicas en conflictos políticos, sociales y económicos.

En una era en la cual el acceso a la información es inmediato y global, la veracidad de los datos que consumimos es más relevante que nunca. Sin embargo, al mismo tiempo, el exceso de información y la facilidad para distorsionarla han convertido la verdad en un campo de batalla.

La información, en este contexto, se usa para influir en la opinión pública, orientar decisiones políticas o sociales y, en algunos casos, debilitar la estabilidad de un país o una institución. Los actores involucrados pueden ser gobiernos, corporaciones, grupos de interés o incluso individuos con agendas particulares.

La manipulación puede hacerse a través de medios tradicionales, como la televisión y la radio, pero sobre todo se intensifica en redes sociales y plataformas digitales, donde la difusión de datos, rumores y opiniones se da a gran velocidad.

Por otro lado, la desinformación es la difusión intencionada de información falsa o sesgada con el objetivo de confundir o engañar a la audiencia. Esta estrategia busca manipular a las personas haciéndolas creer en hechos o interpretaciones erróneas, generando incertidumbre y escepticismo. En situaciones de crisis, la desinformación puede agravar conflictos, polarizar a la sociedad e impedir la toma de decisiones informadas.

Un ejemplo claro de la guerra de la información es el uso de noticias falsas (fake news), que suelen emplearse para desacreditar a figuras públicas, manipular elecciones o crear discordia entre comunidades. Además, con el auge de las tecnologías de inteligencia artificial, se ha perfeccionado la creación de “deepfakes”, videos manipulados que aparentan ser auténticos, pero en realidad representan una distorsión de la realidad.

Frente a este panorama, la verificación de hechos y el consumo responsable de información se han convertido en tareas fundamentales para los ciudadanos.

El pensamiento crítico y la educación mediática son esenciales para evitar caer en las trampas de la desinformación y fortalecer la resiliencia de la sociedad ante la manipulación de la información.

Es Venezuela un claro ejemplo de esta guerra y el gobierno el que más apela y ha apelado siempre a la mentira como política oficial, a tal punto que mantiene a un grupo numeroso de desinformadores, chismosos de oficio, sin escrúpulos ni ética, con objetivos claros de torcer la verdad y colocar las mentiras en la piel de los adversarios.


El autor es licenciado en Educación, abogado, especialista en Gobernabilidad y doctor en Educación. Analista político. Temporalmente viviendo fuera de su patria, Venezuela.

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